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Conflicto palestino-israelí

Dentro del campo de refugiados de Yenín: epicentro de la peor ola de violencia en Cisjordania en los últimos 20 años

  • Entramos en el campo de refugiados de Yenín, semanas después de la última gran incursión israelí
  • La violencia en la región se ha recrudecido hasta alcanzar el mayor pico de en los últimos 20 años

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Dentro del campo de Yenín tras la última incursión militar israelí

Entre el 3 y el 4 de julio, el campamento de refugiados de Yenín, en el norte de la Cisjordania ocupada, se convirtió en objetivo militar del ejército israelí. Durante dos días, Israel bombardeó edificios, desplegó más de 1.000 soldados e hizo arrestos casa por casa en este campamento en el que viven hacinadas unas 20.000 personas, según la Agencia de la ONU para los Refugiados de Palestina (UNRWA).

Fue el peor ataque de los últimos 20 años y profundiza en el mayor pico de violencia que sufre la región desde la Segunda Intifada. Recorremos el campo para saber qué ocurrió durante la operación militar de julio, cómo ha afectado a su población y si ha llegado ayuda.

Kilómetros de carreteras destruidas

Nada más pasar la entrada del campamento, situado en el centro de la ciudad palestina de Yenín, impresiona la cantidad de fotos de hombres jóvenes, algunos posando con armas. Para la sociedad palestina son mártires ―el título que reciben quienes mueren en el marco del conflicto―, símbolos de resistencia contra la ocupación israelí.

Dentro del campo, se ven calles enteras con el asfalto levantado y llenas de escombros. Durante la operación del pasado julio, los buldóceres israelíes destruyeron más de un kilómetro y medio de pavimento, dañando el cable eléctrico subterráneo y dejando a miles de personas sin electricidad. Aunque el suministro se ha recuperado, los residentes dicen que sigue habiendo cortes de luz diarios.

Israel bombardea Yenín en una operación a gran escala en Cisjordania

El refugio de los francotiradores israelíes

En cada esquina se aprecian las decenas de agujeros de bala que dejaron los combates. Al levantar la vista un hombre saluda asomado a la ventana de su edificio de dos plantas. Junto a él, dos grandes boquetes atraviesan la fachada.

Se llama Mahmoud Darajat y vive con su mujer y sus cuatro hijos en el campamento. Cuenta que, cuando empezó la incursión, el ejército israelí les obligó a salir de casa. Cuando volvió, 48 horas después, “parecía que había habido un terremoto”.

“Esto es terrorismo, no es un ejército oficial"

“Encontré destrozado el armario, la puerta, la habitación, los grifos y los juegos de los niños. Tenía una caja fuerte con unos 5.000 séqueles [1.200 euros] y la habían robado. La carne que tenía en el congelador la habían tirado por el desagüe y lo habían atascado”, relata. “Esto es terrorismo, no es un ejército oficial", denuncia.

Al igual que hicieron en muchas otras casas palestinas, las tropas israelíes convirtieron la de Mahmoud en un puesto militar donde apostar a sus francotiradores y controlar las calles aledañas.

Semanas después, los agujeros que dejaron en la pared siguen a la vista, cubiertos solo por un plástico. Mahmoud dice que no piensa arreglarlos. Quiere que sean una “prueba” de lo que hicieron en su hogar.

Malestar por el reparto de la ayuda

Desde su establecimiento en 1952 para alojar a refugiados palestinos, el campamento ha sido escenario de violentas redadas, toques de queda, asesinatos selectivos, arrestos masivos y demoliciones de casas por parte de Israel; violaciones de los derechos humanos, según la ONU. En 2002, durante la Segunda Intifada fue el centro de una batalla que duró diez días y en la que murieron 52 palestinos y 23 soldados israelíes.

Varios palestinos llevan el cuerpo de Ezzedin Kanan, fallecido tras una operación del ejército israelí

Varios palestinos llevan el cuerpo de Ezzedin Kanan, fallecido tras una operación del ejército israelí NASSER NASSER/ AP PHOTO

Las personas con las que hablamos sienten rabia. Por el ataque, pero también por el reparto de la ayuda que llega al campo. Rabia Al-Shalamy, uno de los pocos refugiados que acepta hablar delante de una cámara, asegura que ha llegado mucha ayuda, pero que ellos no han visto nada. Lo cuenta sentado mientras nos muestra sus heridas. No puede estar de pie porque hace seis meses, durante otra redada israelí, recibió seis disparos.

