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Cayo Lara, el hombre tranquilo que aspira a "conquistar el poder" para IU

  • Aterrizó al liderazgo de IU en 2008, en medio de una tormenta interna
  • Ha sosegado la federación y la ha reanimado en las urnas
  • Le encanta definirse como un hombre "corriente"
  • Declaración política de la X Asamblea de IU (en PDF)

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Cayo Lara, el hombre que sueña con "conquistar el poder" para IU
Cayo Lara, este domingo, en la jornada de clausura de la X Asamblea Federal de IU en la que ha sido reelegido como coordinador federal.

Cayo Lara sacó de su bolsillo una pequeña caja de música. Tocó su minúscula manivela, dio cuerda y, entre la bruma de un auditorio bajo un profundo estado de shock, sonó La Internacional.

Era un 16 de noviembre de 2008. Acababa entre lágrimas y en el pozo de una enorme confusión la IX Asamblea Federal de Izquierda Unida. Lara ni siquiera había podido ser proclamado líder. Aquel cónclave-trauma concluyó en tal cisco que las cinco candidaturas que presentaron lista fueron incapaces de pactar un nombre. Lara había sido el más votado, sí, pero no era suficiente. Hizo falta que pasara un mes, que se serenasen los ánimos, que se aquilatasen las alianzas para que el 14 de diciembre, ya sí, sus compañeros le eligieran coordinador, para llevar las riendas de Olimpo, la sede federal. Sin una holgura de morirse, por un 55,1%.

Aquel Lara apenas era conocido. Él recordaba estos días con los periodistas cómo se le minusvaloraba a veces. Le precedía en el cargo Gaspar Llamazares, concebido como trabajador, eficiente parlamentario, tímido y cerebral, pero un derrotado en las urnas. Él no había pisado el Congreso, ni había formado parte de la ejecutiva saliente, ni había podido hacer migas con el establishment periodístico de Madrid. Él había nacido en Argamasilla de Alba (Ciudad Real) un 29 de enero de 1952. Fue campesino, no pudo acabar los estudios, ayudó a montar la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) en 1984, dirigió su pueblo como alcalde de 1987 a 1999, se hizo líder de IU en Castilla-La Mancha desde 2000 hasta 2008.

La espina de Extremadura y Euskadi

El nuevo coordinador hizo posible lo que se vislumbraba imposible. Pacificó una casa que siempre había sido un avispero –y a ello ayudó que las minorías no quisieran hacer sangre–, fue ganando aplomo ante los suyos, recurrió a un discurso más pasional que intelectual, que gustaba a su parroquia, devolvió la confianza a sus militantes y, paso a paso, fue avanzando en las urnasEuropeasmunicipales y autonómicasla sorpresa de las generales (de dos a 11 diputados), el empujón de las andaluzasel asombro de las gallegas y, todo hay que decirlo, el regusto amargo de las vascas. Las encuestas a día de hoy todavía marcan la senda de la subida.

Recordaba estos días cómo la prensa le había despreciado por su heterodoxa carrera

El camino también tuvo espinas. Muchas. Costó resolver los conflictos internos en Asturias, Jaén, hubo broncas y tensiones con Madrid y, de postre, una hostilidad aún caliente con Extremadura,  la federación rebelde que, aun con el respaldo de su militancia, desobedeció la directriz de Olimpo y dejó gobernar al PP. Pese al órdago, y a la incoherencia profunda con el discurso federal, Lara dejó hacer y rehusó montar una gestora o quitarse de encima por las bravas a Pedro Escobar. También se dolió de la ruptura total y agresiva en Euskadi y de la escisión en Baleares.

Los más suyos admiran su temple y su talante, su capacidad para concitar consensos y su férrea convicción de que había que llevar IU a su punto de origen, a la conexión con el mundo del trabajo y con la calle. Sus detractores -y algunos están en las filas gasparistas- le afean su "escasa cintura" y hasta una cierta cabezonería.

Imitar a Cocteau

A él le encanta decir que se siente cómodo con una definición que un día, hace años, le dieron, como un hombre "corriente". Dice que no tiene ambiciones personales, que se debe al colectivo, que se emociona recordando la trayectoria del PCE y de IU, "con sus miserias y sus grandezas", que no se puede olvidar el legado de lucha de Marcelino Camacho, que no se pueden enterrar las pequeñas grandes historias de quienes combatieron contra la dictadura. Que él es un líder como un hombre cualquiera, que hasta tiene a su mujer, Juani, y a sus dos hijos, Cintia y Olmo, en el paro. Que él también sufre la crisis. Y por eso, apunta, es tan importante dar "alternativas" a los ciudadanos,  darles una bocanada de "esperanza" para que puedan recuperar la moral.

Cogió una IU que se debatía entre "vivir o morir" y hoy la dota de un futuro

Hace cuatro años, heredó una IU en ruinas, que se debatía entre "vivir o morir". Ahora coge el petate otra vez, con una aplastante mayoría y un hogar en calma como avales, dispuesto a hacer verdad eso que dicen los papeles, que IU, su IU, puede llegar a gobernar a los españoles. "Como sabíamos que era imposible, fuimos y lo conseguimos", asegura, parafraseando a Jean Cocteau. Pues ahora igual.  Ansía con armar IU para ser una opción "real" capaz de "disputar la hegemonía" a PSOE y PP, de "conquistar el poder". Y dice él, y dicen amén sus dirigentes, que no es un farol.