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Ciencia abierta a niñas y jóvenes sin límites de ningún género

  • El 11 de febrero es el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia
  • Frente a clichés y techos de cristal, la vocación científica se ofrece sin barreras

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Seis testimonios de mujeres dedicadas a la ciencia sin límites

La ciencia busca la verdad y trata de derribar los prejuicios, incluidos los que perviven en el seno de su actividad. Una conocida experiencia realizada por la Universidad de Yale en 2012, el experimento John-Jennifer, mostró que el mismo currículo firmado por un hombre (John) parecía a los seleccionadores -tanto catedráticos como catedráticas- más empleable, más competente y recibía mejor evaluación que uno idéntico perteneciente a una mujer (Jennifer).

Es una forma de discriminación tan real como quizá inconsciente. Y no hay que ser experto en datos para entender que si la elite científica contrata a menos mujeres, estas tienen menos probabilidades de trabajar en laboratorios de prestigio y su carrera deviene estadísticamente peor.

Peor y mucho más aburrida. Porque una colegial a la que le gustan y se le dan bien las matemáticas, la estadística y los números en general podría quedarse en el futuro sin vivir la inolvidable experiencia de poner el pie en la Antártida para aportar herramientas de registro de datos en un proyecto de investigación biológica que estudia cómo los microorganismos aprenden a colonizar nuevos espacios empujados por el deshielo.

"¡Y aprender lo que cuesta un dato y lo importante que es cada dato que se obtiene en un continente donde no se puede estar más que unas cuantas semanas al año!", explica la estadística Ana Justel antes de emprender la próxima semana su séptima expedición a la Antártida, en concreto a la península de Byers.

El sesgo del efecto John-Jennifer (los sesgos son uno de los enemigos de cualquier investigador), junto a otros, están en parte detrás de lo que más poéticamente se ha llamado el techo de cristal. En España, las investigadoras representan el 39% del total de científicas, pero solo hay tres rectoras en las universidades. La llegada de la química Rosa Menéndez como nueva directora del CSIC, la primera en la historia de este organismo, es una pica puesta no en Flandes, sino percutiendo contra este techo invisible que no deja a las mujeres progresar en su carrera profesional.

O no tan invisible. Está bien identificado que una de las principales causas que lastran la progresión laboral de las mujeres es la maternidad. Cuando las mujeres tienen hijos repercute en su carrera profesional como no lo hace en el caso de los hombres, por una pura inercia social. En las parejas de investigadores, normalmente si hay dos becas postdoctorales que conllevan un traslado al extranjero, se acaba eligiendo el destino de él porque las expectativas de ingresos son superiores. El sesgo no solo existe, sino que se retroalimenta.

Por no hablar de la incertidumbre laboral que viven las familias formadas por científicos y que en plenitud de sus carreras encadenan contratos tipo beca, otra cara de la precariedad de la ciencia en nuestro país, y sin atributos de género.

La importancia y la responsabilidad de los maestros

Detrás de la biografía de muchas vocaciones científicas está un hecho primordial, un detalle quizá pequeño que, de repente, de forma consciente o no, orienta el sentido de la vida de una niña. Por ejemplo, un libro que te regaló tu madrina con la vida de la primera mujer astronauta, Valentina Tereshkova, que literalmente te abrió los ojos al universo y te llevó a soñar con explorar el espacio, a leer a Carl Sagan, a conocer a Hipatia y a estudiar ciencias físicas.

O las clases "fantásticas" de una profesora de Biología que "inspiró" tu interés por la vida a nivel celular y estimuló una "obsesión" personal por tratar de curar enfermedades, recuerda la neurocientífica Marta Cortés Canteli. Esta sería quien años más tarde atrajo al cardiólogo Valentín Fuster, director general del Centro Nacional de Investigaciones Cardiológicas (CNIC), a buscarla a Estados Unidos para investigar la conexión entre el cerebro y el corazón en el tratamiento del alzhéimer -resulta que la fluidez de la circulación en la vasculatura cerebral tiene un papel fundamental en el desarrollo de esta enfermedad que, por cierto, afecta más a las mujeres que a los hombres-.

