Enlaces accesibilidad

Israel y Palestina, o la historia de una colonización

  • Israel amenaza con anexionarse hasta un 30% de los Territorios Palestinos
  • Desde 947 los palestinos han perdido un 70% del territorio

Por
La lucha por la tierra histórica de Palestina vuelve a la agenda internacional

Es uno de los conflictos más enquistados de la era moderna. La lucha por la tierra histórica de Palestina ha provocado seis guerras, dos intifadas y miles de muertos y refugiados. Pero detectar su origen y sus razones, dice el historiador Jorge Ramos Tolosa, no es fácil. “Pensamos que empezó en la Guerra de los Seis Días del 67, que es una cuestión religiosa, o de hace dos mil años... No. Es una cuestión de colonialismo, de asentamiento sionista que empezó en el siglo XIX y que continúa activo en la actualidad”, señala a RTVE el historiador Jorge Ramos Tolosa, autor del libro Una historia contemporánea de Palestina e Israel.

La amenaza de Israel de anexionarse hasta un 30% de los Territorios Palestinos, dice el historiador, es un capítulo más de esta historia, que ahora ha despertado todas las alarmas internacionales. “Lo que pretende esta anexión es legalizar, según la ley israelí, lo que de facto ya existe, porque de facto ya hay ese control israelí sobre los territorios ocupados”.

Y así, el conflicto de Israel y Palestina, durante décadas clave para la estabilidad de Oriente Próximo, vuelve a estar la agenda internacional. Muchos buscan ahora, como otros hicieron antes, respuestas en los orígenes de un conflicto que ha pasado por muchas etapas que han ido cambiando en función del rumbo del siglo. "Israel cuenta con una relación de fuerzas infinitamente superior a quienes se oponen, es decir, los palestinos y el resto de países árabes", señala el codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), Jesús Núñez. "Recordemos que llevamos más de seis guerras y dos intifadas y en cada una de ellas Israel ha conseguido dominar a sus enemigos"

"Eretz Israel", el sueño sionista

El origen, asegura Ramos Tolosa, siempre es la pugna por el control de la tierra. Una tierra que el sionismo llama "Eretz Israel", la Tierra de Israel, término histórico con el que la comunidad judía se refiere al territorio en el que estaban los antiguos reinos de Judá e Israel. También se la ha llamado Tierra Santa o, sencillamente, la Palestina histórica. Su control siempre fue el sueño del sionismo, el movimiento político que, a finales del siglo XIX, buscaba -en palabras de su fundador, Theodor Herzl- un “estado para los judíos”.

Desde principios del siglo XX, todos los esfuerzos iban dirigidos a ello. Tras la caída del Imperio otomano, las sucesivas oleadas de migración judía hacia allí, conocidas como Aliyah, llevaron a cientos de miles de judíos a Palestina. Aquello desató un conflicto demográfico y Reino Unido, administrador del territorio tras la Primera Guerra Mundial, prometió el mismo terreno a árabes y judíos. El conflicto estaba servido.

Surgieron revueltas, huelgas, enfrentamientos. Grupos armados, como la Haganá o la organización terrorista judía Irgun o la guerrilla de Abdel Kader Al Husseini y la del islamista Izz Al Dine Al Qassam. En plena dinámica de descolonización, en 1947 la ONU propuso una solución salomónica: dos estados, uno judío y otro árabe. El principal líder sionista, David Ben Gurion, aceptó. “Lo hizo tácticamente, como una solución de primer paso”, señala el profesor Ramos Tolosa. “Aceptó la partición de Palestina, la división de Palestina, lo que llamamos ahora la solución de dos Estados, para, como él mismo dijo, cancelar posteriormente la partición y expandirse por el resto de territorios”.

De aquel mapa propuesto por la ONU a la realidad de hoy hay un salto abismal. Los palestinos han perdido un 70% del territorio. Más de 650.000 colonos israelíes viven hoy en los asentamientos de Cisjordania. Muchos son los factores que han intervenido, pero el control de la tierra sigue siendo uno de los puntos clave.

Colonización entre guerras, cumbres y revueltas

En 1948, los árabes – Egipto, Siria, Jordania- rechazaron el plan de partición de la ONU y la Agencia Judía, la institución sionista, proclamó unilateralmente la fundación de Israel tras la retirada británica. Y ahí comenzaron las guerras. A la primera los palestinos la llaman la Nakba, que significa desastre. Entre 700.000 y 750.000 palestinos huyeron o fueron expulsados de sus hogares y se convirtieron en refugiados.

Le siguieron la de los Seis Días en el 67 o la del Yom Kippur en el 73, todas victorias para Israel. Al principio luchaban otros estados árabes, pero luego, surgieron organizaciones guerrilleras palestinas, como Al Fatah, el Frente Popular para la Liberación de Palestina, o la propia OLP, que mezclaban ataques guerrilleros con atentados terroristas.

Muchas de estas organizaciones estuvieron inspiradas y apoyadas por el bloque soviético. Yaser Arafat, su líder, fue acusado por Israel de terrorismo por acciones como las del comando de la OLP Septiembre Negro en 1970, aunque respaldado por muchos líderes árabes. “Son épocas de Guerra Fría y post-Guerra Fría en los que en muchos lugares del sur global, en África, Asia, América Latina, había muchísimas guerrillas, de distinto tipo, con un gran intercambio de ideas y prácticas. Aquí se inserta el nacimiento de la OLP”, señala.

