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Análisis

Desmitificando a John F. Kennedy, el último presidente de "los viejos buenos tiempos"

  • Encarnó las ilusiones de los 'baby-boomers', pero su legado es más un “de haber seguido vivo” que un saldo de logros objetivos
  • John F. Kennedy retrasó el fin de la discriminación de los afroamericanos por miedo a perder los votos del Sur

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Kennedy ante el espejo: ¿Cumplió sus promesas?¿Hasta dónde hubiera llegado?

Las monarquías fascinan. Es así. Incluso en las repúblicas muy orgullosas de serlo. Medios de comunicación y público se vuelcan cuando hay visitas o bodas de reyes o príncipes ¡Sigue la Dianamanía en los Estados Unidos!

Los Kennedy son lo más parecido que han tenido en los EE.UU. a una monarquía. Y la pareja John-Jacqueline parecía diseñada para la ocasión: jóvenes, ricos y sofisticados criados entre privilegios y con su propia corte. De estrellas cinematográficas, su Camelot.

De no haber muerto asesinado, John F. Kennedy habría tenido que presentarse a la reelección, no sabemos si habría ganado, y su legado sería lo hecho bajo su Presidencia y no lo que pudo haber sido.

El asesinato cinco años después de su hermano y colaborador Bob, en plena campaña para la Presidencia, añadió otro intangible que contribuyó a mitificar la dinastía: la maldición. Acrecentada en 1999 con la muerte del hijo de JFK y su esposa en un accidente de avión. Ambos, también, jóvenes, guapos y ricos.

El fin de "la América (blanca) feliz"

Hay también un factor temporal que contribuye al mito: Kennedy era joven y atractivo después de tres hombres mayores (Franklin D. Roosevelt, Harry S. Truman y Dwight Eisenhower) de una formalidad que resultaba anticuada en 1960. Los Kennedy llevaron juventud y glamour a la Casa Blanca y capitalizaron las ilusiones de buena parte de la generación de posguerra, la generación del 'Baby-Boom'.

Además, lo mataron antes de que el movimiento de los Derechos Civiles y su represión feroz llevaran a los peores años de violencia del siglo XX en Estados Unidos. El 68 estadounidense fue infinitamente más violento y traumático que el francés. A lo que hay que sumarle Vietnam, y en los 70, el Watergate. En la psique colectiva, JFK fue el último presidente de "los viejos buenos tiempos", la bonanza de posguerra, la infancia y juventud de la generación boomer.

El mito Kennedy se basa más en la imaginación, la esperanza, de lo que pudo haber sido que en lo que fue.

Derechos Civiles, igualdad de negros y blancos

Cuando John F. Kennedy toma posesión, el 20 de enero de 1961, las dos cuestiones más importantes y trascendentes son la Guerra Fría, a escala mundial, y en los Estados Unidos, la lucha por acabar con la discriminación legal de los afroamericanos.

El presidente Kennedy ha pasado a la historia como un gran orador, inspirador como dicen en los EE.UU. En el primer discurso como presidente, el de la toma de posesión, se erige como líder del país que defiende los Derechos Humanos: "Derechos humanos con los que nuestro pueblo ha estado siempre comprometido, y con los que estamos comprometidos hoy en esta nación y en todo el mundo". Sin embargo, no hay ninguna mención a acabar con las leyes que prohíben a los negros entrar en multitud de recintos públicos y los tratan como ciudadanos de segunda clase.

En enero de 1961, el Tribunal Supremo ya había declarado ilegal la segregación escolar (1954), Rosa Parks se había negado a ceder su asiento a los blancos (1955) y el presidente Eisenhower habían mandado al ejército a Arkansas para permitir que alumnos negros entraran en el instituto, pero nada de eso le pareció digno de mención al joven y apuesto nuevo presidente.

La postura de Kennedy fue de extrema prudencia, o si prefieren, pragmática. O cobarde y cínica. Lo que quería Kennedy, como todo presidente, es que lo reeligieran, ser un presidente de dos mandatos, y para ello necesitaba los votos del Sur segregacionista. Desde la guerra civil, desde Lincoln, el partido por los derechos de los negros había sido el Republicano, mientras que el Demócrata era el de mantener el status quo, la discriminación racial, en el Sur. Por encima de los derechos humanos para Kennedy estaba no molestar a los dirigentes y votantes del Sur.

Hicieron falta escenas insoportables como usar perros para atacar a manifestantes pacíficos, atentados con bomba y asesinatos para que en 1963 el presidente propusiera una ley que reconocía a los negros los mismos derechos que a los blancos. Pero no fue capaz de negociar su aprobación en el Congreso. Fue su denostado vicepresidente, Lyndon B. Johnson, quien lo logró ya como presidente en 1964. Y asumió que seguramente habían perdido los votantes del sur durante una generación.

