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Residencias en la sexta ola: calma por la vacuna e inquietud por los contagios y las bajas del personal

  • Expertos, asociaciones, familiares de residentes y trabajadores analizan la situación que se vive ahora en estos centros
  • Aunque los residentes ya estén vacunados, siguen afectados por las cuarentenas, las limitaciones sociales y la falta de personal

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Imagen de archivo en la que una trabajadora atiende a los ancianos de la Residencia de Puente Viesgo (Cantabria).
Imagen de archivo en la que una trabajadora atiende a los ancianos de la Residencia de Puente Viesgo (Cantabria).

La pandemia no da tregua a las residencias de mayores. Cuando parecía que empezaban a recuperarse tras la tragedia vivida durante la primera ola, una nueva variante del virus ha logrado colarse en estos centros y azota de nuevo a los más castigados, quienes, pese a tener ya la tercera dosis de la vacuna, sufren otra vez la avalancha de contagios, el aislamiento, las bajas del personal y las restricciones en las visitas de familiares.

"Hay más calma, porque ha bajado la mortalidad, pero hay mucha preocupación por los contagios. Afortunadamente, están vacunados con la tercera dosis y eso está contribuyendo a que sean más leves los casos, pero, claro, estamos hablando de personas mayores que tienen infinidad de patologias y a lo mejor no mueren por COVID pero sí porque las otras patologias se les han agravado como consecuencia de la infección. Eso no figura en ningún tipo de relación ni estadistica, pero a nosotros nos preocupa que haya un número tan alto de brotes a nivel estatal", señala el presidente de la Plataforma en defensa de la dignidad de las personas mayores (PLADIGMARE), Miguel Vázquez, en una conversación con RTVE.es.

La vacunación ha hecho descender la mortalidad

Al igual que otros expertos, representantes de asociaciones, familiares de residentes o trabajadores, Vázquez recalca que la vacunación ha sido crucial para que la situación no sea tan alarmante a día de hoy como lo fue en 2020 y esto es algo que se evidencia en los datos recogidos dentro del último balance del Imserso.

Las residencias de mayores registraron 5.083 muertes por COVID-19 en 2021, una cifra triste pero muy alejada de los 25.797 fallecimientos contabilizados en 2020 en estos centros en los que la pauta general de vacunación terminó en la semana 10 de 2021 (8 de marzo) y la de refuerzo concluyó en la semana 47 del mismo año (22 de noviembre).

La otra cara la representa el elevado número de contagios. La variante ómicron ha propiciado un notable incremento de casos en residentes desde el pasado mes de noviembre, pasando de 70 en la semana del 8 al 14 de noviembre a los 3.647 de la última semana del año (entre el 27 de diciembre y el 2 de enero).

Crecen los contagios y las bajas entre el personal de residencias

Por si fuera poco, también están siendo numerosas las bajas entre el personal de las residencias; en la última semana del año hubo más de 7.700 trabajadores con casos de COVID confirmados, lo que repercute de manera directa en los cuidados que reciben los mayores y en la presión con la que se trabaja dentro de estos centros en los que siempre han faltado manos.

Ante el repunte y la gran cantidad de bajas, algunas comunidades han revisado sus protocolos. Por ejemplo, la Comunidad de Madrid, que identificó 98 brotes en la semana comprendida entre el 26 de diciembre y el 2 de enero, ha optado por permitir a las residencias de mayores contratar excepcionalmente empleados sin la titulación requerida.

Lourdes Bermejo, vicepresidenta de la Sociedad Española de Gerontología (SEGG), afirma que la falta de trabajadores es un problema previo a 2020 que se agudizó con la pandemia y que se sigue arrastrando "ola tras ola". Además de lamentar que sean los residentes quienes acaben sufriendo las mayores consecuencias, la experta advierte de que los profesionales que trabajan en residencias están "agotados". Muchos, dice, están doblando turnos como consecuencia de las bajas que no se cubren.

Ambas cosas las confirma María, terapeuta de una residencia de la provincia de Granada en la que los trabajadores siguen viviendo una situación "muy estresante" por la escasez de personal, la prolongación de unas medidas que "limitan" mucho sus labores y la preocupación por el repunte de contagios.

Los trabajadores anímicamente estamos destrozados

"Falta personal, sobre todo de enfermería. Nos hemos tirado un mes sin ningún tipo de enfermera y hemos tenido que suplirlo entre todos. Hemos tenido que trabajar el doble y las condiciones laborales son malísimas (...) Los trabajadores anímicamente estamos destrozados", cuenta esta terapeuta que, tras las vacaciones de Navidad, se sometió a una prueba de COVID antes de volver al trabajo y dio positivo.

"Nos tienen muy controlados, muchísimo más que en los hospitales y centros de salud", afirma la joven, quien explica que en su residencia —donde los trabajadores se hacen dos test preventivos a la semana y reducen al mínimo la vida social— ha habido algunas bajas más.

