Mantas en el suelo y confusión en Atocha el día después del apagón: "Lo que más necesito ahora es información"
- Algunos afectados por los retrasos debidos al apagón han tenido que pasar la noche en el suelo de la estación
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En el suelo, abrazados por mantas y con gestos que reflejan su agotamiento, esperan la salida de sus trenes cientos de viajeros en la madrileña estación de Atocha, que han pasado la noche en el recinto tras el apagón. David, un joven que debía volver a Barcelona el lunes por la tarde, lleva más de 24 horas atrapado en la estación. Llegó sobre las 12.30 horas, justo cuando las autoridades comenzaron a desalojar Atocha.
A primera hora de la noche, cuando las puertas de la estación volvieron a abrirse, quienes no tenían otro lugar al que ir comenzaron a entrar. "Nos facilitaron agua y mantas, pero no comida. Había tensión y gente muy enfadada que gritaba al personal", cuenta David. Descansar no ha sido fácil, pero "por lo demás, ha sido una noche tranquila", explica. Aunque las mantas y botellas de agua eran suficientes, conseguirlas no fue sencillo: "Cuando las traían, la gente se volvía histérica para cogerlas. Eso sí, priorizaron a niños y ancianos". Durante los primeros momentos, había desorganización y "se notaba que no sabían muy bien qué hacer, pero con el tiempo mejoró", recuerda el viajero.
Dormir en la estación
Con un fuerte dolor en la pierna que arrastra desde hace tiempo, Susana, de 60 años, tuvo que recorrer una larga distancia para llegar a Atocha. La incomodidad se acentuó al tener que dormir en el suelo de la estación. "Pedí ayuda a la Cruz Roja, pero no tenían medicamentos. Solo podían llevarme al hospital y no quería acabar allí", cuenta con la voz cansada. Viajó a Madrid para una entrevista de trabajo y todavía no sabe cuándo podrá volver a Jaén: "He cambiado el billete tres veces, es desesperante". Desde que llegó a la estación, solo ha ingerido el agua y el caldo de la noche y un café al que le ha invitado una mujer, al no poder pagar con tarjeta.
Sarah, una joven estudiante libanesa, aterrizó en Barajas el lunes al mediodía tras pasar dos semanas con su familia en Líbano. Su plan era llegar a Atocha y subir un tren hacia Jaén, donde estudia. Llegó a la estación por la noche y se sintió "muy triste" porque estaba atrapada sin poder comunicarse con su familia, cuenta con los ojos vidriosos. Sin dinero en efectivo, solo pudo beber agua. "La compañía me ha cambiado el billete para hoy, han sido muy amables, pero lo que más necesito ahora es información", dice con un hilo de voz. Recuerda emocionada el momento en el que volvió la electricidad: "Todos lo vivimos como un milagro".
Sarah, joven libanesa, espera a su tren tras pasar la noche con sus maletas
Algunas familias optaron por buscar refugio en casas de conocidos. Robinson viaja con su mujer y sus dos hijos pequeños: "Nuestro tren era anoche, pero al ver el panorama ni nos acercamos a la estación. No podíamos venir con los niños". Este martes, han regresado temprano con un nuevo billete con la esperanza de subir por fin al tren.
Atrapados en el tren
Alejandra, Lorena, otras cuatro bailarinas —menores mezcladas con adultas jóvenes— y su profesora de ballet forman un corrillo de sillas plegables, mantas de la UME y Cruz Roja y un buen puñado de maletas. Un tren las ha traído de Vigo, donde han tenido una competición de baile, y esperan a otro que las lleve a Málaga. Su tren hizo un alto inesperado, desde el apagón hasta las 9.00 horas del día siguiente, en la estación de Zamora. Allí bajaron del vagón y animaron a los pasajeros con una exhibición improvisada de ballet hasta que, con la caída del sol y el consecuente frío, volvieron a sus asientos para descansar, a la luz recién restablecida de la estación.
Fotograma de un vídeo en el que las bailarinas animan a los pasajeros tras el apagón Lorena Mesa
Alex y Chloe se quedaron varados durante nueve horas a cuatro kilómetros de Atocha, sobre las 12.27 horas del lunes, cuando el tren que debía llevarlos a Barcelona perdió fuelle. Los baños no funcionaban y no tuvieron noticias en mucho tiempo, pero tampoco se aburrieron. El datáfono del bar, que tenía cervezas, funcionaba y sus compañeros de apagón —muchos turistas, como ellos— no dudaron en animar el ambiente.
Esperan ahora al tren que los lleve a la capital catalana, donde tienen una conexión con París. La compañía francesa que gestiona el segundo viaje les ha asegurado un reembolso, la española, para la que han tenido que comprar otro billete, no.
Dos chicas jóvenes con acento argentino están sentadas, junto a cuatro maletas y dos mochilas, sobre una pila de mantas rojas y naranjas. Noelia colorea de verde un mandala, Erika vierte agua de un termo a un mate. Se están mudando a Málaga. El tren que las traía desde Valencia se quedó sin energía en el túnel de entrada a Atocha: "Esperamos hora y media, después salimos del vagón y vinimos caminando". Cuentan que la evacuación del tren fue "tranquila". Se quedaron al sol a las puertas de la estación hasta que, "sobre las nueve de la noche", se abrió. Entraron, consiguieron un puñado de mantas y las dispusieron sobre el suelo: "Así nos aislamos del frío del piso". Siguen sentadas en el mismo lugar, esperando que el viaje que las llevará a su nueva casa se materialice.
