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El 'monstruo de Amstetten' sabía que lo que hacía estaba mal, pero el sexo con su hija era "una adicción"

  • Sale a la luz la declaración de 'el monstruo de Amstetten' a su abogado
  • Josef Fritzl confiesa que el sexo con su hija era "como una adicción"
  • "El impulso de ser capaz de probar el fruto prohibido fue demasiado fuerte", reconoce
  • Explica que fue educado en el nazismo y estaba acostumbrado a un ambiente estricto
  • "Siempre supe a lo largo de todos esos 24 años que lo que estaba haciendo no era correcto"

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"Visto desde fuera... probablemente pensaría que [alguien como yo] es una bestia o un monstruo", dijo Josef Fritzl, el conocido como 'monstruo de Amstetten', en una declaración a su abogado, Rudolf Mayer, y cuyo texto completo ha publicado el diario londinense The Times en una traducción al inglés. A pesar de esta afirmación, Fritzl considera que "no soy la bestia que los medios quieren hacer de mí".

En una sobrecogedora declaración que podría pasar por la sinopsis de una novela al estilo de A sangre fría, de Truman Capote, el ingeniero austríaco hace un somero repaso por su vida y trata de explicar su comportamiento.

"Siempre supe a lo largo de todos esos 24 años que lo que estaba haciendo no era correcto, que debía estar loco para hacer algo así, pero que podía llegar a ser un acontecimiento normal llevar una segunda vida en el sótano de mi casa", reconoce.

Impulso de "probar el fruto prohibido"

Josef Fritzl asegura que el sexo con su víctima era "como una adicción". Reconoce que el impulso por mantener relaciones sexuales con su propia hija se fue haciendo más fuerte, aunque niega las violaciones comenzaran cuando Elisabeth tenía 11 años de edad, tal como la víctima relató a la policía, sino "dos o tres años después".

Sabía que hacía daño a su hija, "pero finalmente el impulso de ser capaz de probar el fruto prohibido fue demasiado fuerte", dice el 'monstruo'.

"Soñaba con tener una familia amplia desde que era pequeño", explica Fritzl después de evocar a su madre, "una mujer fuerte" a la que adoraba y que echó a su padre de casa, porque "era un mal canalla" que siempre la engañaba, cuando el futuro 'monstruo de Amstetten' tenía cuatro años.

Tener hijos con su hija era "una idea preciosa" para él, "tener una verdadera familia, también abajo, en el sótano, con una buena mujer y una par de hijos", señala.

Educado en la disciplina y la severidad

El violador busca la causa del encierro de su hija en que cuando entró en la adolescencia salía a "bares de mala muerte", donde bebía y fumaba, llegando a escapar en dos ocasiones, tiempo que pasó "con mala gente, que no era una buena compañía para ella". "Por eso tenía que hacer algo: tuve que crear un lugar donde mantener a Elisabeth, por la fuerza si fuese necesario, alejada del mundo exterior", justifica Fritzl.

En ese terrorífico escenario, ejercía una férrea autoridad con hija y sus tres hijos-nietos que vivían en el zulo. Él mismo relata que "me aceptaban completamente como el supremo cabeza de familia. Nunca se hubieran atrevido a atacarme". Y para que no pensaran en escapar, les dijo que la puerta estaba electrificada.

Josef Fritzl alega que se crió durante el periodo nazi, y por eso estaba acostumbrado a vivir bajo un estricto régimen de adiestramiento y disciplina.

A última hora, sabiendose viejo e incapaz de cuidar de ellos, quiso forzar a su hija a escribir una carta para anunciar su vuelta. El plan consistía en obligar a ella y a sus hijos a contar a los cautivos que habían estado viviendo dentro de una secta en un lugar secreto.

Preguntado sobre si desea morir, Fritzl lo niega: "sólo quiero redención", apostilla.