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Mujeres invisibles para la medicina, también en la investigación de la COVID-19

  • Ni la medicina ni la investigación tienen en cuenta las diferencias entre hombres y mujeres, según las expertas consultadas
  • Objetivo Igualdad aborda los sesgos sexistas en la investigación médica, la diagnosis y los tratamientos
  • Ya puedes ver "Medicina sin sexismo" en RTVE.es y de madrugada a las 00.45 horas en Canal 24 horas

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Objetivo Igualdad - programa 15
Objetivo Igualdad - programa 15

La pandemia del COVID 19 ha provocado millones de muertos, pero también uno de los mayores esfuerzos de investigación y atención de los sistemas sanitarios que se recuerdan. Las mujeres han estado en la primera fila de la lucha contra el coronavirus. han sufrido sus consecuencias, pero también han visto que -como pasa desde hace siglos-, la ciencia ha vuelto a poner al varón en el centro.

Carme Valls Llobet, autora del libro "Mujeres invisibles para la Medicina" ha analizado esta pandemia desde su mirada experta. Lleva años constatando que la medicina, como muchas otras ciencias, es androcéntrica: "Si se considera que el hombre es el centro del universo, entonces da por supuesto que si se estudia al varón ya se está estudiando a la mujer". Salvo durante el embarazo y el parto, por razones obvias, la medicina ha creído que el patrón varón servía también para ellas. Lo que nos ha hecho invisibles para la Medicina.

Mujeres invisibles

Una invisibilidad histórica reforzada durante esta crisis sociosanitaria. María Teresa Ruiz Cantero, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Alicante, confirma lo que parece una obviedad: las enfermedades se manifiestan de forma diferente en hombres y mujeres. Y se ha demostrado con el COVID-19. Una enfermedad calificada en un principio por la OMS como una infección respiratoria para después ser recalificada como inflamatoria. En los varones se ha mostrado sobre todo en neumonías, mientras que en las mujeres ha cursado con pérdida de gusto y olfato, fatiga, vómitos e incluso problemas de piel.

“Como ni los síntomas ni los signos que ha presentado la enfermedad se han segregado por sexos, no se ha podido detectar pronto la enfermedad y por lo tanto tratarla. Como consecuencia, el llamado síndrome de COVID persistente afecta sobre todo a las mujeres”, afirma María Teresa Ruiz Cantero. Un 79% de los afectados son mujeres con una media de edad de 43 años, según los datos de la Asociación Española de Medicina General y de Familia. Los datos sobre COVID-19 se disgregan por sexo para recoger el número de casos, los fallecimientos, las hospitalizaciones y los ingresos en UCI, pero no para los síntomas.

Informe Semanal - Atrapados en la Covid - ver ahora

¿Por qué no se separan los datos sobre síntomas por sexo? Se podría pensar que es por economía, para facilitar los análisis, algo que rebate María Ángeles Rodríguez Arenas, directora del Diploma de Especialización en Salud Pública y Género del Instituto Carlos III: “No se puede entender esta ceguera, los científicos tendríamos que tener ese plus de curiosidad. Deberíamos haber aprendido del infarto

Y nos recuerda que no fue hasta 1993 y tras el grito de la cardióloga americana Bernandine Healy cuando se empezaron a estudiar los diferentes síntomas que el infarto de miocardio tiene en hombres y mujeres. El dolor en el pecho y en el brazo izquierdo de ellos, que todo el mundo reconoce como señal de alarma de que se puede estar sufriendo un infarto, no tiene nada que ver en cómo se presenta en las mujeres. Ellas suelen notar un dolor con náuseas desde el estómago hasta las mandíbulas. Si no se conocen o se menosprecian los síntomas no se podrá dar un buen diagnóstico.

Una perspectiva igualitaria en diagnosticos, investigación y ensayos clínicos mejoraría la salud de las mujeres

Sesgos de género

Si no se nos atiende igual estamos ante un sesgo de género, un esfuerzo diagnóstico y terapéutico menos profundo en un sexo respecto al otro ante la misma necesidad sanitaria, lo que se traduce en desigualdad en la atención de uno de los dos sexos. María Teresa Ruiz Cantero nos pone un ejemplo: "Un estudio hecho en la universidad de Copenhague demostró que en 700 enfermedades había un retraso diagnóstico mayor en mujeres que en hombres, salvo en la osteoporosis donde el retraso era mayor en hombres que en mujeres y porque se asocia a un problema de la menopausia".

