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La vejez del futuro será urbana y participativa: "Quiero tener un rol activo"

  • El diseño de las ciudades o la pobreza pueden abocar a la soledad no deseada: "Es un factor de riesgo de mortalidad"
  • Los sociólogos esperan una mayor participación política y social de los mayores de la generación del baby boom

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Una mujer mayor viaja en un bus urbano, en una imagen de archivo
Una mujer mayor viaja en un bus urbano, en una imagen de archivo

En los próximos meses, cumplirán 65 años las primeras personas nacidas en 1958, fecha que marcó el inicio del baby boom en España. Pasarán ese umbral —sin duda, imaginario— que los engloba en el grupo de las “personas mayores”. Hoy en día, la vejez no tiene por qué significar falta de salud, actividad o planes de vida, pero es un hecho que la jubilación y el resto de cambios aparejados marcan una nueva etapa para los boomers.

“Somos la generación que ha vivido, gozado y trabajado en democracia, con otra visión. Creo que sin duda eso va a impregnar el tipo de servicios y productos que vamos a crear cuando seamos cada vez más mayores”, reflexiona Lourdes Bermejo, consultora especializada en gerontología.

La incorporación laboral de la mujer, el desarrollo económico y del estado de bienestar se suman en la idiosincrasia de una generación que, aunque no se puede homogeneizar, es diferente a la de sus padres. Según los sociólogos, los boomers envejecerán en un entorno más urbano, se relacionarán de otra manera en las calles y con sus familias, y querrán tener una voz en la sociedad. “¿Qué quiero yo para mi futuro? Yo quiero tener un rol activo”, reivindica la experta, quien por su edad se reconoce parte del movimiento que está por venir.

Rompiendo el mito de la vuelta al pueblo: "El futuro de la vejez será urbano"

“El futuro de la vejez será urbano”. Irene Lebrusán, investigadora del Centro Internacional sobre el Envejecimiento (CENIE), derribaba en una publicación uno de los estereotipos más comunes sobre la vejez, el que relaciona a las personas mayores con la vida en los pueblos. Pero esa idea manida tiene más que ver con cómo era España hace 70 años, que con nuestras preferencias cuando alcanzamos cierta edad.

“Hoy, la mayor parte de la población es urbana”, recuerda Lebrusán en una conversación con RTVE.es. “Vas a querer envejecer en el entorno que conoces, donde tienes a tus vecinos, a tus amigos; mantienes esa continuidad contigo mismo, con tu identidad (…) No podemos romantizar una serie de comportamientos cuando no se corresponden con la realidad”.

Por eso, la socióloga, profesora en la Universidad Carlos III de Madrid y senior fellow en Future Policy Labs, llama a derribar el mito de la vuelta al pueblo, aunque puedan darse excepciones. Muchos ni siquiera tienen un sitio al que volver: “No nos vamos a ir a vivir a un pueblo que no conocemos de la misma manera que no nos vamos a empezar una vida en Australia”.

En este sentido, también Bermejo reflexiona sobre el escenario físico y social “idóneo” en el que envejecer y, quizás, no salimos perdiendo con la nueva tendencia. “Tenemos que desterrar la idea de que lo rural siempre es mejor que lo urbano, porque no es cierto. [En el medio rural] muchas viviendas están en los primeros pisos porque las plantas bajas se utilizaban para ganado o almacenaje y tienen escaleras imposibles. No hay transporte público y es necesario desplazarse caminando o cogiendo taxis. A veces, las casas están aisladas”, ejemplifica.

Sea en pueblos o en ciudades, para la experta, una sociedad con más de 10 millones de personas mayores exige espacios más “accesibles”, con transporte público y servicios al alcance. “En personas muy mayores, 15 minutos son la diferencia entre poder ir o no, si puede ir a ver a sus amigos o familiares, si puede tener una vida social”, apunta.

Ciudades más amables e intergeneracionales

“La soledad no deseada se ha demostrado es un factor de riesgo enorme de mortalidad y de mala calidad de vida. Es un riesgo equiparable a fumar o a beber alcohol. La soledad mata de verdad”, comenta José Augusto García Navarro, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, sobre los principales problemas para la salud en la vejez, más allá del cáncer, las demencias o el corazón. “El segundo gran riesgo es la pobreza; no podemos permitirnos que la gente mayor sea pobre”. Las dos cuestiones son puramente sociales, podemos intervenir en ellas y, además, están relacionadas.

