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Muere Isabel II

La monarquía británica, una corona con 150 millones de súbditos repartidos por el mundo

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Una multitud homenajea a Isabel II en la rotonda de la reina Victoria, durante la conmemoración del jubileo de platino
Una multitud homenajea a Isabel II en la rotonda de la reina Victoria, durante la conmemoración del jubileo de platino

No solo los británicos han perdido a su reina: el fallecimiento de Isabel II, tras un reinado de más de 70 años, ha conmocionado al Reino Unido, pero también afecta directamente a otros 14 países en los que la Casa de Windsor ejerce la jefatura del Estado, algunos tan relevantes como Canadá o Australia y otros tan minúsculos como Tuvalu, hasta sumar casi 150 millones de súbditos repartidos por todo el mundo.

La familia real, de hecho, es uno de los principales y más poderosos lazos que todavía vinculan a Londres con los antiguos territorios del Imperio Británico, el más extenso de la historia, aunque desmembrado poco a poco en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, coincidiendo precisamente con la llegada al trono de Isabel II.

A causa de las idas y venidas de ese proceso de descolonización, the queen ha llegado a reinar, en un momento u otro, sobre un total de 31 países independientes, e incluso sobre un estado no reconocido, la República de Rodesia, aunque ella no aceptó el título de soberana de lo que posteriormente se convertiría en el actual Zimbabue.

Un reinado de punta a punta del globo

Cuando este jueves 8 de septiembre le sobrevino la muerte, su reinado abarcaba 15 países de tres continentes: Antigua y Barbuda, Australia, Bahamas, Belice, Canadá, Granada, Islas Salomón, Jamaica, Nueva Zelanda, Papua Nueva Guinea, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía y Tuvalu.

Asimismo, era la soberana de tres islas que conforman las dependencias de la Corona, territorios que administra el Gobierno de Londres pero que no forman parte de Reino Unido: Guernsey y Jersey, en el canal de La Mancha, y la Isla de Man, en el mar de Irlanda. Indirectamente, además, ejercía de reina de las Islas Cook y Niue, territorios asociados a Nueva Zelanda.

Como ocurre en el propio Reino Unido, el poder político del monarca más allá de las fronteras británicas es limitado en la práctica, pero sus funciones representativas son de notable relevancia. Así, por ejemplo, se encarga de sancionar las leyes que se aprueban en Australia o en Canadá, dos de las 15 economías más grandes del planeta. Isabel II, incluso, llegó a realizar como reina de Canadá dos visitas oficiales a Estados Unidos, para reunirse con el presidente Dwight Eisenhower y con su vicepresidente, Richard Nixon, en 1957 y 1959.

A la cabeza de la Commonwealth

Nada que ver, en cualquier caso, con las casi cien visitas de estado que llevó a cabo representando a Reino Unido o con las cerca de 200 visitas a países de la Mancomunidad de Naciones (Commonwealth), la organización supranacional auspiciada por Londres tras la Segunda Guerra Mundial para cultivar los vínculos comerciales y diplomáticos con sus antiguas colonias. La labor de toda la familia real como representantes británicos, en este sentido, ha sido esencial en la política exterior de Downing Street durante décadas.

Pese a ausencias notables como las de Estados Unidos o Irlanda, la Mancomunidad de Naciones agrupa actualmente a 56 países, incluidos algunos sin vínculos coloniales con Reino Unido, como Mozambique y Ruanda. En total, son más de 2.500 millones de personas -incluidos casi 1.500 millones de ciudadanos de India- los que viven en los territorios adheridos.

Su principal dirigente, desde su fundación, ha sido Isabel II, aunque este cargo, tal como explicita la organización, por lo que los países miembros deberán decidir si eligen o no para un nuevo mandato indefinido a su sucesor en la corona británica.