La queja de la mujer se atiende peor y más tarde

"La queja de la mujer se atiende peor y más tarde. Se nos tiene menos en cuenta. Nuestra voz se escucha menos", dice Ángeles Rodríguez Arenas. Y añade: “Es algo típico ver a mujeres que van una y otra vez a su centro de salud, en busca de una solución a sus males, una solución que no les dan, por eso vuelven. Las llamadas 'hiperfrecuentadoras', parece como si no tuvieran otra cosa que hacer que acudir al médico porque están aburridas o porque tienen un problema mental”.

Carme Valls Llobet lo ha visto en sus años de ejercicio profesional: "Claro que hay mujeres con enfermedades psiquiátricas, pero no todas a las que se les trata con psicofármacos. Es muy fácil que un 20% de mujeres salgan de las consultas médicas con sedantes y antidepresivos antes de haber intentado un solo diagnóstico". Los datos demuestran las mujeres tardan el doble que los hombres, una media de seis años, en ser diagnosticadas de una enfermedad crónica.

Un 20% de mujeres salen de las consultas médicas con sedantes y antidepresivos

Investigación sesgada

La discriminación de las mujeres en la medicina está en los diagnósticos, en los tratamientos, incluso antes de que los medicamentos lleguen a la farmacia. "La investigación con fármacos preclínica, antes de entrar en el mercado, se hace con ratas machos en un 75% de casos y solo en un 20% o un 30% en ratas hembras. Hay tratamientos que solo han sido investigados en hombres, o en ratas machos, y no en mujeres y eso es un problema grave a la hora de tratar", recuerda Carmen Valls Llobet.

No es un problema de eficacia, nos dice María Teresa Ruiz Cantero, sino de efectividad, de observar los efectos secundarios que se tienen que estudiar tanto en hombres como en mujeres, porque pueden tener reacciones cruzadas por las hormonas. Y pone un ejemplo práctico: "Cuando se investigaban los efectos secundarios de la llamada “viagra femenina” y su posible interacción con el alcohol, la empresa farmacéutica hizo un ensayo con una muestra de veinticinco hombres y dos mujeres para un fármaco que se van a tomar las mujeres. No tiene sentido, eso es mala ciencia". Hay errores terribles como el de la Talidomida, aquel medicamento para evitar las náuseas recetado a las embarazadas y que provocó múltiples malformaciones en los bebes.

Perspectiva de Género

María Teresa Ruiz Cantero apunta a uno de los orígenes del problema: "Durante los estudios universitarios no se nos enseña esta manera diferente de presentación clínica de las enfermedades en mujeres y hombres. Al no estudiarse en la carrera difícilmente lo podemos aplicar después en las consultas. De ahí la importancia de aplicar la perspectiva de género en los estudios universitarios para poder ser aplicada con posterioridad".

Sólo el alumnado de Enfermería tiene entre sus competencias considerar el género

Pero no parece que de momento eso esté en la hoja de ruta de las Universidades. De momento, explica Ángeles Rodríguez Arenas que dirige un diploma de Salud Pública y Género: “ Solo el alumnado de Enfermeria tiene entre sus competencias considerar el género en sus intervenciones y la identificación de las consecuencias de la violencia de género. Las facultades de Medicina siguen dejando a sus egresados salir sin haber hablado nunca de género. Solo hay algunas asignaturas optativas que suelen elegir personas ya sensibilizadas”.

El género pasa factura

Si la salud es algo más que la ausencia de enfermedad, como dice el lema de la OMS, convendría aplicar la perspectiva de género a todos los ámbitos de la salud.

La salud es algo más que la ausencia de enfermedad

"Es un problema de justicia"-dice Arenas-"el sistema no está funcionando bien, no está respondiendo a las mujeres como si lo está haciendo con los hombres. Aunque las mujeres no lo noten, ahí están las cifras que demuestran que ellas salen perdiendo. Las condiciones de vida y de trabajo, si hay hijos o personas mayores que cuidar, si se tiene doble o triple jornada. Todo eso condiciona la salud de las personas. Hay que tener en cuenta la situación social y medioambiental de las mujeres", concluye Carme Valls Llobet.

"Somos conscientes de que las enfermedades no se expresan igual en hombres y mujeres, sí en función de la edad, de la etnia", recuerda María Teresa Ruiz Cantero, "y eso se debe tener en cuenta para tratar mejor a los seres humanos".