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Goyas 2021

El vestuario de 'Las niñas', un túnel del tiempo nostálgico a la adolescencia en los 90

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Boceto del vestuario de 'Las niñas', ópera prima de Pilar Palomero
Boceto del vestuario de 'Las niñas', ópera prima de Pilar Palomero

Las niñas es una de las joyas de la temporada de cine y parte como una de las favoritas en los atípicos Goyas 2021 marcados por la pandemia. Lo hace bajo el halo de una opinión unánime: su cuidada ambientación es un espejo fiel de cómo eran aquellas preadolescentes de la España de los 90, con epicentro en Zaragoza, y genera una identificación nostálgica casi automática.

Turbulencias emocionales como es el paso iniciático de la niñez a la juventud, envueltas en una educación aún arcaica, muchos silencios y demasiadas preguntas. De fondo, el estilo de la época: colorines, chapas, hombreras y el boom de las carpetas forradas con los ídolos juveniles.

La ópera prima de Pilar Palomero ha sumado alabanzas-y una larga ovación- en su presentación en la Berlinale, ha ganado la Biznaga de Oro en el Festival de Málaga, ha triunfado en los Forqué y encara los Goya con nueve nominaciones (mejor película; dirección novel y guión original para Palomero; mejor actriz de reparto, Natalia de Molina; dirección de fotografía, Daniela Cajías; montaje, Sonia Escudé; dirección artística, Mónica Bernuy; canción original y diseño de vestuario, Carlos Naya y Arantxa Ezquerro).

La diseñadora zaragozana atesora varios premios Simón del cine aragonés y un premio Gaudí por La novia (2015) de Paula Ortiz. Arantxa Ezquerro afronta su primera nominación a los Goya como “un regalo enorme” y un reconocimiento a la labor más invisible en las películas en mitad de la tormenta del coronavirus para la cultura.

La película se rodó en el verano de 2019 en el instituto Miguel Servet de Zaragoza, está ambientada en un colegio de monjas y en la mayor parte del metraje las protagonistas visten uniformes escolares.

La directora Pilar Palomero y la diseñadora de vestuario Arantxa Ezquerro en un momento del rodaje Jorge Fambuena

Un reto de diseño para marcar la personalidad de las chicas en los complementos y dos premisas claras: la ausencia de luminosidad y un color rojo reservado en exclusiva a los labios en un juego cromático sutil.

“En la protagonista lo que teníamos claro era la ausencia de complementos que contrastaba con una de sus amigas. La amiga tenía un poner adquisitivo superior y jugamos con esas chapitas que tenía de viajes o con esas pulseras y esos pendientes de colorines”, relata la diseñadora que añade que “la que rompía radicalmente era la chica que venía de Barcelona con un aire fresco, por eso se llama Brisa. Con esas cazadoras vaqueras oversize llenas de parches y las mochilas, las chicas adolescentes llevaban unas bolsas de tela gigantes, típicas de Zaragoza”.

Chapas, cazadoras vaqueras y pendientes de colores

La cinta, que cuenta en la producción con la participación de RTVE, sigue la historia de Celia, una niña de once años (una excelente Andrea Fandos) hija de una madre soltera (Natalia de Molina). Brisa, una nueva compañera recién llegada de Barcelona, la empuja hacia una nueva etapa en su vida: la adolescencia.

Un viaje localizado en una España de incipiente modernidad, la de la Expo de Sevilla y de las Olimpiadas de Barcelona del año 92. Un marco para el que Arantxa Ezquerro aportó parte de su fondo de armario- también del de familiares y amigos- además de un rescate cuasi arqueológico de fotografías y documentales.

La personalidad de las niñas se marca en los complementos al llevar uniformes Andrés Felix y Arantxa Exquerro

“En el caso de los uniformes hubo que llevarlos a casas de confección porque los largos han cambiado. Ahora son más cortos y tuvimos que tener un extra de largura en las faldas”, explica, y detalla como también se puede ser rebelde con un anodino uniforme escolar.

“Celia todavía no está en ese crecimiento y no puede decidir ella lo que se pone, se lo compra la madre. Pero poco a poco se baja los calcetines y decide cómo llevarlo o se sube la falda. Se va viendo esa rebeldía en el vestir”.

Cuenta la responsable de vestuario que la conexión con la directora Pilar Palomero fue inmediata. Ambas se consideran “niñas de los 90” y la película también aporta la medida de la transformación de la moda a través del tiempo encabezada por las tribus urbanas “en 1992 había mucha variedad, pijos, heavies, siniestros, punkies…” y estilos que han envejecido con peor o fortuna.

“Yo llevaba a los de Sensación de vivir, a Edward Furlong, de Terminator 2 y a Héroes del silencio en la carpeta”, señalaba Pilar Palomero en una entrevista con nuestro compañero Jesús Jiménez desde el Festival de Málaga. Por cierto, las pegatinas que llevan las niñas también son una recreación fiel de las de la época.

Las protagonistas, escogidas en un casting de más de 1.000 actrices infantiles, sí han vivido un proceso de inmersión y un choque generacional “con muchas risas”, que la realizadora mitigó pasándoles listas de spotify con las canciones que más sonaban en el 92 (“Black or White” de Michael Jackson, “Licencia para bailar” de La Década Prodigiosa,“Can't stop this thing we started” de Bryan Adams, “Se le apagó la luz” de Alejandro Sanz o “20 de abril” de Celtas Cortos), un fin de semana “sin móviles” en el que tuvieron que tirar de teléfono fijo para quedar o poniéndoles los mismos videos que ella veía de adolescente.

“Sobre todo Sensación de vivir y la programación de la televisión de la época que era lo que todos veíamos: Las chicas Chin Chin, las Mama Chicho, los programas nocturnos con Rafaella Carrá, que aparecen en la película… Vistos 30 años después son muy curiosos. Me he visto muchos para incluir fragmentos en la película y es muy fácil encontrar momentos en los que dices. ¡Dios mío!, ¿en el 92 todavía se hacían comentarios así? Están muy pasados de moda,” explica Pilar Palomero.

Natalia de Molina encarna a una madre soltera en los 90 Arantxa Ezquerro y Andrés Felix

En el otro lado, la niña Andrea Fandos recuerda cómo ha sido esta suerte de master class "noventera". “Nos ha enseñado qué era la Super Pop y las cosas que les gustaban a los adolescentes de la época para ambientarnos en el papel. Por ejemplo, expresiones como ‘Guay del Paraguay'", señala, y apunta al llamativo contraste en la educación.

“Lo que no me gusta es que las mujeres estaban mucho más oprimidas que ahora, no se les valoraba nada y se les consideraba inferiores a los hombres. En aquella época los niños jugaban más en la calle y ahora los padres nos protegen mucho más. También nos parecía muy raro estar allí en el colegio de monjas, porque ninguna hemos ido a ese tipo de centros. Y, sobre todo, ¡que no había móviles!". Una evolución femenina entre pasado y presente que ha cautivado en las nominaciones de los Goya.