García Navarro, geriatra: “La soledad mata”

“La soledad no deseada también tiene que ver con las características de la vivienda y las características del barrio”, afirma Lebrusán, que analizó en su tesis doctoral la vulnerabilidad residencial que sufre el 20% de la población mayor en España. En ocasiones, se trata de algo tan simple como no disponer de ascensor: “Si yo no puedo bajar a la calle, por mucho que tenga amigos en la plaza, me voy a encontrar en esa situación de soledad”.

Del mismo modo, el diseño del barrio marca las relaciones entre los vecinos. “Si no tengo un espacio en el que pueda socializar con otras personas el resultado, sin duda, va a ser la soledad no deseada”, prosigue la socióloga, quien aboga por lugares públicos y gratuitos, como los parques y las plazas peatonales, donde puedan convivir personas de distintas edades. “Existe una estratificación de usos por edad a la que, al final, es muy difícil resistirse”, lamenta.

En ese sentido, la psicóloga y experta en gerontología social Teresa Martínez afirma que “tejer comunidad” es hoy una “asignatura pendiente” en España. Primero, porque los cambios en nuestros modos de vida y familias nos lo exigen: muchas personas mayores viven solas. “Ha cambiado la percepción de obligación moral de que los hijos deben cuidar de los padres”, razona. “Eso no quiere decir que las familias se despreocupen. El carácter latino, mediterráneo, familiar sigue estando y otros países europeos nos miran con envidia”.

Pero, además, los estudios apuntan a que es una ganancia para la sociedad en conjunto. Una comunidad cohesionada “hace poblaciones más potentes y más comprometidas”, opina Martínez. “Incluso cuando no deseas tomarte un café con tu vecino, no significa que no le vayas a ayudar en un momento de necesidad”, agrega Lebrusán sobre las formas de solidaridad, y relata: “Te encuentras con situaciones como que una señora se rompe una pierna y otra, que no le conoce de nada, se las presta después de coincidir en la panadería”.

Una generación con "voz y voto"

En todo esto, las tendencias de “envejecimiento activo” destacan la participación ciudadana de las personas mayores como último pilar clave. Pero es otro tipo de "espacio" —social, no físico— en el que también existen barreras. “Somos sujetos activos de la sociedad, tenemos mucho que aportar, cada uno desde nuestra experiencia”, declara a RTVE.es Sabina Camacho, presidenta de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (CEOMA) sobre esta cuestión, que va desde la actividad política más tradicional al voluntariado en ONG o el rol que desempeña un abuelo o una abuela dentro de la familia.

“Si uno compara los patrones de participación de norte de Europa y sur de Europa, ve claramente que en el norte de Europa hay una tendencia a participar más en la vida comunitaria, fuera del ámbito de la familia, en organizaciones como voluntario o incluso a nivel político. En el sur de Europa, hay una clara tendencia a participar más dentro del ámbito de la familia. Si reparamos, por ejemplo, en el cuidado de nietos, tenemos la tasa más alta junto a Italia”, expone Rodrigo Serrat, psicólogo del grupo de investigación de gerontología en la Universidad de Barcelona.

En España, los mayores hasta ahora han votado y se han preocupado por la vida política y familiar, pero casi siempre desde fuera de las organizaciones donde se toman las decisiones. “Esta tendencia va a ir cambiando poco a poco con la generación del baby boom, que tiene ideas muy diferentes sobre la participación. Lo propio será que reclamen estos espacios y no se limiten a ocupar el asiento trasero. Van a ser sujetos de muchas políticas y van a querer tener voz y voto en su formulación”, augura Serrat.

En las próximas dos décadas, vamos a avanzar hacia una sociedad en la que una de cada cuatro personas tendrá más de 65 años. Así, todos los expertos consultados llaman a sacudirnos el "edadismo" que margina y penaliza todo lo que tiene que ver con la vejez. Serrat advierte: es una cuestión de democracia.