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Guerra en Ucrania

De la exaltación del guerrero al sufrimiento de los civiles: así retrataron la guerra Picasso, Goya o Velázquez

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'Guernica' (1937), Pablo Picasso
'Guernica' (1937), Pablo Picasso

Cuando se habla de horror y de guerra, una de las primeras imágenes que hay en el imaginario colectivo es el cuadro de Guernica, de Picasso, que representa el bombardeo sobre la población civil por parte de las aviaciones alemana e italiana en la Guerra Civil en 1937. La intervención del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en el Congreso hizo recordar uno de los momentos más trágicos del pasado de España.

"Estamos en abril de 2022, pero parece que estamos en abril de 1937, en Gernika", dijo. El presidente de Ucrania pretendía recordar la brutal violencia contra la población española para denunciar el sufrimiento de la ucraniana.

El Guernica es posiblemente la pintura más icónica que ha retratado, con un estilo cubista y surrealista, la angustia y el terror mediante una casa en llamas en la que hay personas que sufren los bombardeos. "Muestra los horrores de la guerra en su máxima expresión", destaca a RTVE.es Yayo Aznar, catedrática de Historia del arte en la UNED.

Aparte del Guernica, son muchos los pintores que han retratado en sus cuadros los conflictos bélicos de su época. Pero su representación en el arte ha ido evolucionando desde los retratos de las victorias, el honor y las batallas, hasta llegar a la muerte de la población civil.

El cuadro clásico de guerra: honor y victoria

Históricamente, este tipo de retratos han sido representados habitualmente "con batallas victoriosas de ejércitos y generales vencedores", comenta Aznar. El estilo de estas primeras pinturas se basa en el triunfo y el honor de los ejércitos, como ocurre con Las lanzas o La rendición de Breda (1634 y 1635), de Velázquez.

'Las lanzas' o 'La rendición de Breda' (1635), Velázquez

'Las lanzas' o 'La rendición de Breda' (1635), Velázquez © Museo Nacional del Prado

En esta obra clásica aparece Justino de Nassau, gobernador holandés de Breda, entregando las llaves de la ciudad a Ambrosio Spínola, general genovés al mando del ejército de Flandes.

"No hay guerra, lo que plantea es el honor de los caballeros", destaca Julián Díaz, catedrático de Historia del arte en la Universidad de Castilla - La Mancha.

Por lo general, todos los cuadros siguen esta tendencia, pero Antoine-Jean Gros da un giro a esta representación. El pintor francés también retrata el honor y el triunfo, pero incluye la muerte en un primer plano en Napoleón en el campo de batalla de Eylau (1808), que representa la lucha de 14 horas entre el ejército de Napoleón I Bonaparte y las fuerzas rusas del general Bennigsen.

'Napoleón en el campo de batalla de Eylau' (1808), Antoine-Jean Gros

'Napoleón en el campo de batalla de Eylau' (1808), Antoine-Jean Gros RMN-Grand Palais (musée du Louvre) / Franck Raux

"Se ve al emperador bendiciendo y delante hay un montón de cadáveres congelados", describe Díaz. "La destrucción aparece de cerca, alrededor de ese Napoleón triunfante", explica Aznar.

Una pintura que supone un punto de inflexión entre lo que es "la guerra gloriosa y la guerra como desastre, como máquina de matar", señala Díaz.

La matanza de Quíos (1824), Eugène Delacroix

La matanza de Quíos (1824), Eugène Delacroix RMN-Grand Palais (musée du Louvre)

En esta misma línea, la muerte sigue representada en el campo de batalla con La matanza de Quíos (1824), de Delacroix, que retrata la masacre a un grupo de griegos por los turcos en la guerra de la Independencia griega, en la que llegaron a matar a 20.000 habitantes.

En este cuadro se "incluye en primer plano el horror de cómo se matan a los civiles en una guerra injusta" y con ello "se removieron muchas conciencias" destaca Aznar.

La población civil como protagonista: Picasso y Goya

Algunos antecesores de Picasso ya empezaban a dar importancia a la muerte de civiles, pero fue el pintor malagueño quien retrató solamente el horror con el Guernica.

Es una guerra directa contra los civiles

Aunque no hace alusión a un suceso concreto del bombardeo, la pintura denuncia el sufrimiento general y ya no representa las batallas que se retratan anteriormente.

"No hay un ejército contra otro y civiles que mueren porque están en medio, es una guerra directa contra ellos. El gran cuadro de la guerra, en la que siempre mueren los mismos, los civiles", explica Aznar.

El romanticismo de la guerra deja paso a la crudeza de los hechos, donde se empieza a entender el conflicto como "guerra entre pueblos" y no "entre ejércitos".

"Los civiles están en la primera línea de fuego, como ocurre con la guerra de Siria o la de Ucrania ahora. Es una guerra entre el pueblo ruso contra los ucranianos”, señala la catedrática Yayo Aznar.

Sin embargo, ya existió un pintor anterior que se preocupó por los civiles, Francisco de Goya, quien retrató a la población en la guerra de la Independencia española. El autor plasmó las muertes y las torturas en su serie de grabados Los desastres de la guerra.

Punto de enlace - La mirada de Goya sobre la mujer, la guerra y rostro - Escuchar ahora

Para el catedrático Julián Díaz, estas obras son las que mejor representan el significado de la guerra, en muchas estampas se aprecia de forma explícita la violencia ejercida hacia la ciudadanía: "La guerra pasa a ser entendida como una máquina de matar civiles".