Tengo mi negocio destrozado, mi casa destrozada y nadie me ha ayudado

Tengo mi negocio destrozado, mi casa destrozada y nadie me ha ayudado”, reitera. “Lo que espero es volver a trabajar en la construcción, que arreglen mi local para que pueda volver a trabajar en él”.

Epicentro de grupos armados

El Gobierno hebreo asegura que el objetivo de la operación no era la población civil, sino destruir la “infraestructura terrorista” y desarmar a las milicias, en concreto, a las Brigadas de Yenín, grupo armado palestino que aglutina a varios grupos y que desde 2022 ha ido ganado importancia en el campo, y al que acusan de haber cometido varios ataques contra tropas y civiles israelíes.

Según los expertos, la pobreza y la falta de oportunidades, la violencia de la ocupación y el creciente descontento con la Autoridad Palestina, en la que no confían, ha hecho que algunos jóvenes del campo recurran a las armas, convirtiéndolo en centro de la lucha armada contra la ocupación israelí en Cisjordania, territorio ocupado desde 1967.

Aunque las Brigadas de Yenín aseguran que la operación mató sobre todo a civiles y que sus líderes huyeron por la red de túneles subterráneos del campo, Israel ha calificado la operación de éxito y asegura que se incautaron de cientos de armas y explosivos pertenecientes a este grupo en la mezquita Al-Ansar, en el interior del campamento.

Hasta allí nos dirigimos guiados por Issa, el hijo pequeño de Mahmoud. Durante nuestro recorrido, vemos los obstáculos antitanques que los palestinos han dejado para que los soldados no pasen.

Algunos jóvenes nos paran y preguntan qué hacemos aquí. La desconfianza es común en el campo y siempre se sabe quién cruza su entrada.

Ataques contra infraestructuras sanitarias

Fuera del campamento, a 200 metros, se encuentra el hospital Khalil Suleiman. Allí llegaron la mayor parte de los heridos durante la redada, pero también los disparos y los botes de gas lacrimógeno del ejército israelí.

Hubo más de 150 pacientes que recibimos aquí del campamento de refugiados, la mayoría de ellos por herida de bala. Tuvimos también grandes problemas para tratar a los heridos porque tiraron gas lacrimógeno dentro del hospital y hubo bombardeos en la calle aledaña al hospital. El hospital también fue atacado por francotiradores que golpearon las ventanas de urgencias, las puertas principales y algunos pacientes", relata a RTVE Noticias Pedro Serrano, médico de urgencias de Médicos Sin Fronteras en Yenín.

La gente comprueba los daños en una casa después de una incursión militar israelí en Yenín

La gente comprueba los daños en una casa después de una incursión militar israelí en Yenín JAAFAR ASHTIYEH/ AFP

El día que empezó el ataque, Pedro llevaba tres de misión en Yenín. Confiesa que, en algún momento, pensó que no saldría vivo. Este médico mexicano cree que el problema no son solo las heridas, sino el trauma y el impacto que la violencia ha tenido en la población.

Cuando fuimos al campo después del ataque, vivimos escenas desgarradoras de destrucción, gente que se ha quedado sin casa y todos nos dijeron: “El cuerpo sanará, pero no sabemos qué va a pasar con nuestra mente”, relata.

Según testigos, los soldados israelíes impidieron el paso de algunas ambulancias y hubo personas que murieron desangradas porque los sanitarios no pudieron llegar a tiempo.

La peor escalada de violencia en Yenín y en Cisjordania

Aunque este lunes las fuerzas israelíes volvieron a entrar al campamento de Yenín, el ataque de julio fue el más intenso de los últimos 20 años.

Los ataques de colonos y del ejército israelí a palestinos han aumentado, así como las incursiones militares en ciudades cisjordanas, la confiscación de tierras, el derribo de viviendas y la construcción de asentamientos. Por su parte, los israelíes se enfrentan también a la violencia, con ataques ocasionales de palestinos, sobre todo, en los alrededores de asentamientos colonos.

Con más de 30 israelíes y 200 palestinos muertos, 2023 se ha convertido en uno de los años más sangrientos del conflicto.