Rumanía repite las elecciones presidenciales entre la fatiga política y el auge ultranacionalista
- El país celebra nuevos comicios tras la anulación de los últimos en diciembre
- La ultraderecha lidera las encuestas tras la inhabilitación del candidato prorruso, Calin Georgescu
La democracia rumana se pone a prueba —una vez más— en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Los comicios se repiten tras la anulación de los celebrados en noviembre por parte del Tribunal Constitucional y se han convertido en una cita que Europa observa con expectación.
"Todo lo sucedido desde la cancelación de la primera vuelta en diciembre ha dejado claro que el Estado rumano tomó una postura en defensa de la integridad democrática", expone la experta en política rumana y profesora asistente en el Instituto Universitario Europeo Veronica Anghel. "Sin embargo, la decisión fue muy opaca en su justificación inicial y abrupta en su ejecución, lo que profundizó la desconfianza pública hacia las instituciones que la medida pretendía proteger", añade.
Con el candidato prorruso, Calin Georgescu, fuera de la palestra tras ser sancionado por financiación irregular de su campaña, el ultranacionalista George Simion ha tomado el vacío de poder y la delantera en las encuestas.
Tres son los candidatos que pueden tener una oportunidad legítima de llegar a la crítica segunda vuelta del 18 de mayo contra Simion: Crin Antonescu, de la coalición gobernante tras sustituir a la liberal Elena Lasconi; el alcalde de Bucarest, Nicușor Dan; y el socialdemócrata Victor Ponta.
Con una participación electoral promedio del 55%, según datos del Friedrich Ebert Stiftung, la más baja en Europa Central y Oriental desde 1990, Rumanía enfrenta un fenómeno marcado por el debilitamiento del interés político, aunque con un cambio significativo con respecto a las anteriores elecciones. "Durante la primera vuelta anulada, casi uno de cada tres rumanos se negaba a revelar su voto, por lo que no sabíamos del 'fenómeno Georgescu'", establece el profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Cluj, Sergiu Miscoiu. "Ahora es menos del 7%, por lo que podemos decir claramente que votarán por Simion", incide.
El candidato de ultraderecha, George Simion, camina con el ex primer ministro polaco, el ultraconservador Mateusz Morawiecki VADIM GHIRDA
"Si Simion logra ganar la primera vuelta, lo más probable es que dependa de a quién se enfrente para ganar la segunda", considera el director del Instituto para la Región del Danubio en Europa Central, Sebastian Schäffer. "¿Hasta qué punto estarán dispuestos a colaborar los demás partidos para hacerle frente? Hay algunas encuestas que sitúan a Ponta [populista de izquierdas y euroescéptico] en la segunda vuelta. ¿Qué significaría eso para el futuro de Rumanía?" cuestiona.
Los partidos tradicionales, en retroceso
En las últimas elecciones parlamentarias de diciembre, los partidos tradicionales fueron incapaces de frenar el avance de la extrema derecha. La formación ultra Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR) duplicó sus escaños en el Parlamento y el Senado, convirtiéndose en la segunda fuerza política.
"La extrema derecha ha surgido del voto de protesta", afirma Anghel. "Rumanía aún sufre una subinversión crónica en infraestructuras, una corrupción política persistente y una de las tasas de pobreza y desigualdad más altas de la Unión Europea. Esto no ha sido abordado por los partidos mayoritarios y ha creado la sensación de que no importa quién esté al mando del país", argumenta.
En consecuencia, los resultados electorales siguen la estela de la creciente ola de extrema derecha presente en ciertas formaciones y Gobiernos europeos. Esto, unido a la decepción del anterior Gobierno, ha alimentado la retórica antisistema del electorado.
Carteles de candidatos presidenciales, algunos de ellos parcialmente arrancados, en Bucarest GEORGE CALIN
"El problema con la coalición gobernante que dirigió previamente el país fue que provocó un gran descontento popular. En consecuencia, los partidos más radicales ocuparon el liderazgo de la oposición y lograron consolidarse", refleja Miscoiu.
Si algo ha sido cada vez más evidente en la política de Rumanía —y Europa— es la progresiva normalización del discurso de extrema derecha. Durante las elecciones legislativas, la AUR infundió en su campaña imágenes históricas y simbolismo religioso muy arraigadas con el nacionalismo rumano, que posteriormente candidatos como Lasconi adoptaron. Ante semejante retroalimentación, hasta el populismo de Simion se ha vuelto convencional, indistinguible de resto de candidatos.
"El discurso de extrema derecha se ha normalizado con la participación de los partidos mayoritarios, y cuando estas formaciones toman prestada la retórica ultra, no se benefician a sí mismos", recuerda Anghel. "Ahora tenemos candidatos, como el que es apoyado por la coalición gobernante, Crin Antonescu, que ha adoptado una narrativa antimigratoria y que apoya los valores tradicionales cristianos heteronormativos", comenta.
