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Elegir papa, cantar gol: así se vivió la elección de Francisco en Buenos Aires

"Al día siguiente, a una velocidad olímpica, estampas por todas partes del nuevo pontífice"
"Al día siguiente, a una velocidad olímpica, estampas por todas partes del nuevo pontífice". JOSÉ CARLOS GALLARDO
JOSÉ CARLOS GALLARDO, director de Informe Semanal y excorresponsal en Buenos Aires

En breve vamos a saber quiénes —entre el colegio de cardenales— cantan victoria por la elección de uno u otro prelado. Al parecer, en este minuto de la cuenta atrás, no hay ningún candidato claro porque el elevado número de electores —de muy diversa procedencia geográfica— ha roto la dinámica.

Así lo quiso el papa Francisco, que designó a la mayoría de los 133 electores. Sí hay bandos y distintas corrientes. Y una certeza: cuando conozcamos el nombre del próximo pontífice, unos se alegrarán y otros, no tanto. Dependerá de si la Iglesia apuesta por la continuidad o no. De si hay sorpresa o no. Por unas y otras razones, muchos "cantarán gol". Y no es una metáfora. Así fue con el papa argentino. Doy fe.

El origen del elegido, una de las claves del pontificado

13 de marzo de 2013. Con la renuncia de Benedicto XVI aún muy reciente —había sido en febrero—, los purpurados llevaban apenas dos días encerrados en el cónclave. Solo se habían producido una votación vespertina –la tradicional del primer día—, dos matutinas en la jornada siguiente y otra por la tarde. La última ronda de la jornada de aquel segundo día fue la definitiva. Pasaban unos minutos de las siete de la tarde en El Vaticano —algo más de las dos en Buenos Aires—, cuando la chimenea colocada sobre el tejado de la Capilla Sixtina expulsó humo blanco. Había papa.

Yo, entonces, me encontraba en plena mudanza. Cerrando cajas para volver a España después de tres años trabajando en Argentina como corresponsal de TVE. Por supuesto, tenía un ojo puesto en la televisión, aunque la posibilidad de que saliera alguno de los cardenales del cono sur latinoamericano parecía remota. Además, la pantalla era como una ventana abierta al mundo en aquellos últimos días calurosos del verano austral.

De repente, en primer plano, la fumata blanca. ¿Nervioso? No. ¡Ché, qué onda! Nada hacía prever que los argentinos, con lo que son, fueran a tener un papa propio. Pero, de repente, al abrirse las puertas del balcón principal de la fachada de la Basílica de San Pedro: "¡Goooooooooooooool!". Toda la ciudad de Buenos Aires retumbó con una sola voz. ¿Ha marcado el Boca? Porque lo parecía, pero no. Bergoglio ya estaba allí, sonriente, saludando a los fieles. Ofreciendo una imagen que quedaría para la historia. Era Francisco, el nuevo papa.

Portadas de los diarios argentinos tras la elección de Bergoglio

Portadas de los diarios argentinos tras la elección de Bergoglio. JOSÉ CARLOS GALLARDO

Al día siguiente, a una velocidad olímpica, estampas por todas partes del nuevo pontífice encaramado al balcón de San Pedro. Algunas aún las guardo por el momento que representaba. Esas curiosidades que quedan en el baúl personal. Y recuerdo el deseo popular, aquel marzo de hace 12 años, de que regresara al país cuanto antes ya como obispo de Roma, aunque las elecciones legislativas previstas para octubre hacían pensar que sería complicado que lo hiciera antes. "¡Cómo va a venir si todos lo quieren capitalizar", me dijo entonces Víctor, un taxista.

Echando la vista atrás, me quedo también con lo que me dijo el padre Pepe, que había colaborado con él en las villas: "Es un pastor que siempre acompañó a los pobres y ver que la persona con quien trabajabas, compartías mate y anécdotas cotidianamente sale al balcón, vestido de blanco, para saludar al mundo como el nuevo papa... ¡La pucha!, es una sensación diferente".

Allí, que dos papas fueran a convivir en la misma línea temporal quedaría casi como una anécdota. Desde Buenos Aires, la visión comenzó a ser egocéntrica. Y, en lo profesional, fue el inicio de una auténtica maratón: contando quién era Bergoglio, el arzobispo de la capital argentina; su "diplomacia silenciosa", como diría Pérez Esquivel, durante la dictadura; su relación con el poder y, en concreto, con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner; su barrio de Flores, donde dejó sus pertenencias porque a Roma se había ido "con una valija chiquita"; su pasión por el fútbol y su equipo de San Lorenzo de Almagro; la labor de los "curas villeros"…

“¡Tenemos a Maradona, a Messi… y, ahora, al papa!”

“¡Tenemos a Maradona, a Messi… y, ahora, al papa!” JOSÉ CARLOS GALLARDO

"Un hombre común, sencillo", era la definición general. "Teníamos a Maradona, a Messi… ¡y, ahora, al papa!", coincidían otros. Todo un alarde patriótico en el país de los mitos, que ya tenía a su "Santísima Trinidad". Y la mayoría, convencida de que con "el papa que llegaba desde el fin del mundo", el primer latinoamericano, habría un giro en la Iglesia católica.

Fueron días de trabajo intensos y la Plaza de Mayo, los alrededores de la catedral metropolitana, un hervidero la noche antes de la misa de consagración, cinco días después, con la que Francisco iniciaría su pontificado. Con más papistas que en El Vaticano y Argentina, por momentos, Tierra Santa.

Vigilia en Plaza de Mayo, 17 de marzo de 2013.

Vigilia en Plaza de Mayo, 17 de marzo de 2013. JOSÉ CARLOS GALLARDO

"ExJorge, exBergoglio, excardenal". Así se titulaba el artículo en el que el periodista Jorge Fontevecchia decía que "la misma sorpresa que nos produce ver a un argentino en una posición tan universalista nos impide comprender que progresivamente se tendrá que ir desargentinizando". Aquella noche de vigilia del 18 de marzo de 2013, hubo palabras del papa a su país natal.

Los organizadores del acto se pusieron en contacto telefónico con él y el presentador del evento —que parecía estar conduciendo una tómbola— le dio paso para que los presentes en la plaza pudieran escucharle a través de los altavoces: "Por favor, no se olviden de este obispo, que está lejos, pero los quiere mucho. Recen por mí". Sonaba a despedida. Y así fue. Nunca volvió a Argentina.