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De Moscú a Washington: ¿está Europa cambiando una dependencia energética por otra?

  • En apenas un año, desde que estalló la guerra de Ucrania, la UE ha reducido drásticamente sus importaciones de Rusia
  • Al mismo tiempo, Estados Unidos ha doblado sus exportaciones de gas y para España ya es el primer proveedor
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Los buques metaneros, en su mayoría de Estados Unidos, han sustituido el gas que fluía por gasoductos desde Rusia
Los buques metaneros, en su mayoría de Estados Unidos, han sustituido el gas que fluía por gasoductos desde Rusia

La dependencia energética de Rusia ya se conjuga en tiempo pasado en Europa. En un tiempo récord, Moscú ha pasado de representar cerca de un 40% de las importaciones de gas natural de la Unión Europea a un 15%. Las medidas de ahorro y la diversificación de orígenes impulsada por la Comisión Europea han dado sus frutos y han otorgado más protagonismo a otros países, en especial a Estados Unidos.

Washington ha doblado la cantidad de gas natural licuado (GNL) que exporta a la UE, y ha pasado de representar el 7% de las importaciones en 2021, a un 15,2% en el tercer trimestre de 2022, superando a Rusia y situándose como segundo proveedor, por detrás de Noruega (con un 30%), según datos de la Comisión y Eurostat. En España, Estados Unidos ya se ha posicionado como el principal proveedor, por encima de Argelia, que tradicionalmente ostentaba este puesto, según Cores.

¿Está sustituyendo Europa su dependencia de Rusia por otra similar, pero del país norteamericano? "Si cambiamos esas importaciones de Rusia por las de Estados Unidos, seguiremos siendo vulnerables a lo que haga EE.UU., pero es mejor ser vulnerable a una potencia democrática que no a una revisionista, autoritaria y que tiene una guerra en Europa", responde a RTVE.es Gonzalo Escribano, investigador y director del programa Energía y Clima del Real Instituto Elcano.

Es mejor ser vulnerable a una potencia democrática que no a una revisionista, autoritaria y que tiene una guerra en Europa

El cambio, apunta este analista, es una solución "de emergencia" para romper la vinculación con Rusia, mientras que a medio y largo plazo la UE está buscando su "autonomía estratégica"que implique además dejar de utilizar combustibles fósiles, en la línea con sus compromisos climáticos. "No es tener independencia energética, porque eso probablemente es imposible para Europa, pero sí más renovables o una matriz de importación más diversificada", resume Escribano.

EE.UU. ahuyenta el fantasma de la falta de suministro

En la misma línea se pronuncia Víctor Burguete, investigador sénior en el área de Geopolítica Global y Seguridad de CIDOB. "El cambio de proveedor lo haces a partir de una necesidad que tienes que cubrir, y Europa ha pasado 2022 con un gran miedo a la falta de suministro, que afortunadamente no se ha realizado. Ha habido una búsqueda frenética de fuentes de suministro alternativas, y esto se ha conseguido en parte gracias a Estados Unidos", destaca.

Tras el estallido de la guerra de Ucrania, y posteriormente con las primeras sanciones a Rusia, la amenaza de apagones y cortes en la calefacción se hizo real, especialmente en países centroeuropeos, cuya dependencia de Rusia es mayor -un 65% en el caso de Alemania, hasta el 100% en la República Checa-. El riesgo aumentó con el cierre de dos de los cuatro gasoductos por los que Moscú exportaba gas: el Yamal, que atraviesa Polonia, y el Nord Stream, ahora inhabilitado tras las fugas del pasado septiembre.

Para compensar ese gas que dejaba de fluir desde el este, los sustitutos van desde Noruega a Argelia, aunque el gran ganador ha sido el GNL. Los buques metaneros provienen de varios países, entre ellos Catar o Nigeria, pero Estados Unidos es el principal actor en esta fuente energética, gracias a su gran capacidad de extracción mediante el fracking o la fractura hidráulica -prohibida en gran parte de Europa-.

"Estados Unidos tampoco es un sustitutivo perfecto, el GNL viene con un precio sustancialmente mayor al gas ruso. Pero a corto plazo ha sido un aliado fundamental a la hora de asegurar la seguridad energética de Europa", asegura Burguete.

¿Una vuelta a los años 50?

Este mayor flujo comercial se ha dado al mismo tiempo que un "reforzamiento de las relaciones transatlánticas, con un alineamiento sin precedentes" a raíz del conflicto en Ucrania, según apunta este analista de CIDOB.