'Estragos de la Guerra' (1810 - 1814), Francisco de Goya

'Estragos de la Guerra' (1810 - 1814), Francisco de Goya © Museo Nacional del Prado

En el grabado Estragos de la Guerra (1810 - 1814), de Goya, se plasma el ataque a una casa que transcurre en segundos, en la que caen hombres, mujeres y niños.

"Se ve claramente que es un ataque a la población civil, hay una casa patas arriba. Y Picasso conocía eso cuando hizo el Guernica", comenta Díaz. “El cuadro sería impensable sin Los desastres de la guerra, de Goya. Picasso los tuvo muy presentes”, coincide Aznar. Estos retratos influyen a Picasso para su posterior mural del bombardeo de Gernika.

Mediante el grabado, hay un interés de llegar a mucha más gente

Goya decidió realizar grabados en vez de pintura para difundir la realidad que veía. “Ya no es un óleo para colgar en un sitio, sino que quiere que tenga reproducción para llegar a mucha más gente, que con la que llegaría con una pintura”, incide Aznar.

'El 2 de mayo de 1808 en Madrid' o 'La lucha con los mamelucos' (1814), Francisco de Goya

'El 2 de mayo de 1808 en Madrid' o 'La lucha con los mamelucos' (1814), Francisco de Goya © Museo Nacional del Prado

En esta época, el autor también tiene en cuenta a la población en El 2 de mayo de 1808 en Madrid o La lucha con los mamelucos (1814), donde aparecen los mamelucos, esclavos guerreros del ejército francés que luchaban contra el levantamiento de la población española. “Aquí los civiles ya están peleando en primer plano”, indica Aznar.

La escena posterior a ese cuadro, que se corresponde con el día siguiente, es El 3 de mayo en Madrid o Los fusilamientos (1814), en la que Goya retrata por la noche a los franceses que fusilan a los detenidos tras el día anterior.

“Los militares no tienen rostro porque el foco de atención está en los civiles muertos una vez más”, explica la catedrática.

'El 3 de mayo en Madrid' o 'Los fusilamientos' (1814), Francisco de Goya

'El 3 de mayo en Madrid' o 'Los fusilamientos' (1814), Francisco de Goya © Museo Nacional del Prado

La realidad de las imágenes: de la pintura a la fotografía

Los desastres de la guerra y el Guernica son obras que marcaron un punto de inflexión a la hora de que la población civil fuera la protagonista en el arte bélico. Después del Guernica, el arte sigue con su foco centrado en este aspecto, pero se trabaja en otros formatos, como la fotografía.

¿Hasta qué punto las imágenes nos anestesian de alguna manera?

Empieza a haber una producción constante de fotografías para mostrar la guerra, que son recibidas por la ciudadanía diariamente, de modo que algunos artistas comienzan a reflexionar sobre esta representación habitual y buscan otros enfoques para contar esas historias.

Uno de los artistas más relevantes del arte contemporáneo, Alfredo Jaar, trabaja sobre las injusticias sociales con fotos desde una perspectiva poco común. Uno de sus trabajos más conocidos es The Rwanda Project (1994-2000), en el que con la ausencia de imágenes explícitas sobre el genocidio de Ruanda en 1994 reflexiona sobre la brutal violencia del conflicto.

Por ejemplo, en una de las fotos muestra un bonito cielo azul con una nube blanca, y en una nota testifica que estaba rodeado de cadáveres cuando la hizo.

“Jaar piensa más allá de la muerte de civiles, reflexiona cómo trabajamos las imágenes que recibimos de ellos. ¿Hasta qué punto esas imágenes nos cuentan cosas? ¿Hasta qué punto nos anestesian de alguna manera? ¿Hasta qué punto las vemos?”, señala Yayo Aznar.

Desde hace mucho tiempo este debate continúa presente. “Si vemos muchos días la guerra de Ucrania, ¿cuándo vamos a dejar de verla?, ¿Cuándo nuestra mirada se va a anestesiar?”, se pregunta la catedrática. Respecto a la reciente matanza en la ciudad de Bucha, “ahora estamos todos horrorizados. Pero, ¿cuántas matanzas hacen falta para que ya no nos importe, para que ya no queramos mirar?”, cuestiona.

Un disparo, un reflejo y el artista frente a su obra

Aunque la fotografía o la fusión de algunos formatos hayan reemplazado a los cuadros bélicos, la pintura sigue en la actualidad con este tipo de reflexiones sobre las fotografías, como es el caso del pintor español Simeón Saíz, quien “coge imágenes de la televisión o de un periódico, y las convierte en óleo”, indica Aznar.

Una práctica artística que realizó con uno de los últimos grandes conflictos en Europa entre finales del siglo XX y principios del XXI, la guerra de Yugoslavia.

"Esa matanza la dignifica, la lleva al estatus de arte y como que la superpone a la mirada”, señala. El artista pinta esas imágenes en un cuadro “con la intención de que mires, pero las pixela para mostrar que no siempre puedes ver lo que quieres”, añade.

Por lo general, estos autores “trabajan desde varios puntos de vista y sobre todo les preocupa mucho hasta qué punto dejamos de mirar, hasta qué punto nos anestesiamos”, insiste Aznar.

La población seguirá siendo la protagonista del desastre de la guerra, pero el riesgo de la producción constante de fotografías es que, más allá de mostrar la cruda realidad de una guerra, puede llegar a crear indiferencia en la sociedad.