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El nuevo Obama no evita los dramas

  • El presidente de EE.UU. evita su estilo disertativo y se 'calienta' con McChrystal
  • Sigue la línea abierta con la expresión de 'patear culos' a BP

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"Me gusta que haya debates... pero no toleraré divisiones entre el equipo al cargo de la guerra". Con estas palabras el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dejaba claro que  las polémicas declaraciones a la revista Rolling Stone del general McChrystal habían llegado demasiado lejos y, de paso, recordaba a todos un cambio esencial operado en su carácter: ya no está para bromas.

Y es que es difícil imaginar que ese primer Obama, el del 'Yes, we can', el de "no hay drama con Obama", actuase de la forma en la que la ha hecho estos días.

Enfurecido tras leer la entrevista con su jefe en Afganistán, Obama pidió de manera inmediata que se presentase en la Casa Blanca, le esccuhó durante una escasa media hora y le cesó de forma fulminanteaunque bajo la fórmula de aceptar su dimisión.

"Estaba enfadado", resumió su portavoz, Robert Gibbs, en la rueda de prensa habitual del martes. "¿Cómo lo sabe?", le preguntaron los periodistas. "Lo sabríais si lo hubieséis visto", les contesto el portavoz.

Tras leer la entrevista en Rolling Stone,  Obama abandonó su estilo disertativo y frío, descolgó el teléfono y pidió que se presentase ante su comandante en jefe, o sea ,él.

"El propósito de convocarle aquí es ver en qué demonios estaba pensando", resumía Gibbs, que evitaba descartar que el general fuera cesado, como finalmente lo ha sido.

En realidad, la controversia McChrystal no es más que el reflejo de la nueva actitud de Obama ante los problemas, sobre todo a raíz de las críticas a su actuación por el vertido en el golfo de México.

Pateando culos

El presidente ha sido ampliamente criticado por no mostrar un enfado o emoción suficiente en el mayor desastre ecológico en la historia de Estados Unidos pero consiguió volver a tener el favor del público con su famosa expresión del "culo al que patear" de los ejecutivos de BP.

Con McChrystal, el 'culo' que patea no era ni mucho menos el soñado -al fin y al cabo, él fue el artífice de su estrategia en Afganistán- pero en este caso ha decidido no mostrar debilidad alguna pese al coste que puede tener a la credibilidad de Estados Unidos en la región el cese de una persona reconocida por el gobierno afgano y sus socios de la OTAN.

El presidente de Estados Unidos sabe también que las palabras de su general estrella no llegan en peor momento. Por un lado, Afganistán ha pasado a ser un problema secundario en su agenda ante el reto de las elecciones legislativas de noviembre y la crisis de la mancha de fuel en el golfo de México.

Por otro, estas semanas están siendo las más sangrientas en los últimos años en Afganistán, con un refuerzo talibán y un progresivo retraso de la gran ofensiva sobre Kandahar, el corazón de los talibán, mientras arrecian las dudas sobre el éxito de la ofensiva en Helmand, vendida a bombo y platillo como la primera gran operación dirigida por McChrystal.

"Esto llega en un momento inoportuno. Aunque pensamos que ésta es fundamentalmente la estrategia correcta y que vamos por el buen camino, aún tenemos mucho trabajo que hacer para probárselo al pueblo americano y esto no ayuda", ha reconocido una fuente oficial al Washington Post.

Al menos, a Obama le queda el consuelo de que no es ni mucho menos el primer presidente que ha cesado a un general díscolo. Desde Lincoln, los inquilinos de la Casa Blanca se han encontrado a jefes militares orgullosos, que pensaban que podían doblegar al poder civil o cuestionar su labor.

El ejemplo más ilustrativo fue el del general MacArthur, héroe de la II Guerra Mundial, que se empeñó en seguir la campaña de Corea atacando a China, algo a lo que Truman se negó.

El héroe cuestionó al presidente, calificó de débil su política y el líder estadounidense terminó cesándole en 1951.