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Gabriela Guerra: "La única formación verdadera para ser un buen escritor está en la lectura"

  • La escritora cubana publica Las puertas del tiempo en la editorial Almuzara
  • Narra el viaje iniciático de Remedios de la isla Cadenas a la isla La Eternidad
Gabriela Guerra: "La única formación verdadera para ser un buen escritor está en la lectura"
La escritora cubana Gabriela Guerra Rey. LUCY A. R.

"La noche se hizo para entrar a tu cuerpo y volverme viento, agua de aguacero, soles en invierno. La noche es hija tuya y mía, la hija que nunca tendremos. La noche es la morada de tus piernas y tu sexo. De tus brazos reventándome el duelo. La noche es nuestro día, que pace lento sobre tu pecho. Es tu espalda luminosa llena de serpientes y dioses, tan hombres como tú. La noche es donde me ilusiono y el mundo me parece perfecto".

Gabriela Guerra Rey nació en La Habana en 1981, con 27 años salió rumbo a México, tras 15 años allí ahora vive en España. Autodenominada "pesimista utópica", esta ladrona de historias publica Las puertas del tiempo en Almuzara. Una novela breve con una prosa brillante que narra el viaje iniciático de Remedios hasta la isla La Eternidad.

A los 16 años escapa de la isla Cadenas, donde lleva una vida anodina entre dolores existenciales, mentales y también físicos. Desde niña practica el sexo a solas en la frontera entre la vida y el sufrimiento. La viajera atraviesa las puertas del tiempo para construir en su cabeza todo lo que puede salvarla: una biblioteca proscrita, el amor, la imaginación, un barco y una larga travesía, llena de referencias literarias desde Silvia Plath a Cristina Rivera Garza.

Dos novelas inéditas

Ganadora del premio Juan Rulfo en 2016 por Bahía de Sal, su primera novela, está pendiente de publicar Santa Cruz con la que culminará su Trilogía del agua y tiene otro libro de tintes autobiográficos en un cajón.

Profesora de escritura literaria, editora e investigadora cursa su doctorado en la Universidad de Salamanca y confiesa en una entrevista a RTVE.es que le parecen "fantásticos" algunos capítulos del Ministerio del Tiempo.

Pregunta: ¿Por qué la novela se titula Las puertas del tiempo?

Respuesta: Hay un abismo temporal dentro de mí que recorre todo el proceso de creación. Aunque no hay unas puertas físicas, están en otro plano, y esos túneles del tiempo también recorren la historia de Remedios. El título lo tenía claro desde el inicio, pero al buscar descubrí la serie del Ministerio del Tiempo con una idea parecida a la mía. Ahora ese camino temporal ocurre a través de la imaginación y su viaje de vida que transita la frontera entre lo real y lo imaginario, sin que se pueda distinguir exactamente dónde está esa línea divisoria.

P: Un cuadro de Rousseau, La encantadora de serpientes, ilustra la portada. ¿Le gusta esa imagen? ¿Qué le evoca?

Las puertas del tiempo

R: La verdad es que me encanta. Fue una propuesta del editor y yo decía: "No es Remedios", pero al mismo tiempo lo es. Hay una especie de canto de serpientes también dentro de la historia, una especie de seducción que atraviesa la vida de esta chica a lo largo del tiempo. Cuando se vuelve adulta va cambiando y luego además llega a un lugar muy exuberante que, cuando vi en el paisaje del cuadro, me rozó. Pensé:" Esta es La Eternidad".

P: El autoerotismo femenino está muy presente en la novela. ¿Es un territorio literario poco explorado?

R: Sí. Hace tiempo que tomé esa iniciativa, desde mi segunda novela Luz en la piel: cinco voces de mujer, de hablar un poco de la exploración de una misma, de cómo es concebirnos mujer, etcétera. Lo que pasa es que este personaje, tan aislado del mundo, solo se tiene a sí misma. Por tanto, va a explorar todo lo que pueda de sí, desde la mente, la imaginación hasta su propio cuerpo, tratando de limpiar el dolor que la vida le ha proporcionado. Y esa limpieza a veces también la encuentra a través del placer.

P: Remedios sufre una enfermedad mental. ¿A estas alturas aún hay que justificar la libido femenina o la desinhibición con un trastorno?

