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Después de la bancarrota de Chrysler

  • Se abre la batalla por los activos de Chrysler
  • Los acreedores tienen preferencia sobre el Gobierno
  • No obstante, Washington tendria más fácil imponer sus condiciones
  • Se podrían vender los activos de Chrysler
  • Chrysler se desharía de contratos de distribución y las indemnizaciones por asbesto

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A Chrysler sign is shown at a Washington-area Chrysler dealer in New Carrollton
Algunas de las marcas de Chrysler en un concesionario de Washington.

Pleitos tengas, reza la maldición gitana. Y así de incierto es el resultado de la bancarrota de Chrysler. Cualquier acuerdo depende de la aprobación de los tribunales, en este caso, el de Quiebras del distrito meridional de Nueva York. Lo que está claro es que la batalla entre el Gobierno y los acreedores de la compañía acaba de empezar. 

Los acreedores han rechazado la última oferta de Washington: 2.250 millones de dólares en efectivo a cambio de renunciar a la deuda que poseen. El rechazo no es unánime, viene sobre todo de hedge funds, fondos de alto riesgo, con problemas de financiación propios. Y tienen argumentos. Consideran que la oferta del Gobierno supone 33 centavos por dólar. Esperan conseguir el doble, 65 centavos por dólar, si la empresa va a la quiebra.

Los primeros de la fila

En principio, los acreedores tienen preferencia sobre el Gobierno para hacerse con los activos que se liquiden en el proceso de bancarrota. Sin embargo, la administración Obama intentará aprovechar la ley de quiebras para imponer sus condiciones. Le basta con convencer a una mayoría: más del 50%, siempre y cuando posean dos tercios de la deuda. 

Washingon tiene además otra baza. Los acreedores quieren activos concretos, los más sólidos y rentables. Pero el Gobierno puede tirar de ley y conseguir que se vendan en el mercado, para pagar las deudas con los beneficios. La idea es conservar los activos más deseables para formar la nueva compañía con Fiat. El sindicato mayoritario, AUW, tendría el 55% de la nueva Chrysler, Fiat al menos el 35% y el resto se repartiría entre los gobiernos de EE.UU. y Canadá.

Eso dejaría a casi todos contentos. El sindicato utilizaría su paquete para satisfacer sus obligaciones de cobertura sanitaria. Fiat conseguiría los activos a precio más barato, a cambio de proporcionar capital tecnológico. Los gobiernos convertirían en acciones sus préstamos, alrededor de 10.000 millones en la última tacada. Y Chrysler se desharía de los acuerdos con los concesionarios y las indemnizaciones por asbesto.