Otros expertos van más allá y ven en el creciente protagonismo estadounidense una "vuelta a los años 50", cuando una Europa devastada por la Segunda Guerra Mundial recurrió a la ayuda del amigo americano y su Plan Marshall. La actual situación "va más allá de la dependencia energética, estamos en una dependencia geopolítica", considera Frédéric Mertens, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Europea de Valencia.

Este mayor alineamiento se observa sobre todo en defensa, con muchos países europeos como Alemania o España, tradicionalmente reacios a elevar su presupuesto militar, acercándose al objetivo de dedicar un 2% del PIB a defensa, tal y como ha pedido históricamente EE.UU. y la OTAN.

Mertens cree que este nuevo equilibrio geopolítico, con ecos de la Guerra Fría, está aquí para quedarse. "Va más allá del conflicto entre Rusia y Ucrania, hay otras tensiones como la de Estados Unidos y China. Si Occidente quiere mantenerse como fuerza importante a nivel mundial, sí o sí tiene que mantener esta interdependencia entre EE.UU. y sus aliados, que son fundamentalmente los países europeos", subraya.

Proteccionismo y subvenciones verdes: grietas en la alianza

Pero la buena relación Europa-Estados Unidos ya ha empezado a mostrar algunas grietas. La Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés), impulsada por el presidente Joe Biden, supone la inyección de miles de millones de dólares en subvenciones verdes a la industria estadounidense. Europa mira este plan con preocupación por el proteccionismo que supone y ya ha lanzado su propia estrategia de industria verde para contrarrestar estos efectos.

"No es un debate en el que Europa se sienta cómoda, porque nosotros siempre hemos defendido el libre mercado, la libre competencia, pero la relación con Estados Unidos es mucho más sólida, va mucho más allá", asegura Burguete, que apunta además que la fuerte alianza impulsada por la guerra de Ucrania "tapa" todas estas posibles tensiones.

Los mayores retos ahora para la UE, una vez garantizado el suministro energético, se centran en la competitividad de su industria. "Respecto a Estados Unidos, la industria europea tiene unos costes energéticos y unos costes en general mayores, y si a eso se le suman las subvenciones en EE.UU. debido a esta nueva ley, en términos de competitividad se está erosionando la base industrial europea", asegura el experto de CIDOB. Para ello, será clave cómo se desarrolla el nuevo plan industrial, y también las negociaciones con Washington para incluir empresas del Viejo Continente en sus subvenciones.

A la carrera por encontrar nuevas fuentes energéticas

En este reequilibrio geopolítico, España tiene un papel clave. Como país europeo con mayor capacidad regasificadora -tiene un tercio de la de toda la UE-, la llegada de barcos metaneros estadounidenses se concentra en puertos españoles. EE.UU. ya es nuestro primer proveedor, con 13.103 GWh en enero, un aumento de más del 500% respecto al mismo mes del año pasado, mientras que las importaciones de Argelia han caído un 37%, hasta los 9.620 GWh, debido a las tensiones a cuenta del Sáhara.

En la nueva fiebre del GNL, otros países que no contaban con infraestructura para procesar este combustible la están instalando a toda velocidad. Es el caso de Alemania, que en diciembre instaló su primera planta regasificadora flotante -que precisamente trajo el gas desde la planta española de Sagunto-, y planea crear otras cinco. Además, Berlín ha firmado con Catar un acuerdo para recibir gas natural licuado durante 15 años a partir de 2026, y se plantea impulsar otro pacto similar con Omán, según avanza Reuters.

Otros países también han movido ficha. Italia, que tenía una gran dependencia de Rusia, ha alcanzado un acuerdo con Argelia y construir un nuevo gasoducto, y además se prepara para instalar dos nuevas terminales flotantes en las que recibir GNL, gran parte de él de Estados Unidos.

Los próximos meses serán clave para determinar las consecuencias de la dependencia del país norteamericano en su suministro energético. En el GNL, a diferencia del gas que llega por tuberías, la UE tiene que competir en el mercado mundial con otras potencias como China, que se está recuperando rápidamente de su parón económico, y que también importa grandes cantidades de gas estadounidense. Para ello, ya ha lanzado una plataforma de compras conjuntas de este combustible.

La velocidad con la que el Viejo Continente acelere las renovables, ahorre en el consumo y diversifique sus fuentes energéticas marcarán la seguridad de suministro el próximo invierno, y también lo que pagaremos en la factura.