R: Yo no asocié una cosa con otra. Lo que justifico con su trastorno mental es la evasión de la realidad a través de la imaginación. Para mí, la búsqueda del cuerpo y del placer tenían que ver sobre todo con el aislamiento, estar tan sola, sin nadie a quien acudir. Lo interesante es que empieza a explorarse cuando es una niña todavía, con apenas diez años. En realidad, nos exploramos todas y los hombres también. A mí me parece, que en el siglo XXI creemos que tenemos un montón de cosas resueltas que aún no las tenemos.

P: El origen del dolor no está muy claro. ¿La protagonista ha sufrido un exorcismo traumático?

R: Sí, es sutil, pero lo ha sufrido. Ella tiene ese dolor desde antes de que haya sufrido ese exorcismo porque no soporta su vida anodina, la pobreza, la miseria mental que la rodea. En esa búsqueda, a través de una puerta de tiempo construye una biblioteca. Es una novela que va de todos los mundos que podemos armar con la imaginación y las puertas que podemos atravesar con la invención. En esa biblioteca conoce la historia de la literatura, el dolor, el suicidio y las penas del ser humano. Con esta capacidad de apropiarse de los dolores ajenos, ya los tiene cuando todavía no le ha pasado nada real, pero en algún momento le pasa.

P: Arranca en primera persona, luego aparece un narrador que habla de la autora y comenta la jugada. ¿Cómo decidió la estructura polifónica del libro?

R: Tiene que ver con mi deseo de no aburrirme escribiendo, no hacer siempre las mismas cosas y jugar a romper las estructuras tradicionales. La idea era que este narrador omnisciente pudiera narrar a Remedios que está enferma mental. Después eso cambia y ya ella no lo necesitaría tanto, pero el narrador termina cuestionando porqué Gabriela le da a Remedios esa vida, sobre todo cuando es joven, convirtiéndose en equisciente, porque al final entiende lo que le está pasando a ella. Esto me otorga el poder de poner en conflicto a mi narrador conmigo misma o con Remedios, con un propósito, que se desvela hacia la última parte de la obra.

P: El propósito de la muerte salpica el libro. Remedios siente una fascinación adolescente por escritores suicidas como Sylvia Plath o Cesare Pavese. ¿Cree que es una etapa común a muchos lectores?

R: Yo creo que sí. Fuera de la novela es un tema súper atractivo para el público en general, literaria y humanamente. En el doctorado que estudio en la Universidad de Salamanca, el proyecto que estoy trabajando es justamente la expresión literaria del dolor. He leído a estos autores durante muchísimo tiempo y me daba cuenta de que, en el mundo literario, hay una fascinación por el dolor y el suicidio y a dónde nos llevan estos límites. En el caso de Remedios, está buscando un lugar para morir en paz, como le manda su abuela. Vive en Cadenas, una isla donde no está permitido el suicidio por asuntos religiosos. Cuando descubre esto, siente que hay otros que le dan un camino, aunque sea fatal.

P: Pese al aliento poético de su prosa, algunos párrafos son una crítica social de la realidad cubana. Unamuno decía que le dolía España. ¿A usted le duele Cuba?

R: Eternamente, eternamente. Sí, por supuesto que al construir una isla que se llame Cadenas, como cubana no puedo pensar de otra manera. Me inspiro en esas cadenas que todavía están ahí, atan a la gente que está dentro y al que se ha ido también de alguna manera. Algunas cadenas no nos las quitamos nunca de encima. Claro que me dolerá siempre Cuba. Entonces voy cada vez menos porque me duele demasiado. Voy solamente cuando me es necesario.

P: ¿Por qué se graduó en Economía?

R: Mi padre fue un periodista, poeta, escritor [Félix Guerra] que durante los años del quinquenio gris, fue censurado por la Revolución y estuvo fuera de la profesión. Yo nací en el 81 y esto fue entre finales de los 60 y los años 70, pero me daba terror seguir este camino de letras, que era medio natural para mí, porque mi madre es editora y mi padre poeta. Esa fue la razón por la que no estudié literatura porque temía que me pasara algo como lo que le había sucedido a él, por el miedo heredado.

P: ¿Cuándo decidió que quería ser escritora, pese a esa ambivalencia?

R: Cuando trabajé en el Ministerio de Industria Básica, que es como un Ministerio del Tiempo, literalmente. Ahí me me sobraba el tiempo, tenía un ordenador y necesidad de hacer algo que mejorara mi día. Empecé a escribir y a publicar en una revista en Cuba. Durante años después trabajé en esa revista y a partir de ahí no me paré.

