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Asad y Gadafi: la misma estrategia, el mismo discurso, ¿el mismo final?

  • Ambos gobernantes han seguido un patrón similar en la defensa de sus regímenes 
  • A la oferta de reformas y las entrevistas siguió el recurso a la calle 
  • Una guerra civil como la que sufrió Libia podría repetirse en Siria 

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Desde el balcón del complejo presidencial de Bab al Aziziya, Muamar el Gadafi se dirigió a sus seguidores concentrados en la Plaza Verde, donde el régimen escenificaba habitualmente sus actos de masas, el 22 de febrero de 2011. "No me voy a ir, voy a morir como un mártir", dijo entonces.

Casi un año después, desaparecido el líder libio y con él su régimen, el presidente sirio, Bachar al Asad, ha emulado la escenahablando por sorpresa ante una manifestación de partidarios en la Plaza de los Omeyas, centro neurálgico de Damasco. "Ganaremos sin ninguna duda", han sido sus palabras.

También el presidente de Yemen, Ali Abdalá Saleh,  echó mano de una demostración similar en abril que no le ha servido para nada, ya que finalmente ha tenido que ceder el mando.

En los tres casos, los gobernantes parecen seguir un patrón en la estrategia de comunicación para afrontar las protestas pro-democracia. Los actos y comparecencias institucionales, para dar apariencia de normalidad, se combinan con las entrevistas a medios extranjeros, y, conforme la situación política empeora, el recurso a la calle.

Baños de masas

No es extraña esta apelación a las masas si se tiene en cuenta que Gadafi y Asad pertenecen a regímenes autoritarios establecidos gracias a golpes militares y que en su día se definieron como "revolucionarios" (Libia, 1969, Siria, 1970). Aseguran que su legimitidad emana del pueblo, por vía de democracias populares u orgánicas, por lo que teatralizan su apoyo, supuestamente representado en la plaza central de la capital, para obtener una pátina de popularidad y una bolsa de oxígeno.

Ocurrió incluso con Sadam Hussein (algunos medios dudaban si no se trataba de un doble), quien se dejó tocar por los iraquíes en la calle cuando los invasores estadounidenses entraban ya en Bagdad

Muy diferente si se compara a la manera que tuvieron Ben Alí en Túnez o Mubarak en Egipto, que basaron su defensa ante la opinión pública exclusivamente en discursos oficiales, nunca en actos de masas, y abandonaron la escena discretamente cuando vieron la partida perdida. 

Además, las grandes concentraciones, propiciadas u organizadas por las organizaciones de base del régimen, buscan competir simbolicamente con las protestas opositoras. "Pertenezco a esta calle", ha dicho Asad.

Por último, las demostraciones públicas de apoyo son una amenaza más o menos velada de que la caída del Gobierno puede desencadenar una guerra civil.

Denuncia de una "conspiración"

Las coincidencias no son solo escenográficas, también de discurso. El primer paso es prometer "reformas", para después culpar de la violencia a una "conspiración" externa. Este miércoles, Asad insistía en ello, sin que parezca darse cuenta de que nadie se cree ya esta explicación, blandida en algún momento por prácticamente todos los gobernantes de Oriente Próximo. 

Tampoco falta la la familia o el clan: los hijos de Gadafi, ya mayores, se prodigaron en comparecencias, mitines y amenazas; mientras el presidente sirio se ha hecho acompañar de su esposa e hijos.

Queda por ver si, además de copiar sue estrategia ante la opinión pública nacional y mundial, Asad sigue el camino de Gadafi: el 20 de octubre, ocho meses después de su discurso en Bab al Aziziya y tras una cruenta guerra civil, Gadafi era asesinado por rebeldes en Sirte. Había prometido, como Asad, que no se rendiría.