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"¿Quién dio la orden?": la pregunta que se hacen los familiares de los falsos positivos en Colombia

  • Por 270 euros jóvenes colombianos eran reclutados mediante el engaño. Luego los mataban y los hacían pasar por guerrilleros fallecidos en combate
  • La Fiscalía contabiliza al menos 2240 muertes extrajudiciales. La Asociación de Madres de Falsos Positivos habla de más de 5000 víctimas

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"Falsos positivos", crímenes de Estado en Colombia

Fernando saca de su bolsillo un recorte de prensa. Asegura que nunca sale de su casa sin esta hoja de periódico rota y amarillenta por el tiempo. En el suelo coloca las cuadrículas para poder leer el titular; es del 25 de agosto de 2011.

"Sordomudo bogotano sería un falso positivo. Luis Pamplona desapareció en el centro de Bogotá y días más tarde fue hallado muerto cerca de Medellín. Acusan a un teniente de su asesinato", se lee en el periódico.

Con el mismo cuidado con el que vuelve a guardar la hoja, Fernando trata de recomponer la historia de su hijo asesinado a los 35 años. Ocurrió en diciembre de 2007, Luis Francisco –Pacho para su familia y amigos-desapareció de la noche a la mañana y nueve días más tarde llamaron a su padre para comunicarle que habían encontrado el cadáver. "Me dijeron que mi hijo era un guerrillero, un delincuente que había muerto en un enfrentamiento con el Ejército. Pero mi hijo no era nada de eso, se lo inventaron ellos y por eso es un falso positivo", señala Fernando.

En Colombia se conocen como falsos positivos a las personas asesinadas por agentes del Estado; las secuestraban y mataban para luego presentar como guerrilleros muertos en combate.  Los militares habrían recibido gratificaciones a cambio de las vidas de inocentes.

Muertes violentas y datos contradictorios

Según los datos de la Fiscalía entre 1988 y 2014 hubo al menos 2240 víctimas extrajudiciales, pero podrían ser muchas más. En la última fosa abierta en el país han exhumado cincuenta y cuatro cadáveres. Alejandro Ramelli, magistrado de la JEP (Jurisdicción Especial para la Paz), acaba de terminar en el cementerio de Dabeiba los trabajos de recuperación de cuerpos “Hay una gran cantidad de indicios que demuestran que se trata de muertes violentas.”

A día de hoy todavía son cientos, quizás miles, los desaparecidos. Solo unas pocas familias han conseguido recuperar los cuerpos de sus víctimas. Aunque a Fernando le entregaron un cadáver hoy está convencido de que no era el de Pacho “Por falta de conocimiento nos quedamos con el cuerpo que nos dieron. Me moriré con esa duda. Mi hijo tenía una cicatriz en la mano derecha pero el cadáver no tenía ninguna marca, pregunté y me dijeron que esas marcas desaparecían en la fase de descomposición. Mi hijo tenía pelo pero el cuerpo que me entregaron era de una persona calva, insistí pero trataron de convencerme de que a los muertos se le caía el pelo. Mi hijo medía un metro sesenta y la víctima que enterramos era de un metro ochenta.”

A Fernando le obsesiona limpiar el nombre de su hijo. En los tribunales consiguió la condena a varios militares y mandos del Ejército por la muerte de Pacho pero asegura que los culpables están todos en libertad. Esto le ha llevado durante años a llamar a las puertas de distintos medios aunque no siempre ha tenido suerte “algunos me han pedido dinero a cambio de publicar la historia y como no tengo recursos he tenido que irme.”

Después de dos encuentros en persona y varias conversaciones telefónicas Fernando pregunta con cierta preocupación si tiene que pagar algo por contar su historia personal. Respira tranquilo ante la negativa y se despide dando sus bendiciones y recordando que solo quiere que se sepa la verdad.

Una petición similar es la que nos traslada Ana Páez. Hace doce años asesinaron a su hijo Eduardo, fue el primer caso reconocido por la justicia como falso positivo. Ante el tribunal fue clave la declaración de testigos protegidos “Reconocieron que el Ejército les había pagado por llevarse a mi hijo y a otros. Les daban un millón de pesos por cada persona que secuestraban”.

Reclutaban a jóvenes de barrios pobres como falsos positivos

Por un millón de pesos, lo que equivale a 270 euros, los reclutadores se llevaban a los jóvenes que encontraban en pueblos o barrios empobrecidos. A muchos los engañaban con falsas promesas de dinero o trabajo. Ya en manos de los agentes del Estado y después de muertos los vestían como guerrilleros “mi hijo apareció vestido con un camuflado. Al lado tenía una mochila y un arma y yo les gritaba que mi hijo no era guerrillero, no era guerrillero”.

Eduardo había recibido varios disparos pero su traje estaba intacto. Según las pruebas de balística sus manos no habían disparado ningún arma. Ana no puede evitar las lágrimas de la injusticia mientras relata lo que le ocurrió a su hijo. En el salón de su casa tiene muy presente el recuerdo a través de varias fotos que ocupan diferentes espacios de la estancia. Junto a otras catorce mujeres Ana fundó en 2014 la asociación MAFAPO (Madres de Falsos Positivos). Aunque todas son madres de los desaparecidos en las localidades de Soacha y Bogotá, también quieren ayudar a las familias de víctimas de otros departamentos.

La polémica de falsos positivos sigue muy viva en Colombia. Además de la apertura de nuevas fosas, un oficial ha difundido por las redes unas declaraciones sobre las órdenes de altos mandos a militares. Entre 2006 y 2008 Mario Montoya era el comandante del Ejército en Colombia. Él siempre ha negado tener conocimiento sobre los falsos positivos pero un teniente coronel en activo, Álvaro Amórtegui, lo acusa ahora de haber ordenado ejecuciones “No tiene nada de héroe las órdenes que emitía. Matar bobos y locos de los pueblos no es ser héroe”.