En los 80 se añadió un factor determinante: la irrupción del islamismo. Al calor de la Primera Intifada, en 1987 surgió Hamas, la organización islamista, considerada terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, y que planteaba Palestina -incluido Israel- como un todo irrenunciable por mandato divino. Los atentados de su brazo armado causaron unos 480 muertos entre 1994 y 2005. Con su aparición, el movimiento palestino quedó atrapado entre dos modelos, uno laico y otro islamista, una bicefalia que todavía hoy se arrastra.

Treinta años de la Primera Intifada

Ahora, la dinámica de las luchas armadas parece que ha cambiado o, al menos, se ha desinflado. “Es una época que ha pasado”, señala Ramos Tolosa. Palestina se encuentra dividida, y no sólo territorialmente. Su alma política también está dividida entre dos proyectos, el nacionalista-laico y el islamista. La Autoridad Nacional Palestina, que gobierna en los territorios en Cisjordania; por el otro, Hamas, que controla Gaza. Algo, asegura el profesor, de lo que Israel ha sabido beneficiarse “Ha sabido aplicar muy inteligentemente el ‘divide y vencerás’ a la dirigencia palestina”, añade Ramos Tolosa.

¿El fin de la solución de dos estados?

Con la caída del Muro de Berlín las dinámicas de confrontación mundial cambiaron y con ellas, la del propio conflicto. Estados Unidos mandaba tras el derrumbe del bloque soviético y había una euforia por las soluciones multilaterales. El conflicto entre Israel y Palestina también. Llegaron la Conferencia de Madrid, de 1991, y los acuerdos de Oslo.

“Israel venía de tener una presión importante. Los años anteriores habían sido los de la invasión de Líbano, de la masacre de Sabra y Chatila a la que la ONU llegó a calificar de genocidio, la Primera Intifada palestina, con aquellas imágenes icónicas de niños palestinos lanzando piedras a los tanques”, señala el historiador. "Y ese nuevo marco llevaba a Israel a tener que hacer algún gesto para la opinión pública internacional pero lo estudió muy bien para que saliese a su favor”, añade. “Entre otras cosas, porque es un estado que tiene como gran aliado a Estados Unidos, que salía de la Guerra Fría como gran vencedora y como potencia unipolar”.

Desde que la ONU en 1947 propuso el plan de partición, la solución de dos estados ha sido el gran referente de todas las negociaciones: la Conferencia de Paz de Madrid, los Acuerdos de Oslo, los de Camp David... Pero, según el historiador, siempre ha habido diferencia entre la diplomacia y la realidad. “Durante mucho tiempo, incluso desde Oslo, se ha venido utilizando el paradigma de la solución de dos estados, mientras sobre el terreno, Israel continuaba colonizando y sofisticando su Apartheid”, señala Ramos Tolosa.

Para el profesor Núñez, "la destrucción de la idea de los dos estados ya viene de atrás, no es algo que arranque con esta nueva etapa", señala. "Y por tanto hay que contar con todo el camino recorrido desde el plan de partición de 1947".

El ‘status quo’

Durante todas estas décadas, Israel ha seguido ampliando sus colonias, pese a las condenas de la ONU y la comunidad internacional. Y eso ha ocurrido, recuerda el historiador, con todos los gobiernos israelíes, ya fueran halcones o palomas, Laboristas, o del Likud o el Kadima. "Se denominen más como de derechas o de izquierdas, el primer elemento para tener en cuenta la relación entre Israel-palestina, Palestina-Israel es que son sionistas, y el axioma del sionismo es conseguir el máximo de territorio posible con la mínima población palestina", asegura Ramos Tolosa. “El propio David Ben Gurion dijo que ninguna persona sionista puede nunca renunciar a ninguna parte de Eretz Israel, y esto es clave”, señala.

Con los años, dice el historiador, las propuestas de máximos se han apoderado del conflicto, y la solución negociada parece más lejana. Hoy, “en el debate de los poderes israelíes está mantener el 'status quo' de ocupación o ampliarlo, no cumplir las resoluciones internacionales”. Mientras, Hamas sigue sin reconocer el derecho de Israel a existir. La Autoridad Nacional Palestina acude a la ONU y a una comunidad internacional que parece incapaz de desatascar el conflicto.

"El hecho es que no hay ya ningún contacto, ni siquiera en temas de seguridad, entre la Autoridad Palestina y el Gobierno de Israel", apunta Jesús Núñez. "Todos los vínculos están rotos, y esta nueva anexión es una decisión unilateral por parte del Gobierno de Netanyahu, apoyado por Estados Unidos", añade.

Décadas después, guerras, revueltas y acuerdos fracasados, el conflicto entre Israel y Palestina parece muy lejos de su solución. A la lucha por la tierra se unen ahora otros intereses y conceptos, además de generaciones de ambos bandos traumatizadas. Conceptos como la justificación religiosa o los intereses geopolíticos, propios y ajenos han envenenado aún más la disputa. Pero el control de la tierra fue, es y será uno de los principales elementos de esta, aparentemente, eterna lucha.