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La Cumbre Iberoamericana de la renovación

  • El contenido de la reunión, más económico que político
  • Un encuentro marcado por las ausencias y la fatiga en el sistema

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Numerosas ausencias en la Cumbre Iberomamericana de Panamá

“Se trata de economía”. Esta frase, utilizada en distintos contextos y con diferentes matices y palabras, sirve para definir el marco que rodea la celebración de la XXIII Cumbre Iberoamericana en Panamá. El lema de la cumbre es “La Comunidad Iberoamericana en el nuevo contexto mundial”.

Pero quienes eligieron el lema estaban pensando claramente en el contexto económico, no en el político. Así ha se ha evidenciado en los prolegómenos, sobre todo con el Foro Empresarial que, en algunos aspectos, incluso ha eclipsado a la propia cumbre de jefes de Estado o de gobierno.

Todos los actores han reconocido que América Latina pudo esquivar con solvencia la crisis económica internacional que afectó gravemente a los países europeos. Fue una crisis provocada por la especulación financiera, mientras los países latinoamericanos crecían impulsados por el alto precio de las materias primas.

A la hora de buscar salidas a la crisis, sobre todo para  España y Portugal, se insiste en aprovechar la experiencia latinoamericana y en un incremento de la expansión empresarial en ambas direcciones del Atlántico.

No obstante, el ciclo de gran crecimiento latinoamericano puede estar llegando a su fin, según han advertido diversos oradores, empezando por el secretario general iberoamericano, Enrique Iglesias.

La caída en los precios de las materias primas derivada de la ralentización del crecimiento mundial empieza a afectar a las economías latinoamericanas que no han aprovechado del todo este periodo de bonanza para impulsar la diversificación económica.

Ausencias y fatiga

A la ausencia del Rey, por razones de salud, se ha unido a la de otros mandatarios, algunos de gran peso en el escenario iberoamericano, como la presidente de Brasil, Djlma Roussef, el chileno Sebastián Piñera, el ecuatoriano Rafael Correa, el venezolano Nicolás Maduro, el cubano Raúl Castro (no suele acudir a estas cumbres) el boliviano Evo Morales o la argentina Cristina Fernández (también convaleciente aunque se duda de que hubiera acudido, en cualquier caso, a Panamá).

Unas ausencias que, sin duda, marcan el desarrollo de la Cumbre. Existe, insisten distintas fuentes, una “fatiga” o “agotamiento” generado por dos factores

Por un lado la “inflación” de cumbres en el continente. Como reconocía Enrique Iglesias, cuando la Cumbre Iberoamericana se puso en marcha en su primera edición, hace 22 años, en América Latina apenas se producían reuniones de este tipo, y estaban más vinculadas a conflictos en el continente que a una sistematización del debate político en un marco de cooperación entre los estados.

En los últimos años el escenario ha cambiado con la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la Comunidad de Estados Latinoamericanos (CELAC), las cumbres Unión Europea-América Latina, y las cumbres de las Américas, vinculadas a la OEA.

Además de la proliferación de cumbres, también en los últimos años, con la irrupción del llamado “bloque bolivariano” o de “la nueva izquierda latinoamericana”, algunos países han aireado ciertos recelos hacia la Cumbre Iberoamericana considerándola una “herramienta” al servicio de la política exterior española hacia América Latina.

Los desencuentros, en distintos momentos, entre algunos de esos países y España, junto a las rencillas y agravios entre los propios socios latinoamericanos, contribuyen también, junto al agotamiento, a las ausencias de la Cumbre de Panamá.

Cumbre de la Renovación

El agotamiento del sistema iberoamericano de cumbres, reconocido por todos los socios, ha llevado a la necesidad de replantearse el papel de este foro y a buscar una renovación de su estructura y sus mecanismos para evitar su desaparición por inanición.

Hace unos meses se presentaba el llamado Informe Lagos, encargado al expresidente chileno Ricardo Lagos, junto a la exministra de Asuntos Exteriores mexicana, Patricia Espinosa, y al propio Enrique Iglesias, para que se estableciera una hoja de rota con la que acometer la renovación.

Los jefes de Estado o de gobierno van a dar el visto bueno a la reforma que se plantea y que ha llevado a bautizar a la de Panamá como la Cumbre de la Renovación. Hay quienes van más allá y hablan de la Cumbre de la Transición. El hecho más visible será el cambio en la periodicidad de las cumbres que, a partir de la que se celebrará el próximo año en Veracruz, serán bienales.

También se va a “adelgazar” y a “rediseñar” el aparato de la Secretaría General Iberoamericana, cuya sede seguirá estando en Madrid. Aunque no figura oficialmente en la agenda y se ha querido desvincular de la Cumbre, está en el calendario el recambio del Secretario General.

Y es muy probable que el nombre elegido, aunque no se anuncie hasta enero, salga también de Panamá. Tras ocho años, el uruguayo Enrique Iglesias abandonará el cargo el próximo marzo y la persona mejor situada para sustituirle es la exministra costarricense y es secretaria general adjunta de la ONU Rebeca Grynspan.

Otro de los aspectos a aprobar es un nuevo reparto en la financiación, que hasta ahora había recaído sobre todo del lado de la Península Ibérica, es decir España y Portugal, especialmente la primera. Del sistema de 70%, que pagan España y Portugal y 30% que pagan en su conjunto los países latinoamericanos, se pretende pasar a un 60%-40%, asumiendo América Latina algo más de cuota.

Ese cambio en la financiación, exigido en buena medida por la grave crisis económica que ha afectado a España y Portugal, es esgrimido, no obstante, por quienes consideran que el sistema de cumbres iberoamericanas está aún vivo y tiene interés para los países latinoamericanos.

Aunque buena parte de ellos están orientando sus intercambios comerciales hacia el lado otro lado del globo, hacia Asia, y la Alianza del Pacífico es una buena prueba de ello, todavía la Unión Europea es un importante socio comercial.

Y España sigue siendo, aseguran fuentes diplomáticas, la puerta de entrada de América Latina a Europa.