Guerra Fría: el enfrentamiento con la URSS

De nuevo la oratoria y el mito contrapuestos a la realidad. Recordamos su "Ich bin ein Berliner" ("Soy un berlinés") en Berlín occidental el 26 de junio de 1963. La frase y el recibimiento entusiasta del momento quedan como un icono más por la libertad frente al comunismo, pero lo cierto es que la URSS de Nikita Jrushov "se atrevió" a construir el muro que dividió la ciudad precisamente durante la Presidencia ya de Kennedy, en agosto de 1961. Ahí seguía dos años después, cuando fue Kennedy, y ahí estuvo 38 años.

Otro fiasco fue Bahía de Cochinos, la invasión fallida de Cuba para derrocar a Fidel Castro y la Revolución que había triunfado la nochevieja de 1958. Fue un plan ideado por el presidente Eisenhower con un ejército de exiliados cubanos, pero que ejecutó Kennedy en abril de 1961 después de modificar los planes heredados. El resto, como suele decirse, es historia.

Algunos historiadores sostienen que ese fracaso sonado llevó a Jrushov a concluir que podía desafiar a Washington con el muro de Berlín y la instalación de misiles nucleares en Cuba, a, recordemos, apenas 90 millas de la costa de los Estados Unidos. La conocida como crisis de los misiles.

Según el mito, Kennedy logró evitar un cataclismo nuclear al torcer el brazo de Nikita Jrushov, que retiró los misiles de la isla, pero de hecho no fue una rendición, sino un pacto: la URSS los retiró de Cuba y los EE.UU. los retiraron de Turquía, no habría misiles nucleares tan cerca del territorio del otro.Y Kennedy se comprometió a no invadir Cuba.

La crisis de los misiles de Cuba, 13 días con el mundo al borde de una guerra nuclear

Vietnam

En el imaginario colectivo, de haber seguido vivo, el presidente Kennedy habría terminado con la sangría de estadounidenses en Vietnam. Es Lyndon B. Johnson quien carga con la culpa de haber aumentado el número de tropas, y prolongado la sangría, en aquella guerra que los Estados Unidos acabaron perdiendo.

Pero en seis décadas no han encontrado donde apoyar esa suposición, al contrario. Poco antes de que lo mataran, Kennedy manifestó que sería un error retirarse, subscribía la teoría del efecto dominó: si gana el comunismo en Vietnam, le seguirán otros países geopolíticamente más importantes. Hoy la conclusión es que lo que hizo Johnson fue seguir aplicando la misma política.

Sexo, drogas y mafia

¡Cómo no mencionarlo! Sin la relación con Marilyn Monroe, otra estrella mediática y popular que murió joven, JFK sería menos mito. Kennedy y el sexo fueron Clinton antes de Clinton, con matices más escabrosos. Esa alianza entre el presidente 'sex symbol' y Hollywood que tanto fascinó al público mundial tuvo una cara B sórdida: la mafia.

Está documentado el papel de la mafia de Chicago en la elección de John Kennedy, el hijo que encarnó el proyecto del patriarca del clan, Joe: que uno de sus hijos se convirtiera en el primer presidente católico (de origen irlandés) de los Estados Unidos.

Uno de los intermediarios fue Frank Sinatra, que movilizó al capo de Chicago Sam Giancana para conseguir el voto de los sindicatos. Una amante del presidente, Judith Campbell, contó al cabo de los años cómo ella se encargaba de llevar bolsas con dinero a esos mafiosos.Y fue ese jefe mafioso quien organizó, a petición del presidente católico, que ella abortara ilegalmente.

Mucho se ha hablado de cómo Franklin D. Roosevelt evitó aparecer en público en su silla de ruedas, pero no tanto de cómo John F. Kennedy ocultó sus muchas dolencias y, sobre todo, su dependencia de un cóctel de medicamentos.

Pasaron cuatro décadas hasta que los historiadores tuvieron acceso a su historial médico. El joven y apuesto presidente no estaba tan fuerte y sano como proyectaban las fotos y filmaciones que lo mostraban haciendo deporte o jugando con sus hijos.

JFK sufría de colitis, prostatitis, enfermedad de Addison, osteoporosis aguda en las lumbares. Hubo ocasiones en las que llegó a tomar una docena de medicinas al día. Dosis que aumentaban en situaciones de estrés. JFK tomó codeína, demerol y metadona contra el dolor; el estimulante Ritalin, meprobamato y librium contra la ansiedad, barbitúricos para dormir, hormonas para las tiroides e inyecciones de gamma globulina.

Durante la crisis de los misiles, Kenedy estuvo tomando antiespasmódicos para la colitis, antibióticos por una infección urinaria e hidrocortisonas y testosterona.

Mito, mito, mito

¿No hubo nada positivo? Sí, pero menos de lo que considera el imaginario colectivo y presumiblemente será siempre así. Porque es un mito y los mitos son imbatibles.