La escritora Gabriela Guerra

Gabriela Guerra ante su escritorio. Barry Domínguez

P: ¿Qué papel juega la migración en la construcción de su identidad?

R: Quizás me convertí en una escritora, profesionalmente hablando, después de la emigración, porque al emigrar el vacío fue tremendo. Tenía todo atragantado en el cuerpo entero y en la vida. La nostalgia, la pena, la incredulidad, el no entender. Yo fui una migrante, la verdad que me costó mucho trabajo entenderme en ese otro lugar y eso me llevó a escribir. Escribir fue en principio un exorcismo, una manera de sacarme mis propios demonios de adentro y se convirtió en parte esencial de mi vida. Porque esto es lo que soy. Esto es lo que hago todos los días, pero en aquel momento sentía que así mejoraba un poco el dolor. Si no hubiera migrado, hubiera sido otra escritora y no habría escrito la obra de estos últimos 17 años, atravesada por la migración y por todos los sentimientos que genera.

P: Se define como ladrona de historias: ¿Qué historias le gusta más robar?

R: Siempre hay gente que se acerca y te quiere contar una historia. Yo siempre escucho solapadamente y además siempre le advierto a los cercanos: "Cuidado con lo que me cuentas, porque todo es susceptible de ser contado". Lo que le da más verosimilitud a la literatura es cuando introduces esos pequeños fragmentos de la verdad cotidiana de la vida real. A veces ni me doy cuenta y cuando me siento a escribir digo: "No había pensado que esto saldría aquí", pero salió.

P: Imparte cursos de escritura creativa: ¿Se puede ser un buen escritor sin ser un buen lector?

R: No, es imposible. La premisa básica hoy día es muy sorprendente. Mucha gente llega queriendo escribir una novela. Hay otro mundo editorial diferente que hace que casi cualquiera pueda publicar un libro, pero la única formación verdadera que hay para ser un buen escritor está en la lectura. La lectura es esencial para tener una vida valiosa, un pensamiento crítico sobre el mundo, para aprender también a estar bien en él a pesar de todo.

P: ¿Qué le diría a su yo de siete años, si pudiera viajar en el tiempo?

R: Lo que me gustaría, es tratar de hacerla consciente de su vida, de ese momento, le aconsejaría escribir un diario. A veces me entra un poco el temor de darme cuenta que no recuerdo exactamente cómo me sentía cuando tenía siete años. Ahora le pregunto a mi mamá qué cosas me gustaban. Sé que era una niña un poco retraída, pero hay sensaciones propias que he olvidado. Esto es algo que he identificado con el proceso cubano, uno vive tan al extremo de resolver la vida, las necesidades, cosas de carácter urgente pero no importantes para el crecimiento de una joven, que nos olvidamos de cómo nos sentíamos. Y si bien eso es bueno porque te prepara para algunas cosas, también te deja una cierta inconsciencia sobre etapas vitales.

P: ¿Cuál es la primera imagen que le viene a la cabeza al pensar en Las puertas del tiempo?

R: Me vienen las dos islas, como una especie de contraposición. El lugar que casi lleva a la muerte a Remedios y este otro lugar fantástico donde todo es posible de una manera poética y humana, valiosa. Me gusta rescatar del mundo en el que vivimos que tiene de todo, como Cadenas y como La Eternidad. Es una novela del dolor, que recorre un camino hacia la libertad y hacia el amor, como salvación. Digo siempre que soy una pesimista utópica, trato de transmitir el optimismo que tengo sobre las utopías, aunque en mi corazón me cueste trabajo.

En Cuba los libros se deshacen, a las ediciones Huracán, populares hace 50 años, parece que les ha pasado un huracán por encima porque las hojas amarillas con letra apretada se sueltan al abrir los ejemplares. Bibliotecas particulares que se deshojan y también bibliotecas públicas, una metáfora perfecta de la decadencia cubana.

Gabriela Guerra Rey sigue corriendo libre por la montaña, liberada de las cargas del pasado, algo que le ayudó a sobrellevar el cáncer de su madre y a mirar hacia delante. Devota de Yemayá, al iniciarse en la religión yoruba descubrió que su orisha era Ochún. Le gusta pensar que anda por el mundo protegida por ambas diosas de la fertilidad y del amor.