Enlaces accesibilidad

"Una sola vez basta para matar la inocencia de un niño, y tú y yo sabemos que fueron más veces"

  • Personas que sufrieron abusos en su niñez relatan los hechos para superarlos
  • Es fácil engañar a un niño, "a esa edad creemos que los reyes magos existen"

Por

"Vosotros me quitasteis mi infancia sin que me diera cuenta y con ello, mi futuro. Y ahora, la lucha por ser alguien, cuesta mucho. Demasiado".

Es el testimonio de Vanesa, alguien que sufrió abusos sexuales en la niñez, y que, como otras muchas víctimas, siente la necesidad de contarlo para poder liberarse.

Por medio de una carta, Vanesa explica que cuando abusan de un niño le quitan su infancia. "No tiene nada, no crece como persona. Aprende a vivir sin hacer caso a sus sentimientos, porque sentir duele. Se queda sin intimidad, sin la posibilidad de descubrirse, porque ya lo han hecho otros. Sin saber distinguir, en muchas situaciones, lo que está bien de lo que está mal, porque, simplemente, no sabe”.

Hablé y hablé; era una forma de vengarme de ti

Su historia es especialmente dura porque sus agresores fueron varios, algo que ocurre en el 42% de los casos, según un estudio del escritor Joan Montané, responsable de Forogam.

Vulnerables ante la justicia

“Hablé y hablé; era una forma de vengarme de ti”, relata Francisco en otro testimonio.

La culpa y la vergüenza que siente la víctima impiden que la mayoría de los casos salgan a la luz, pero enfrentarse al problema es vital para recuperarse.

La llave de mi libertad está en denunciarte

“Una sola vez basta para matar la belleza y la inocencia de un niño. Y tú y yo sabemos que fueron más veces (…). Me encerraste en la culpa y el rechazo, y a mis 28 años, por fin, después de 10 años de terapia no especializada y más de un intento de suicidio y una infancia y adolescencia de autolesiones, aprendí y acepté que la llave de mi libertad está en denunciarte”, cuenta en su carta Goizargi, víctima de los abusos de su primo”.

El camino, una vez se desvela el secreto, es largo y doloroso, sobre todo porque muchas víctimas no encuentran amparo en la justicia.

Mientras yo lucho por olvidar, por ser normal

“Si la justicia cumpliera, ¿qué sería lo peor que te podría pasar? ¿Ir a la cárcel un 'tiempecito'? Claro, tú en la cárcel viviendo 'tranquilamente' mientras yo lucho por olvidar, por ser normal, por intentar ser “como todo el mundo” (…). Me costó mucho relacionar lo que me pasaba (…) con los abusos, pero cuando me di cuenta, todo empezó a tener sentido: La antisocialidad, el aislamiento, los días en casa, el silencio, las ganas de nada, la desconfianza, la falta de concentración, la indiferencia ante todo, la baja o casi nula autoestima, el sentimiento de culpa, la introversión, los momentos depresivos...todo”, relata Vanesa con angustia dirigiéndose a sus agresores.

Las secuelas de los abusos sexuales afectan a todas las áreas de la personalidad, sobre todo a la sexualidad, según la psicóloga experta Victoria Noguerol. Muchas de las víctimas contemplan el suicidio, se autolesionan o acaban en la prostitución.

Tal vez deseando que por algún medio se den cuenta, me quemé las retinas con el Sol

“Recuerdo el día que ya cansado y tal vez deseando que por algún medio se den cuenta, me quemé las retinas con el Sol.”, puede leerse en el testimonio de Gustavo, violado por su hermano.

Sufrir sin recordar

Hay que tener en cuenta que no recordar lo hechos, no evita que las secuelas desaparezcan, como en el caso de Marcelo:

“Mis recuerdos son fragmentados y ambiguos (…). Sé que no tenía más de tres o cuatro años. Y el mundo a mis pies. Durante los periodos en que mi madre estaba sola, sin mi padre, nos instalábamos en la casa de mis abuelos. Ellos vivían en el campo. Lo recuerdo como un lugar maravilloso (…) sin embargo siempre hubo algo, aunque fuera muy en el fondo y a pesar de toda la magia del lugar, que me decía que algo no había estado bien. (…). Fingía ser feliz, imponente, glorioso, inmutable. De hecho llegué a ser un tipo muy popular en todos los ámbitos de mi vida. Me sentía tan solo, tan culpable... y otra vez el interrogante. ¿Culpable de qué? ¿¡De qué!? (…)".

Es tan difícil de entender que la culpa no es tuya

"¡Y surgió de golpe una imagen y el terror! (…) Esa vez, en terapia, supe que había sido abusado sexualmente(…)".

"Todavía tardé un tiempo en desenmascarar la identidad de mi agresor (…). Mi abuelo (…). Es tan difícil empezar a aceptar que la persona que tiene que cuidarte es la misma que, para satisfacer su perversión,  te usa y te condena a una vida de sufrimiento. Es tan difícil de entender que la culpa no es tuya…”.

La culpabilidad como enemiga

Precisamente las víctimas se sienten culpables por no haberse negado, no haber pedido ayuda o incluso porque les haya gustado. Pero deben comprender que no son responsables, solo son las víctimas de un delito penado con cárcel. También hay que considerar para un adulto es fácil manipular a un niño que cuenta con su confianza.

A esa edad nos creemos que los reyes magos vienen volando en camello

“No es difícil convencer a una niña tan pequeña, cuando a esa edad nos creemos que los reyes magos vienen volando en camello a traernos los regalos de navidad ¿eh? (…). He estado en terapia tres años (…) reviviendo los abusos que tú cometiste para poder superar el trauma. Y muchos más años angustiada, pensando ¿Por qué a mí? ¿Por qué nadie me ayudó? ¿Por qué no te diste cuenta de que aquello no estaba bien, puesto que tú eras el adulto? ¿Por qué no dije que no? (…) O simplemente, ¿por qué lo hiciste? Anulaste mi personalidad, me manipulaste, me hiciste creer que aquello estaba bien, que me gustaba”. Relata Mila, de la que abusaron sus tres hermanos.

Desconocimiento social

“¡Maldita sea! Siempre me dijeron que no comiera tantos caramelos porque se me caerían los dientes, pero nunca me dijeron que no dejara que me tocasen porque me arruinarían la vida. Cuando advertí que aquello no era normal, ya era demasiado tarde.”

Las palabras de Lorena, que sufrió los abusos de su tío, muestran que la sociedad no está concienciada para prevenir este problema. Los niños no saben como reaccionar, ni si está bien o mal, porque nadie les habla de ello. Y es que nadie habla de ello.

Y la sociedad seguía casi tan ciega y paralizada como hoy en día

El abuso sexual infantil es un tabú muy grande todavía, lo que facilita el camino a los pederastas. No hay suficiente programas de prevención, según la psicóloga Noguerol.

“Y la sociedad seguía casi tan ciega y paralizada como hoy en día” puede leerse en la carta de Goizargi.