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Obama presionará a Pakistán para que luche contra los talibanes

  • Washington quiere que Islamabad refuerce su lucha contra los talibanes
  • Los talibanes atacan a la OTAN y desafían al gobierno pakistaní desde su territorio
  • El problema se agrava por el arsenal nuclear de Pakistán
  • El gobierno civil da muestras de impotencia y el Ejército juega a dos bandas
  • La solución en Afganistán se complica por la corrupción y el narcotráfico
  • Clinton lamenta las muertes civiles en el último ataque estadounidense

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Obama recibe este miércoles a los presidentes de Afganistán y Pakistán en la Casa Blanca. Primero se reúne con el afgano, Hamid Karzai, y luego, el pakistaní, Ali Zardari, se incorpora a las conversaciones. El núcleo de la negociación es que Islamabad se comprometa resueltamente a luchar contra los talibanes en su propio territorio. 

La nueva estrategia de Estados Unidos en Afganistán trata de hacer frente a un serio problema: el enemigo se refugia más allá de la frontera. Los talibanes se han hecho fuertes en la zona limítrofe de Pakistán. Desde sus santuarios en las montañas del Waziristán, ya no sólo lanzan sus ataques contra la OTAN en Afganistán sino que ahora, desafían abiertamente al gobierno civil de Islamabad. Han impuesto su ley en el valle del Swat, a sólo cien kilómetros de la capital. 

Como ha señalado la secretaria de Estado, Hillary Clinton, Estados Unidos, Pakistán y Afganistán luchan contra "un enemigo común, un desafío común, una tarea común". Ha lamentado "profundamente la pérdida de vidas civiles" en el último ataque estadounidense del martes contra los talibanes en Afganistán.  Y ha comprometido el apoyo de Washington a ambos países, tanto en el plano militar como en el civll. 

Enemigo a las puertas del arsenal nuclear

La amenaza talibán es potencialmente mucho más destructiva. Pakistán cuenta con 60 ó 100 cabezas nucleares. Su control está en manos de una de las pocas instituciones sólidas del país: el Ejercito. Por eso y hoy por hoy, Obama no tiene miedo de que el arsenal caiga en manos equivocadas. Pero la realidad es que el gobierno civil da muestras de impotencia, tanto en su mando sobre los militares como en los afectos de la población.

Es significativo que el jefe del Ejército pakistaní, Ashfaq Kiyani, no acuda a Washington. Es importante que los militares concentren sus tropas en la frontera con la India, su rival a cuenta de Cachemira, y desconfíen de los gestos de Washington a Nueva Dehli, como la transferencia de tecnología nuclear que firmó Bush. Es llamativo que el servicio de Inteligencia pakistaní preste ayuda logística, militar y económica a los talibanes. Y es sintomático que Islamabad no permita a las tropas de Estados Unidos actuar contra los talibanes en su territorio.

Para apuntalar al gobierno pakistaní, Obama ha aprobado un paquete de ayuda financiera de 7.500 millones de dólares en los próximos cinco años. El visto bueno y la letra pequeña dependen del Congreso. El presidente pakistaní, Zardari, se entrevistó con un grupo de diputados ayer martes. Según asistentes a la reunión, el resultado fue decepcionante. Zardari apenas concretó cómo piensa redoblar su lucha contra los talibanes.

Pero como señala el enviado especial de Obama a la zona, Richard Holbrooke, Pakistán "no es un Estado fallido, es un Estado sometido a la presión extrema de enemigos que también son nuestros enemigos".

La pata original y los otros actores

Afganistán fue el objetivo inicial de la guerra que lanzó Bush en represalia por los atentados del 11-S. La nueva estrategia de Obama persigue incrementar las tropas -21.000 efectivos más-, no actuar como ocupantes, reforzar el Ejército afgano y promover la mejora del nivel de vida de la población.

En medio se encuentran el gobierno de Karzai y elecciones presidenciales el próximo mes de agosto. Washington tacha a la administración afgana de corrupta. El narcotráfico es un negocio boyante -produce el 90% del opio mundial-  y el poder de Karzai se limita a la capital, Kabul.

Obama ha dado otro giro espectacular para solucionar el problema. Reconoce el carácter regional del conflicto y quiere incorporar a otros países a su solución. Rusia ha cancelado el uso de bases militares, China tiene intereses en el cobre afgano, Irán quiere el visto bueno para el oleoducto con Pakistán y la India, amén de su liderazgo religioso y político en la zona, y la India todavía tiene recientes los atentados de Bombay.