Algunos teletrabajan desde la estación
Karly teclea y mira a la pantalla de un portátil. Sauly observa el móvil con una mano apoyada en la barbilla. Ambos están sentados en una cafetería de Atocha. Su trabajo los obliga a viajar todos los días y, esta vez, las circunstancias los ha forzado a alargar su estancia fuera de Villacañas, donde viven: "Teníamos billete para ayer a las 19.30 horas, pudimos pasar la noche en casa de un familiar y, esta mañana, el tráfico nos ha hecho perder otro tren a las 9.00". "Estoy intentando teletrabajar desde aquí, pero el wifi de la estación funciona muy mal", cuenta Karly.
Algunos pasajeros pasan la noche en Atocha Francisco Gómez
Fabio porta una camiseta de deporte, con la serigrafía de la maratón que corrió el pasado domingo y por la que vino a Madrid. Busca en su ordenador una forma de llegar a Amsterdam. "Tenía un avión ayer a las 18:00, pero como no había metro no pude llegar", dice. Cuenta, además, que no hizo "mucho esfuerzo" para estar a tiempo en el aeropuerto: "Como soy autónomo, puedo trabajar desde aquí sin problema".
Cómo ha vivido el personal de Atocha el apagón
Araceli debió dejar un café medio preparado para algún viajero cuando todo se apagó. Se asustó, cuenta, y salió "pitando" de su puesto en una cafetería de la planta baja de Atocha. "¿Que qué tal?, fatal", sentencia. Tardó cuatro horas en llegar a su casa, entre caminar y esperar y "pelear" para entrar al autobús número 32. Hoy "la gente está muy desorientada", cuenta. "Nos preguntan sobre trenes y de eso no tenemos formación", dice. No tiene esperanzas de que la cosa mejore: "Mañana será peor, pasado, peor aún, la gente que no ha podido viajar un día se irá acumulando el siguiente".
Las tiendas de Atocha han tenido, la mañana del día siguiente al apagón, diferentes reacciones en cuanto a afluencia de clientes. Diana, tras el mostrador de una tienda de ropa en la primera planta, cuenta que su datáfono, activo desde las diez de la mañana, ha tenido poca actividad: "Está todo más tranquilo que otros días". En el otro extremo de la estación, el tendero de un quiosco de la planta baja, junto a llegadas, expresa lo contrario: "Se nota que entra mucha más gente". En medio de ambos, en un puesto de lotería, Nieves sonríe mientras comprueba los premios de varios cartones usados de "rasca y gana". Cuenta que la gente "compra como de costumbre". Sigue verificando los cartones: "¡Diez euros!", dice emocionada a una jugadora expectante. "¡Dámelos!", responde la otra.
Fran, enfundado en su traje reflectante amarillo chillón, empuja un carro de tela azul junto a un compañero. Es parte del personal de limpieza de Atocha y asegura que el exceso de pasajeros llevó a la administración del lugar a duplicar la plantilla: "Normalmente estamos nueve personas, hoy se ha llamado a diez más".
Reencuentros y llegadas desorientadas
Mientras algunos siguen atrapados en Atocha sin saber cuándo saldrán, otros acaban de llegar, agotados y desorientados. Brisa, una joven argentina, llegó a Madrid el lunes desde su país, con la ilusión de abrazar por fin a su madre y su hermana, a las que no ve desde hace más de un año. El apagón ha retrasado la reunión. Su vuelo llegó con antelación, pero el atasco de las escaleras mecánicas impidió que pudiera salir de la estación en casi media hora. "Fui siguiendo a la gente, me costó mucho encontrar el final de la cola de taxis, era un caos absoluto", cuenta. Después de tres horas, por fin subió a un vehículo.
Su intención era pasar la noche en Atocha y esperar allí a sus familiares, que viajaban desde Málaga, pero un intento de robo la empujó a buscar otro lugar. "Traté de buscar hotel, pero estaban todos llenos. Por suerte, un hotel cercano me permitió quedarme en su recepción", explica. Ahora espera con nervios a su madre y su hermana, que han pasado la noche en un refugio habilitado en Ciudad Real.
También con gesto desconcertado, Sandra y Ramón pisan por fin Madrid tras una odisea. Viven en Texas, Estados Unidos, y han venido de vacaciones a España. El apagón les pilló en Barcelona, desde donde han logrado subirse a un tren rumbo a la capital "de milagro". "Fue un 'sálvese quien pueda', no había control", dice Ramón. Al llegar a Atocha este martes a mediodía, han encontrado una estación muy agitada, con largas colas para taxis y viajeros nerviosos. "Nos quedamos hasta el viernes, pero no sabemos si podremos disfrutarlo como pensábamos", lamenta Sandra.
Largas esperas
En los pasillos, se forman corrillos improvisados de pasajeros afectados por el apagón que buscan apoyo y soluciones. Uno de ellos se ha convertido en un hervidero de críticas a la compañía con la que viajaban, a la que acusan de contradecirse. "Nos dicen por correo que vengamos con antelación y ahora aquí dicen que esperemos para entrar", se queja un joven. La mayoría de los viajeros han optado por comprar un billete con otra empresa, que les ofrece mayor confianza, cuentan.
La multitud se arremolina frente al control de equipajes en Atocha
Con su mochila al hombro, Jonathan es otro pasajero que espera desde primera hora de la mañana para acceder al control de equipajes y subir a su tren con destino a Barcelona. Tenía billete para el lunes, pero ha comprado otro para este martes ante la falta de información de la compañía: "He venido con tiempo, por si acaso". No le han garantizado el reembolso del primer trayecto y en el punto de información tampoco recibe respuestas claras. El afectado lamenta la "falta de explicaciones oficiales", pero se muestra tranquilo: "Poquito a poco y con paciencia, no queda otra".
*A. GÓMEZ es alumno de Máster de Formación Permanente en Reporterismo Internacional de la Universidad de Alcalá de Henares y RTVE. Esther G. Pérez, redactora jefa de Sociedad, ha supervisado la elaboración completa de este texto.