La diáspora y el voto antisistema
Aunque en Rumanía predominan los sentimientos proeuropeos, en los últimos comicios hasta uno de cada cuatro rumanos de la diáspora votaron por el partido euroescéptico AUR y el prorruso Georgescu. En este contexto, Simion ha sabido capitalizar con gran éxito este voto de la población rumana en el extranjero.
"La diáspora rumana siempre ha tenido un comportamiento político antisistema, lo que la ha llevado a adoptar una postura de querer dar lecciones a la clase política rumana", adelanta Miscoiu. "Además, la experiencia de numerosos rumanos en países europeos es la de sentirse ciudadanos de segunda clase. Han acumulado numerosas frustraciones por su falta de adaptación en esas sociedades, aunque a primera vista parezcan estar muy bien integrados", reflexiona.
Ciudadanos rumanos hacen la forma de un corazón durante una manifestación proeuropea frente a la sede del Gobierno en Bucarest (15 de marzo, 2025) ANDREEA ALEXANDRU
"En Austria, donde vivo actualmente, había un bloqueo a Rumanía y Bulgaria para que se unieran al espacio Schengen", revela Schäffer. "La discusión siempre era: ¿los dejamos entrar demasiado pronto? Impedirles acceder a Schengen [su entrada no se hizo efectiva hasta marzo de 2024] contribuyó a que la diáspora rumana se sintiera desplazada y votara por candidatos extremistas, pese a que estuvieran yendo en contra de sus intereses", destaca.
Pese a esto, incluso la AUR, que solía mostrarse contraria a la continuidad de Rumanía en la UE, lleva tiempo intentando subrayar que abandonarla no está en su agenda. En las elecciones al Parlamento Europeo de 2024, Simion declaró explícitamente que su partido no quiere "salir de Europa", sino que lucha para que Rumanía "ocupe el lugar que le corresponde".
"Simion estuvo el 23 de abril en mi universidad de Cluj, y nuevamente rechazó la idea de abandonar la Unión Europea y la OTAN", rememora Miscoiu. "Se presentó como un defensor de los intereses de Rumanía dentro de estas organizaciones, un sentimiento compartido por numerosos rumanos en la diáspora. Sin embargo, dado el apoyo que Simion ha recibido de las fuerzas euroescépticas y anti-OTAN más radicales, [si se convierte en presidente] se verá obligado a unir fuerzas con estos grupos", advierte.
El auge de la retórica antiucraniana
Los recientes comicios parlamentarios han dejado patente un cambio político alarmante en Rumania, donde el apoyo a partidos ultraconservadores y líderes críticos de la OTAN y la UE ha ganado terreno. Una encuesta de la organización GLOBSEC en octubre del año pasado mostró que el porcentaje de rumanos que culpan a Rusia por la guerra cayó al 55%, diez puntos menos que con respecto al inicio de la invasión.
Manifestantes y partidarios del excandidato rumano Calin Georgescu marchan junto a una pancarta que muestra al presidente estadounidense, Donald Trump, bajo el lema "Republicanos por la Libertad" en Bucarest (22 de febrero, 2025) ANDREEA ALEXANDRU
Por lo pronto, Simion, pese a ser considerado persona non grata por Kiev, nunca ha declarado su preferencia por Rusia. Pero, al igual que el primer ministro húngaro, Víktor Orbán, o el eslovaco, Robert Ficco, el líder ultraderechista ya prometió en las última elecciones legislativas que, si llegaba al poder, suspendería la ayuda militar a Ucrania.
La importancia estratégica y el compromiso de Rumanía con Kiev en la guerra ruso-ucraniana contrastan con este cambio político. De hecho, el país ha sido uno de los cinco socios de la OTAN que proporcionó a Ucrania una batería completa de defensa aérea Patriot (que la formación de Simion criticó), además de actuar como intermediario para el envío de grano a través del puerto de Constanza.
"Rumanía es un Estado fachada de la OTAN en esta guerra contra Ucrania", describe Schäffer. "Imagina si este país o Bulgaria no hubieran formado parte de la Unión Europea o, peor aún, de la OTAN, cuando se produjo la invasión rusa a gran escala. No habría ningún Estado del Mar Negro aparte de Turquía que formara parte de la Alianza", insiste.
Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, la idea de desvincularse de Ucrania ya no puede considerarse marginal en algunos países europeos. Pese a su discurso moderado, si Simion logra entrar al palacio presidencial se unirá a esa pequeña pero incipiente coalición de voces escépticas respecto a Ucrania en la OTAN y la UE.
"Ahora hay una posibilidad real de que Simion gane, pero incluso para él es su última oportunidad política. Ha puesto todo su apoyo a Georgescu y, si no gana estas elecciones, lo más probable es que se enfrente a un debate de liderazgo en su propio partido", concluye Schäffer.