Otras veces, por qué no, todo viene por tomar un rumbo a contracorriente de lo esperado: un tío químico cuyo trabajo te fascinaba más que el de tus padres historiadores y refuta la teoría del palo y la astilla; o una lamentable profesora de Física que te removió por dentro la necesidad de aprender por tu cuenta para enmendar tal calamidad.

El futuro de una niña puede cambiar dentro de las paredes de un aula, y nuestros enemigos los sesgos comienzan en el colegio. Un reciente estudio de las universidades de Nueva York, Illinois y Princeton mostraba que a la corta edad de seis años las niñas se vuelven menos propensas a asociar la brillantez con su propio sexo y tienden a rehuir las actividades catalogadas para niños “muy inteligentes”. De ahí la responsabilidad que tienen los docentes para excluir de sus clases los estereotipos de género y abrir la puerta a referentes femeninos que hagan la ciencia atractiva para niñas y jóvenes.

"Obrint portes" - Autor: Joan Aguiló JOAN AGUILÓ

Investigar para contarlo

Y la ciencia no acaba en la contemplación de sus logros, sino que adquiere su utilidad en la vida, en el día a día. Lo destaca Cristina Gómez Navarro, física que ha encontrado en el "nanomundo" "una interesante caja de sorpresas que merece la pena abrir", la de las cosas que son un millón de veces más pequeñas que un piojo.

Junto a Ana, Marta, Sara, Beatriz y Alejandra ha ido a hablar en la Casa Encendida de Madrid de la ciencia que le apasiona, ante un auditorio multigeneracional en el que no faltan jóvenes estudiantes. Habla de las aplicaciones de la física de la materia condensada, o como es más conocido hoy en día, de nanotecnología, que persigue crear circuitos electrónicos cada vez más potentes y pequeños, de los que llevamos millones en nuestro bolsillo, "esculpidos" en nuestro teléfono móvil, y del comportamiento del grafeno, considerado el material del futuro.

Parafraseando a Gabriel García Márquez, investigar para contarlo. Hacia ahí ha orientado su trabajo Sara Gil Casanova, la astrónoma que conoció de niña a Tereshkova y hoy ha creado junto a un amigo Astrochat, una aplicación móvil para hablar de astronomía y de las mujeres que se han dedicado al espacio, una especie de Elige tu propia aventura galáctico, que mezcla aprendizaje y entretenimiento y en el que "no faltan el humor, los minijuegos y los gifs de gatitos".

También ha seguido el camino de la divulgación Alejandra García Frank, paleontóloga y, como ella se define, "jurasiquera" que ayuda a leer la historia del planeta en los fósiles que ha estudiado en España y Marruecos. Ahora, en sus propias palabras, apuesta "muy fuerte" por la divulgación científica de la geología de una forma inclusiva, enseñando a personas con dificultades visuales o auditivas y sordociegas qué nos cuentan los fósiles, y también acompañándoles en excursiones de campo para explicar sobre el terreno cómo se forman las cordilleras.

Contra los sesgos que lastran el desarrollo de las mujeres que quieren vivir la ciencia y de la ciencia hay tratamiento, explica la comunicadora científica Beatriz Sevilla. Se pueden mejorar las políticas de contratación, con o sin las polémicas cuotas; se pueden crear bajas de paternidad y maternidad igualitarias y obligatorias; se puede motivar a las mujeres desde la escuela para superar todos los hándicaps anteriores. Y claro, se puede hacer ciencia, que es lo que se trata de promover en este 11 de febrero, Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

(Imágenes de vídeo de: Greta Carrete Vega y Álvaro Fernández López. Foto de Joan Aguiló)