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Literatura

Las cartas inéditas de la Nobel Gabriela Mistral a las exiliadas: "Me duele la desgracia de España"

  • Un libro recopila la correspondencia con Maruja Mallo, María Zambrano o Victoria Kent
  • Mistral les dio soporte económico y anímico para salir adelante en el exilio tras la Guerra Civil

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De izq a dcha: Maruja Mallo, Victoria Kent y Margarita Nelken
De izq a dcha: Maruja Mallo, Victoria Kent y Margarita Nelken

La Premio Nobel de Literatura Gabriela Mistral ocupó el cargo de cónsul de Chile en Madrid de 1933 a 1935. Solo bastaron dos años para que España se le enredara en el corazón y la existencia.

Mistral (Vicuña,1889-Nueva York, 1957) se movió en los círculos intelectuales republicanos y trabó amistad con Juan Ramón Jiménez o el crítico literario Enrique Díez Canedo y su esposa Teresa, también confraternizó con las socias del Lyceum Club Femenino fundado por María de Maeztu donde mantenía tertulias hasta el amanecer.

“No dialogaba, necesitaba un punto de partida de uno o de otro y su charla se hacía luminosidad plástica. Contaba historias de su vida que embellecía con fantasía y uno se quedaba prendido en el encanto de una realidad poética”, explicó su íntima amiga, la jurista Victoria Kent, sobre el magnetismo de Gabriela. La poeta sería sustituida en el cargo por otro chileno ilustre: Pablo Neruda.

Imagen de la Premio Nobel de Literatura chilena Gabriela Mistral F.Santander

Durante la Guerra Civil, Mistral se implica personalmente para recaudar fondos y sacar a Francia a un grupo de niños del País Vasco. La autora no duda en aportar para la causa los beneficios de su poemario, Tala (1938).

“Semana a semana me ocupo de la gente que está a este lado de los Pirineos. Mi libro ha dado hasta hoy 30.000 francos, que Victoria Kent ha distribuido entre los niños salidos a última hora y algunos maestros”, escribe a Teresa Díez Canedo.

La sororidad y empezar de cero en el exilio

Gabriela Mistral removió cielo y tierra para que salieran de la Península intelectuales en peligro, agilizando gestiones y sumando influencias. Ya como cónsul en Lisboa ofreció protección diplomática a la pintora surrealista Maruja Mallo, vigilada por el dictador Oliveira Salazar, hasta que consiguió embarcar hacia Argentina. Un gesto que Mallo jamás olvidaría en una devoción epistolar a través del tiempo.

Hacia el final de la guerra coordinó desde Niza junto con el profesor Federico de Onís la recaudación para exiliar a Antonio Machado. La alerta llegó tarde porque el poeta moriría poco después de pena y necesidad en Colliure.

Carta de Maruja Mallo a la Nobel F. Santander

La formidable actividad filantrópica de la Nobel se plasma nítida en la obra De mujer a mujer. Cartas a Gabriela Mistral desde el exilio (1942-1956) de la Colección Cuadernos de Obra Fundamental que edita Fundación Banco Santander.

Recopila en 30 misivas inéditas la correspondencia de la chilena con exiliadas españolas como María Zambrano, Francisca Prat, Maruja Mallo, Ana María Sagi, Zenobia de Camprubí, María de Unamuno o Margarita Nelken.

“Mistral era muy solidaria y afectiva. Ofrece calor humano, bálsamo emocional y cuando puede ayuda en lo material. Para las exiliadas que estaban intentando remontar sus vidas, sus carreras y luchando contra la nostalgia, ella era un símbolo de lo que había conseguido con sus esfuerzos”, explica a RTVE.es Francisca Montiel Rayo, autora del volumen y profesora en la Universidad de Barcelona donde forma parte del Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL).

Fotografía de la filósofa María Zambrano F. Santander

Montiel espigó entre más de 12.000 cartas del archivo personal de Gabriela Mistral conservado en la Biblioteca Nacional de Chile y rescató estas perlas, que conforman un mosaico de sororidad en una época convulsa.

Radicadas a la fuerza en diferentes países de América, donde Mistral era una de las voces literarias más respetadas, la Nobel ayudaba profesionalmente a las desterradas. Funda la Casa de España en México en una actividad frenética y un movimiento perpetuo de países: España, Portugal, Francia, EE.UU.... “Soy como un alga siento la necesidad de flotar”, decía.

La escritora y pedagoga, durante años se dedicó a la educación, se implicaba con compañeras de toda la vida, conocidas o con mujeres con las que no tuvo contacto como María Enciso, militante comunista afincada en Petrópolis (Brasil) a la que leyó y patrocinó obras, como mecenas de jóvenes escritoras ya había prologado el segundo libro de Carmen Conde.

"Quiero considerarme su lectora y amiga"

A su amiga, la política y crítica de arte Margarita Nelken, le animó a escribir “en plenitud”. Ambas compartieron el desgarro de la muerte de un ser querido: Nelken perdió a su hijo en la IIGM y Mistral a su joven sobrino Francisco al que ella había criado. En una correspondencia conmovedora ambas se desahogan.

“Sé que me hará bien rozarme con su serenidad. Yo aún estoy en carne viva, y me rebelo, y no se resignarme. Aquella criatura se me llevó la vida… Y ahora voy a pedirle algo para mí: mándeme una foto para tenerla cerquita ¿Lo hará? ¡Gracias!”, escribe Margarita Nelken, a la que Mistral invitó a su hacienda mexicana para confortarla.

Gobierno de España. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Archivo Histórico Nacional

Carta de Gabriela Mistral a Margarita Nelken Archivo Histórico Nacional

La profesora Montiel destaca por su valor, las cartas de la Nobel a la filósofa española María Zambrano, exiliada en México, a la que veneraba. “Decía que se sentía pequeña en comparación con la talla intelectual de Zambrano”, señala la autora.

“Me llena de gusto que usted llegue a América, el ejemplo de una mujer que tiene cultura filosófica verdadera y que sabe darla en una forma tan noble como la suya. Usted nos levanta a todas consigo y hará en el mujerío americano más bien del que sabe usted misma”, alaba Mistral que se despide con afecto: “Quiera considerarme su lectora y su amiga adicta y admiradora que desea encontrarla algún día en este mundo. Dios la guarde”.

Con Zenobia de Camprubí y Juan Ramón Jiménez mantuvo lazos estrechos toda su vida. La chilena impulsó la candidatura al Premio Nobel de Literatura del que consideraba su maestro, pero ella lo ganó antes, en 1945, aunque lo consideraba inmerecido.

De mujer a mujer, incluye dos semblanzas de María Enciso y de Victoria Kent que describe como la narradora siempre encaró con coraje el horror de la guerra y el desgarro del exilio. “Deberíamos llamarla Gabriela la dolorida, dolorida por el dolor ajeno que la hería en anchura y profundidad”, apunta Kent.

"Solo quisiera ser

uno de los pequeños motivos de tus sonrisa,

quizá un pequeño pensamiento de tu

mente

durante la mañana,

o quizá un lindo recuerdo

antes de dormir..."

(Gabriela Mistral)