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El 'embarazo' de Escocia

  • Las encuestas auguran un resultado muy ajustado para el referéndum
  • Cameron se ha lanzado con toda la artillería en la recta final de la campaña
  • El programa En Portada visitó Escocia a principios de 2013

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Un músico intepreta con la gaita una canción ante varios visitantes en el pueblo de Selkirk, en la frontera de Escocia e Inglaterra
Un músico intepreta con la gaita una canción ante varios visitantes en el pueblo de Selkirk, en la frontera de Escocia e Inglaterra

Coincidiendo con el anuncio del nuevo embarazo real, empezó a circular en el Reino Unido un chiste sobre el referéndum de Escocia.

Escocia: “Te voy a abandonar…”

Gran Bretaña: “No puedes”

Escocia: “Me voy. Se acabó”

Gran Bretaña: “….Estoy embarazada!”

Refleja claramente la desesperación de Londres por conseguir que Escocia se quede en el Reino Unido. Las alarmas habían saltado y no dejaban de sonar para los unionistas ante los resultados de las encuestas que empezaban a dar ventaja al Sí o un resultado muy ajustado. Muchos se preguntan qué ha podido pasar desde que se convocó el referéndum, hace casi dos años. Entonces, las encuestas daban una victoria por goleada a los partidarios del No a la independencia.

El primer ministro británico, David Cameron, ante esa perspectiva, forzó que sólo hubiese una pregunta en la consulta, cuya respuesta sería sí o no a la independencia, y no dejó que se incluyese una segunda, como pedían los independentistas, sobre un aumento de derechos a los escoceses, cuando en querer más competencias y poderes, más autogobierno, es algo en lo que sí coincidía y coincide la mayoría de los escoceses. Y el exceso de confianza y un error de cálculo político pueden conducir a veces, como esta ocasión, a una situación de pánico y que puede ser irreversible.

La campaña del "SI"

La campaña del Sí estaba ya entonces a pleno rendimiento. A los pocos días de la firma del Acuerdo de Edimburgo, el Congreso anual del SNP, el Partido Nacional de Escocia, se convertía en un baño de multitudes para el jefe de gobierno escocés, Alex Salmond, un político carismático, populista y muy hábil y gran artífice de la política que ha llevado a esta consulta.

La independencia sería para él su obra política y personal. El SNP, nacionalista de orientación socialdemócrata, planteó desde el principio un panorama muy seductor de una Escocia independiente, económicamente más próspera y socialmente más justa. Por todos lados se podían ver ya entonces distintos artículos que hacían referencia al Si, camisetas, bolígrafos, globos, incluso había una versión del Sí –Yessie- del monstruo del Lago Ness.

Mientras, cuando se preguntaba por el campo del No, por los unionistas, encontrabas un cierto vacío o tenías que acudir a representantes de uno de los tres principales partidos nacionales, laboristas, conservadores o liberales, obligados a superar sus diferencias y cerrar filas de cara al referéndum.

Siempre se pensó que, junto a la falta de la segunda pregunta, cualquier fisura en el campo del No y una campaña falta de color y sentimientos podían ser su Talón de Aquiles. Y probablemente haya bastante de eso en lo ocurrido en los últimos meses y especialmente en la recta final.

El Sí puso la quinta desde el primer momento, no cejó, en la estela del espíritu de William Wallace y los suyos, ni un segundo en la batalla, mientras que los partidarios del No se dormían en los laureles, confiados en unas encuestas que les daban como vencedores y esperando que la razón se impusiese al corazón.

Y, es cierto, que uno de los aspectos que más podían sorprender en aquellos momentos era que muchos escoceses confesaban que el corazón les pedía votar sí, pero que la razón les decía que no, porque no tenían claro que económica y socialmente la independencia les beneficiase.

La viabilidad económica y social de una Escocia independiente

En el centro del debate siempre ha estado la viabilidad económica y social de una Escocia independiente, porque lo que defiende el Sí es un independentismo basado más en una diferencia en el modelo de política social que en reivindicaciones históricas, más en valores sociales que en identidades.

Quedaba muy claro que el sentimiento escocés primaba sobre cualquier otro en los votantes de un lado o de otro pero en aquel momento prevalecían los intereses sobre la pasión. No olvidemos que Escocia se unió a Gran Bretaña por motivos económicos y que esos son básicamente los que han dominado durante todo el tiempo.

Los escoceses tienen claro que su identidad y sus señas no están en peligro ni se han visto reprimidas durante estos siglos desde el centro y que la esencia escocesa es archiconocida y plenamente identificable en el mundo. Pero si hay algo que no gusta a los escoceses es la deriva neoliberal adoptada por el gobierno conservador en Londres en los últimos años, algo que Salmond ha sabido utilizar para arrimar el ascua a su sardina. Los escoceses son tradicionalmente votantes del laborismo y les aterra pensar en una sociedad neoliberal.

Si hay algo claro si gana la independencia es que el laborismo se tendrá que despedir durante tiempo de optar al ejecutivo de Londres porque perderá su principal y fundamental caladero de votos. Pero, en realidad, sólo una pésima campaña del No podía hacer inclinar la balanza del lado del Sí.

Falta de información

Cuando estuvimos con jóvenes escoceses que iban a ser nuevos votantes en este referéndum pudimos ver que eran entonces una hoja en blanco. Se quejaban de que faltaba información. Quien haya conseguido hacérsela llegar con más claridad y convicción conseguirá con seguridad una buena parte de ese voto juvenil.

La falta de claridad y la cerrazón se pueden llegar a pagar muy caras en estos casos y es lo que al final le puede pasar a Londres. No admitió la segunda pregunta -siempre estuve convencida de que Cameron quería guardarse el as de la concesión de más derechos en la manga para concedérselos una vez ganase el No. Mostraría así una actitud condescendiente hacia los escoceses que siempre tendrían que estar agradecidos al centro por las concesiones. Pero, al final, el tiro le puede haber salido por la culata.

Ante los resultados de las últimas encuestas, tanto Cameron como el exprimer ministro laborista Gordon Brown se han lanzado con toda la artillería a Escocia en esta recta final de la campaña para conseguir que se decante a favor del unionismo. Han tenido que poner toda la carne en el asador y no han faltado las promesas de más derechos.

Lo que iba a ser una concesión en plan regalo por haber sido “niños buenos” se convierte en promesas de obligado cumplimiento. Todo ello habría sido innecesario si Londres hubiese admitido la segunda pregunta que habría vencido con gran probabilidad a la independencia. Esa es al menos la sensación que siempre tuve. Para la independencia no veía mayoría entonces, para más derechos, claramente sí.

Pase lo que pase en el referéndum y, volviendo a nuestro chiste del principio, Escocia dará a luz un bebé y, se llame independencia o unionismo, lo que está claro es que para la madre, Escocia -Alba en gaélico- ya nada será igual que antes.