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Cuba

El sucesor de los Castro sí tiene quien le escriba

  • Arranca el relevo generacional con el primer presidente nacido en la Revolución
  • El previsible heredero continuará las reformas económicas sin pasar líneas rojas
  • Raúl Castro seguirá al mando del Partido Comunista hasta 2021

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Fotografía de archivo de Raúl Castro y su previsible sucesor, Miguel Díaz-Canel, en mayo de 2016
Fotografía de archivo de Raúl Castro y su previsible sucesor, Miguel Díaz-Canel, en mayo de 2016.

"Ay mi hijita... Es una nueva generación, esperamos que venga con nuevas ideas", me contaba hace unas semanas Lisset, abogada, y que ahora está al frente de su propia cafetería en La Habana. Hay expectación, habrá un cambio Y quien lidiará con ese relevo en Cuba ya no tendrá uniforme verde olivo, ni llevará el apellido Castro, ni será un histórico de la Revolución.

Podría haber una sorpresa mayúscula, sólo una persona lo sabe. Pero todos los focos están puestos en Miguel Díaz-Canel, nacido después de la caída de Batista y a punto de celebrar su 58 cumpleaños.

Un traspaso medido y silencioso

El hermetismo cubano obliga a leer entre líneas. Por eso repentinamente las alertas saltaron en 2013 cuando Raúl Castroen 2013 cuando Raúl Castro anunció que se retiraría en 2018. Y daba una pista del sucesor designado: "El compañero Díaz-Canel no es un advenedizo ni un improvisado", dijo entonces Raúl al elevarle a la cúspide como Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Era uno de los rostros más jóvenes que entraba en el círculo de poder.

Reemplazaba a un histórico combatiente, José Ramón Machado Ventura, entonces 82 años, aunque este ortodoxo y fiel fidelista sigue hasta hoy como segundo secretario del Partido Comunista (PCC) y dentro del todopoderoso Buró Político del único partido en la isla. Pasito a pasito comenzaba la transferencia a nuevas generaciones. Evidentemente, había muchas reticencias de la vieja guardia que trataría de frenar las reformas raulistas que vinieron después.

El presidente cubano, Raúl Castro; el primer vicepresidente Miguel Díaz-Canel; el segundo secretario del Partido Comunista, José Ramón Machado (2-d), el comandante de la Revolución Ramiro Valdés (d), y el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodr

El presidente cubano, Raúl Castro; el primer vicepresidente Miguel Díaz-Canel; el segundo secretario del Partido Comunista, José Ramón Machado (2-d), el comandante de la Revolución Ramiro Valdés (d), y el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez (i). Firma: EFE/Omara García Mederos AE at

Un joven compañero de sólida firmeza ideológica

Echando mirada más atrás parece que el menor de los Castro ya había vislumbrado potencial en el joven ingeniero electrónico. Díaz-Canel llevaba casi una década dirigiendo el partido en la provincia de Villa Clara. Y en 2003, el general se encargó de impulsar su ingreso en el selecto buró político del PCC. Nueva misión: al frente del partido en la provincia de Holguín. Entonces le definió como "un joven compañero de sólida firmeza ideológica". Seis años después, le puso a dirigir el Ministerio de Educación Superior.

El candidato iba colmando las expectativas y salvándose de purgas. Discretamente iba ganando la partida a otras jóvenes promesas de los años de Fidel que terminaron saliendo del dominó cubano. El propio Fidel se encargó de destituirlos en 2009 después de descubrir micrófonos indiscretos.

Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel conversan en la Asamblea Nacional en julio de 2017
Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel

Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel AFP / Jorge Beltrán

El exvicepresidente Carlos Lage, 57 años y el excanciller Felipe Pérez Roque, de 44 eran vistos como el relevo. De hecho, estaban en el círculo selecto de dirigentes a quienes Fidel delegó tareas estratégicas cuando enfermó en 2006. Pero las dos estrellas pasaron al "plan pijama" (quedarse en casa). No por tramas de corrupción, sino por deslealtad. "La miel del poder – dijo entonces el Comandante- despertó en ellos ambiciones". Raúl los llamó "dirigentes probeta".

Para ser el elegido, Díaz-Canel ha tenido que caminar astutamente pegado a Raúl Castro sin aspiraciones visibles, con lealtad. Y demostrando que sus fuertes convicciones no le desviarán del esquema ideológico de la Revolución cubana. Formado desde la base del partido, desde las juventudes comunistas ha ido escalando sin molestar.

Cuentan que se movía en bicicleta cuando era alto funcionario en Santa Clara, eran los años 90 del periodo especial. Y llegó a permitir espectáculos de travestismo en un centro cultural. Pero descifrar su personalidad y perspectivas resulta complicado. Gesto serio y escurridizo ante los medios extranjeros. No se sale del discurso oficial y un vídeo filtrado el verano pasado mostraba su cara más intransigente. Ante cuadros del partido lanzó sus dardos contra publicaciones alternativas, emprendedores cubanos y opositores por sus proyectos "subversivos" y "contrarrevolucionarios". ¿Eran realmente sus convicciones o buscaba el reconocimiento de los "talibanes" para que no torpedeen su asiento presidencial? En Cuba nada es lo que parece.

Se ha situado en primer plano, pero el favorito es realmente un desconocido para los cubanos. "No sabemos qué planes de gobierno trae" ó "más de lo mismo con otro nombre" son escuetas opiniones de dos mujeres frente al Capitolio.

