Enlaces accesibilidad

La masacre de Newtown revive el eterno debate sobre el control de armas de fuego en EE.UU.

  • En 2009 había 310 millones de armas de fuego en manos privadas
  • La Segunda Enmienda protege el derecho a llevar armas
  • Existe un poderoso lobby en torno a la Asociación Nacional del Rifle

Por
Los sucesos ocurridos en Newtown reabren el debate de las armas

Columbine, Virginia Tech, ColoradoNewtown... los tiroteos con víctimas mortales, en ocasiones decenas, se han vuelto macábramente habituales en EE.UU.  Tanto que ya no sorprenden al resto del mundo, que ha acabado por considerarlos una característica más de la sociedad estadounidense.

La lista anterior recoge los más letales, pero cada día en EE.UU. mueren decenas de personas por disparos. Según el FBIen 2011 se produjeron 9.903 víctimas mortales en actos criminales en los que se usaron este tipo de armas. Mueren más estadounidenses por este motivo que en las guerras que libra su país en el exterior.

The Washington Post ha publicado un mapa de los tiroteos masivos ocurridos solo en 2012: 13 sucesos, con 81 muertos en total. En cuatro de ellos se usaron rifles de asalto.

Pero lo más grave en realidad es la densidad de este tipo de armamento en EE.UU.: en 2009 había unas 310 millones de armas de fuego en manos privadas, según un informe del Congreso elaborado tras la matanza de 12 personas en un cine de Colorado, el pasado julio. Comprar un arma puede costar entre los 75 y los 1.500 dólares (entre 56 y 1.139 euros), según el mismo informe.

De acuerdo con una encuesta de Gallup en 2011, citada por CNN, el 47% de estadounidenses declararon tener al menos una pistola en casa, y un 69% de la población confiesa haber disparado alguna vez.

Tras la masacre de Connecticut, el presidente de EE.UU., Barack Obama, ha subrayado que el país necesita "cambiar" para que hechos así no vuelvan a ocurrir. Pero habría que preguntarse por qué no se ha hecho nada hasta el momento y si realmente esta matanza va a cambiar algo.

Una legislación permisiva

"Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un        Estado Libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas". Así reza la Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense.

Esta prevención, entendible en el siglo XVIII para un país que nacía de una revolución contra la metrópoli, en la que las milicias tuvieron un papel determinante, es la base que permite que prácticamente todos los adultos que lo deseen puedan llevar armas de fuego, desde un revólver a una carabina semiautomática 223 Bushmaster, con 30 balas por cargador, como la usada por Adam Lanza en Newtown.

Sendas leyes de 1934 y 1968 introdujeron algunas restricciones a algunos modelos (como las ametralladoras), así como a la producción y al comercio. La última de ellas proscribía la posesión de armas para los menores de edad y las personas con antecedentes penales. Además, varios estados han introducido otras cautelas, como la obligatoriedad de un permiso.

En los últimos 30 años, partidarios y detractores del derecho a llevar  armas se han enzarzado en agrios debates, pero los primeros se han impuesto, normalmente con el apoyo del Partido Republicano.   Los republicanos han convertido la defensa de la Segunda Enmienda en  un  símbolo más de su apuesta por la "libertad individual" frente a la   intromisión del Estado.

En 1994, el presidente demócrata Bill Clinton introdujo una prohibición sobre armas de asalto semiautomáticas y cargadores de alta capacidad. Estuvo en vigor durante 10 años, hasta septiembre de 2004. Cuando expiró, el republicano George W. Bush se negó a renovarla.

Las propuestas de limitación que hay actualmente sobre la mesa en absoluto suponen una prohibición total o un control exahustivo, sino que más bien buscan reducir la capacidad de fuego de los hipotéticos tiradores y evitar que personas con un perfil considerado peligroso pueden hacerse con un arma.

Con un cuidado exquisito del lenguaje, se ha propuesto, por ejemplo, limitar la capacidad de los cargadores a siete balas, prohibir la munición especial o los revólveres de bolsillo (muy baratos) o que se comprueben los antecedentes de enfermedad mental de quien solicita un permiso.

Medidas similares formaban parte de un informe del Departamento de Justicia elaborado tras el tiroteo en el que murieron seis personas y resultó herida la congresista Gabrielle Gifford, pero abandonadas después por la irrupción de la campaña electoral.

El lobby pro armas

Pese al rosario de lamentaciones que acompaña cada tiroteo, especialmente cuando las víctimas son niños o jóvenes, hasta hoy la prohibición de la era Clinton ha sido el único y efimero paso importante hacia el control.

Mantener este estado de cosas es la preocupación fundamental de la Asociación Nacional del Rifle (NRA), el lobby pro-armas, cuyo discurso consiste en identificar la Segunda Enmienda con el derecho genérico a la autodefensa frente a las amenazas, ya sean estas internas (delincuencia, estado autoritario) o externas (terrorismo). Amenazas reales o imaginarias, pero explotadas en contra de cualquier atisbo de regulación.

Su argumento habitual, después de un tiroteo sin sentido como el de Newton, es que el agresor podría haber sido abatido por un ciudadano armado, y que en cualquier caso se trata de casos excepcionales, personas enfermas que no representan a la mayoría de los propietarios de armas que acatan la ley.

En cada votación que tiene lugar en EE.UU., la NRA pide un posicionamiento claro de los candidatos y vuelca su apoyo (cuatro millones de miembros) hacia quien asegura que su "derecho" no será coartado de ninguna manera.  En las últimas elecciones presidenciales apoyaron al republicano Mitt Romney, ya que el programa demócrata incluía una mención a la reinstauración de la prohibición de la era Clinton.

Por tanto, cualquier decisión que introduzca mayor control puede costar votos en estados clave. Y esto lo saben en la Casa Blanca. Cuando aún está pendiente de negociar con los republicanos una solución al "precipicio fiscal", Obama no tiene mucho margen en el Congreso para pasar una medida legislativa en este sentido.

Las presiones, sin embargo,  también se producen en sentido contrario, sobre todo en estos momentos, cuando las caras de los niños de Newtown siguen apareciendo en las pantallas de los estadounidenses.

El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, un apasionado defensor de las limitación de las armas de fuego, lamentaba en la cadena NBC que sucesos así "solo ocurren en América", y era muy duro con Obama: "Es el momento de que se ponga en pie, asuma el liderazgo y diga al país lo que debe hacer".

Menos agresivo pero igualmente firme era el llamamiento del editorial del New York Times el mismo viernes: "Cuanto más oímos sobre el control de armas sin que ocurra nada, menos  creemos que alguna vez llegará. Ciertamente, no hasta que Obama y los  líderes del Congreso muestren el coraje para hacer que ocurra".