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Chávez, Venezuela y América Latina

  • Hugo Chávez deja tras de sí apasionados partidarios y detractores
  • Ha marcado la vida política de América Latina en los últimos 15 años
  • El tiempo dirá si su proyecto es duradero o se marchita sin su carisma

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Si hay algo que Hugo Chávez no deja tras de sí es indiferencia. Pocos dirigentes políticos, por no decir ninguno, han desatado como él en las últimas décadas en América Latina tanta pasión y adhesión inquebrantable entre sus seguidores y admiradores, como tanto desprecio y rechazo visceral por parte de sus detractores y oponentes. Chávez ha acaparado esa capacidad de desatar, en intensidad similar, amor y odio que solo algunos dirigentes históricos latinoamericanos, como Juan Domingo Perón en Argentina o Fidel Castro en Cuba, habían logrado concitar.

Encasillar a Chávez en un arquetipo resulta difícil. Ha sido un dirigente populista, sin duda, pero ha sido más que eso.  Con su innata, incluso histriónica capacidad para entremezclar indudable carisma, poderosa oratoria (en ocasiones rayana en la incontinencia verbal),  y misticismo cristiano, Hugo Chávez fue construyendo un proyecto imbuido de mesianismo pero al mismo tiempo dotado de enorme empatía con los sectores populares tanto venezolanos como de otros países latinoamericanos.

No importa si en la práctica era real o no, Chávez convenció a los desheredados de que, por primera vez, contaban y no estaban abandonados a su suerte, excluidos y marginados como siempre antes. Y lo plasmó con sus “misiones” que llevaron médicos y maestros a rincones de Venezuela en los que en su vida los habían visto. Sus críticos dicen que era demagogia y mero asistencialismo. Quienes se beneficiaron, lo veían desde otra óptica.

Revolucionario bolivariano

Esa es la clave principal de su éxito político y electoral, que ni la oposición venezolana ni los sectores latinoamericanos que se le oponían, demasiado autoinstalados en un ciego y altivo desprecio hacia Chávez, nunca supieron entender. El chavismo fue utilizando todo el aparato del estado en beneficio propio, pero por sí sola no parece que fuera la única causa ni la determinante de sus continuas victorias en las urnas.

La llegada a la presidencia de Venezuela de Hugo Chávez, hace tres lustros, supuso una gran sacudida en el escenario político latinoamericano con una influencia que traspasó ampliamente las fronteras venezolanas y se mantiene hasta estos días, para bien o para mal, según la lectura que haga cada cual.

Chávez, intelectualmente autodidacta, fue bebiendo de forma aleatoria en distintas fuentes, desde Bolívar y Francisco de Miranda, a Juan Carlos Mariategui o Fidel Castro, pasando, claro está, por el evangelio, para agitar el contenido en una coctelera sin previa ideología definida de la que él extrajo su propia doctrina bautizada como Revolución Bolivariana o Socialismo del Siglo XXI.

Odiado y amado, a partes iguales

Para sus detractores, Hugo Chávez ha sido una suerte de bufón político que ha intentado comprar lealtades, dentro y fuera de Venezuela, gracias al poder económico de los petrodólares. Una especie de nuevo caudillo con vocación hegemónica, deseos de perpetuarse en el poder y un ego político desmesurado. Consideran que su gestión y su influencia han sido nefastas y que su único legado será crisis económica e inestabilidad política.

Por el contrario, los partidarios de Chávez están convencidos de que ha puesto la base de una nueva Venezuela y una nueva América Latina, más solidaria y comprometida con los seres humanos que la habitan, y más democrática, como para ellos ejemplifican las distintas elecciones ganadas por su líder. Están convencidos de que ha tejido un nuevo modelo político y socioeconómico, más participativo, que perdurará más allá de su presidencia.

El tiempo dirá quienes tienen razón, si los seguidores de Hugo Chávez o sus detractores. El tiempo definirá si Chávez logró consolidar un proyecto colectivo y beneficioso para Venezuela y para América Latina, o se limitó a un arranque de personalismo populista que se desvanecerá como arena entre los dedos. De lo que no cabe duda, a estas alturas, es que Hugo Chávez ha marcado la vida política de América Latina en los últimos 15 años con una fuerza casi huracanada.