Una calle de La Habana

Una calle de La Habana. Getty Images

Preocupaciones económicas

Abel no tiene un candidato pero se revuelve: "A mí no me preguntaron quién debe suceder a los Castro". Es ingeniero y con el dinero de fuera arregló su casa para montar su pequeño hostalito de alquiler de habitaciones. Pero tuvo que parar. Ya no dan licencias para el trabajo por cuenta propia. Llevan congeladas "temporalmente" desde el verano pasado. Son ya casi 600.000 cuentapropistas. Y ahora toca "reordenar", para enfado e incertidumbre de los que veían un poquito de mejoría, y quienes esperan mayores facilidades para la iniciativa privada.

A mí no me preguntaron quién debe suceder a los Castro

Las altas esferas han reconocido la parálisis en las reformas económicas proyectadas por Raúl. Sólo se han implementado un 20%. Y las preocupaciones de los cubanos son precisamente más económicas que políticas. El turismo y el controlado sector privado han amortiguado la brutal caída de la ayuda venezolana. Sin petrodólares y con las reformas estancadas vuelven las necesidades a muchas familias cubanas, donde con un sueldo estatal que no llega a 30 euros hay que "resolver" empleando ingenio. Una de las expectativas pasa por salir. En poco más de dos años, 100.000 cubanos han emigrado a Estados Unidos.

Urge unificar las dos monedas, el peso cubano y el peso convertible, que provoca distorsiones a todos los niveles. Urge impulsar el sector privado a profesionales más cualificados. Urge renovar una economía que centraliza la mayoría de los empleos estatales y acabar con una economía real y otra paralela. Acelerar los cambios económicos será tarea prioritaria del nuevo gobernante, que no debería perder de vista los anhelos de los más jóvenes, que buscan mayor acceso a lo que sucede en el mundo, más libertades y más oportunidades para su desarrollo profesional. Sólo basta acercarse a los puntos públicos wifi instalados en las calles y plazas cubanas.

El ojo vigilante

Es un error pensar que Raúl Castro deja el poder. Al menos hasta 2021 seguirá siendo el Primer Secretario del Partido Comunista. Desde ahí vigilará a su pupilo al frente del Gobierno para que siga ideológicamente firme, mantenga el único régimen comunista de Occidente y al mismo tiempo acelere las reformas económicas. Habrá rivales en el campo dispuestos a batear y desacreditarlo.

Y ahí el general tendrá otro papel clave: contener al ala más ortodoxa y enemiga de los cambios. Porque algunos históricos y otros inmovilistas burócratas quisieran seguir peleando.

Es una transferencia generacional controlada, donde el elegido también tendrá que convivir con las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y su potente conglomerado empresarial que domina la economía del país.

Del deshielo al congelador

Los cubanos no pueden dejar de mirar a Estados Unidos. Allí viven alrededor de dos millones de sus compatriotas. La bandera americana sigue junto al Malecón habanero desde su reapertura en 2015, aquel símbolo del fin de medio siglo de enemistad. Un acercamiento que Barack Obama y Raúl Castro movieron sigilosamente.

Pero llegó otro presidente a la Casa Blanca y la alegría se esfumó. Vuelta al enfrentamiento. Un episodio acústico, nada claro, provocó que Donald Trump ordenara, el verano pasado, reducir al mínimo sus diplomáticos en la isla y la expulsión de una decena de cubanos de la embajada en Washington. "Ahora tengo que viajar a Colombia o incluso España para conseguir la visa y poder visitar a mi hija en Miami". Es un lamento habitual en la isla. Trump no solo ha puesto el freno sino que ha endurecido el embargo y marcha atrás en la apertura comercial y de viajes.

El sucesor de los Castro tendrá que afrontar ese fallido deshielo y a un Trump impredecible. Con un enemigo al norte de nuevo y una Venezuela en crisis, Cuba ya no tiene su colchón económico. Busca otros socios en el panorama internacional y en los últimos años Diaz-Canel se ha estado fogueando en viajes al exterior. Desde la Rusia de Putin a China o Corea del Norte.

Encuentro entre Kim Jong-un y Miguel Díaz Canel en septiembre de 2015
Kim Jong-un y Miguel Díaz Canel en septiembre de 2015

Kim Jong-un y Miguel Díaz Canel en septiembre de 2015 EFE / Rodong Sinmun

El ritmo del socialismo tropical

El hombre de guayabera o corbata que suena en todas las quinielas seguramente nunca pensó que podría tener este regalo de cumpleaños. El 20 de abril, sus canas peinarán 58 años y en las manos de Miguel Díaz-Canel dar respuesta a cambios sustanciales y muchas aspiraciones de los cubanos tanto tiempo anheladas.

Cuba es una tragicomedia y quien no aprenda los pasitos de esta rumba está acabao

Tendrá 10 años como tope para hacerlo. Un límite de tiempo en el poder decidido por Raúl Castro en 2013. Dos mandatos consecutivos y edades máximas para los principales cargos que deberá recoger una próxima constitución. Reforma constitucional que llevan años preparando y que Raúl prometió someter a referéndum.

Pero como me decía entre risas un amigo cubano: "Cuba es una tragicomedia y quien no aprenda los pasitos de esta rumba está acabao". Sin prisa pero sin pausa, este socialismo tropical seguirá a su ritmo, un ritmo que sólo la isla conoce. Aunque las nuevas generaciones quieren "algo más" que las banderas revolucionarias para no dudar entre emigrar o quedarse.

El malecón de La Habana, Cuba

El malecón de La Habana, Cuba. Getty Images

*Sagrario G. Mascaraque fue corresponsal de RTVE en La Habana entre 2008 y 2014.