Pese a la gran carga laboral y las indeseables circunstancias, tanto ella como sus compañeros tratan de que los mayores a los que atienden tengan una vida "lo más normal posible" y sigan realizando actividades grupales, una tarea nada fácil teniendo en cuenta las numerosas medidas de protección que aplican para contener a la ómicron.

Residentes y familiares, afectados por los "cierres" de residencias

Bermejo, que está en contacto con numerosas residencias de toda España, percibe una "grandísima diversidad" entre la gestión que se hace en los distintos territorios. El hecho de que las comunidades tengan transferidas las competencias en esta materia supone que cada una decida adoptar medidas diferentes y que esas no siempre estén relacionadas con la tasa de contagios sino "con el criterio de los políticos o de los responsables de las consejerías".

Del mismo modo, varían mucho, dice, los recursos disponibles en unas residencias y en otras, así como el número de pruebas de diagnóstico que se realizan. Algunas consejerías, prosigue Bermejo, sí han dotado a los centros de este material, mientras que otras lo han dejado en manos de las propias residencias.

Otro punto delicado es el de las visitas de familiares, que, en muchas ocasiones, se están restringiendo desde el momento en el que se detecta un brote.

Bermejo y Vázquez explican que no hay un número de contagios fijado por el que se deba ordenar el "cierre" de un centro y la decisión a menudo depende de lo que decidan los responsables de los centros.

"El problema grave que vemos es que, después de un brote, por pequeño que sea, la única solución que toman los gestores y directores de residencias, respaldados por las instituciones, es cerrar las residencias a los familiares, cerrar las visitas. Ya se había demostrado que esta no era la solución y sin embargo llueve sobre mojado. Para ellos la residencia es su casa y la solución es que se actúe como en un domicilio particular, es decir, que se aísle a la persona contagiada, pero que el resto de residentes puedan llevar una vida más o menos normal (...) Hay residencias que llevan cerradas desde el 23 de diciembre", critica Mariví Nieto, de Marea de residencias.

También Vázquez está en contra de que los cierres "a cal y canto" sean la norma general cuando hay contagios en una residencia y sostiene que la solución no es esa, sino aplicar planes de contingencia y "sectorizar" el centro. Además, sostiene que el personal de estos centros no está recibiendo la formación específica que se necesita y cree que eso es algo que también puede influir en el aumento de contagios.

La residencia en la que vive la madre de Nieto, de 81 años, se cerró hace cinco días y, desde entonces, asegura, los familiares de los usuarios no reciben "ningún tipo de información". "Estamos reviviendo aquellos momentos de la primera ola en los que se les aisla y se les encierra mientras en el resto de la sociedad no funciona así porque sí que hay cabalgatas, cotillones, grandes centros comerciales atestados por las rebajas... Dentro del elevado número de contagios que hay, la sociedad está viviendo, más o menos, una vida normal. Sin embargo, ellos siguen encerrados y sin ver a sus seres queridos. Es un castigo", afirma.

"Después de dos años, que siga funcionando todo así es deprimente"

María Jesús, cuya madre vive en una residencia del barrio madrileño de Usera, también se muestra contraria a las restricciones de visitas por lo que eso perjudica al bienestar emocional de los mayores. Del mismo modo, se queja de que muchos centros impidan que los familiares suban a las habitaciones de los residentes.

"Las visitas son en el exterior, en el jardín, en una sala común o en la cafetería, pero no nos dejan subir a planta. Nos hace pensar que están ocultando la falta de personal, pero no hace falta subir a planta para saberlo (...) Es un caos, hay días completos sin enfermeras ni enfermeros e incluso ha habido un día sin médico. Después de dos años, que siga funcionando todo así es deprimente", opina María Jesús.

Luisa, madre de otra usuaria de una residencia de Madrid, comparte la misma inquietud, pero admite que tampoco todos los familiares son igual de "disciplinados" cuando acceden a las residencias: "Yo he llegado a ver a un grupo de diez personas esta Navidad, cierto que en la calle, de visita a una residente. Me parece una irresponsabilidad. El sentido común lo tenemos que poner todos", subraya.

Más allá de las visitas, en centros de algunas comunidades se está pidiendo a los residentes que, si salen durante unos días, se realicen una prueba PCR a la vuelta y, aunque el resultado sea negativo, tienen que estar varios días en cuarentena por prevención. Durante este tiempo, no pueden participar en actividades colectivas ni comer en el comedor, algo que Bermejo no ve proporcionado, teniendo en cuenta que tienen ya tres dosis de la vacuna.

Mientras tanto, el Gobierno de Castilla-La Mancha ha acordado este lunes suspender las salidas de los usuarios de residencias de la región de una duración menor a siete días.

"Parece que no hemos aprendido nada (...) Se están tomando medidas sin pensar en la salud física y emocional de los mayores", lamenta Vázquez, quien pide, al igual que el resto de personas entrevistadas, que los derechos y la dignidad de las personas mayores se pongan, de una vez, en el centro de los intereses institucionales. Hay que empezar a atajar, insiste, grandes problemas que son de raíz y que ya existían antes de que irrumpiera la pandemia.