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Siria 2013, Irak 1998: una operación de "castigo"

  • La acción en Siria podría estar inspirada en la Operación Zorro del Desierto
  • Fue en Irak en 1998 y sembró la semilla para la invasión del país en 2003
  • Obama busca una intervención "limitada" en una región explosiva e imprevisible
  • Solo servirá para salvaguardar su credibilidad, no para decantar la guerra

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La operación "Zorro del desierto" llevada a cabo por Estados Unidos en Irak en 1998
Una imagen de la operación "Zorro del desierto" llevada a cabo por Estados Unidos en Irak en 1998.

Tres días de bombardeos quirúrgicos sobre objetivos militares clave para lanzar un mensaje de advertencia al régimen y debilitar su capacidad de producir armas de destrucción masivas. Sin intervención terrestre ni aval de la ONU.

Esta estrategia militar no la firma Barack Obama, sino Bill Clinton. Se llama Operación Zorro del Desierto y fue una ofensiva más o menos exitosa lanzada por EE.UU. y Reino Unido sobre Irak entre el 16 y el 19 de diciembre de 1998 para reprender a Sadam Hussein por incumplir sus obligaciones de desarme. Ahora, con otro nombre que aún no sabemos, es la opción favorita para castigar a Bachar al Asad por una masacre química de la que EE.UU. no tiene dudas.

Una intervención “limitada”. Es el adjetivo que más repiten los líderes políticos para justificar el ataque en sus parlamentos y ante sus opiniones públicas. Pretenden trasladar que el objetivo es un ataque “limpio”, con una dosis de daños “muy calculada”, que no desate el caos en la región y no suponga una implicación en la guerra civil.

No hay ninguna operación militar quirúrgica ni limpia

“No hay ninguna operación militar quirúrgica, limpia. Son eufemismos que tratan de evitar que hay daños colaterales, que castiga a población civil, indefensa. Se sabe cómo empiezan pero no cómo acaban”, advierte a TVE Jesús Núñez, cofundador del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria.

París, el nuevo escudero de Obama

La Operación Zorro del Desierto surtió el efecto deseado a corto plazo. Pero hay que recordar que el argumento de las armas de destrucción masiva (que nunca aparecieron) sirvió a otro presidente, George W. Bush, para invadir el país en 2003. De ahí que Barack Obama y su equipo se esfuercen en espantar viejos fantasmas. "Cualquier decisión que tomemos no se parecerá a la de Irak, Afganistán e incluso Libia", ha asegurado el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, en todas sus intervenciones.

En los fantasmas del Irak del 2003, no en el de 1998, se ha quedado atrapado David Cameron, el primer líder británico que pierde el apoyo del Parlamento para una intervención militar. Desde el que el Imperio dejó de serlo, la máxima del Foreign Office ha sido "si Estados Unidos dice hay que saltar, nosotros nos preguntamos cuán alto". Solo la guerra de Vietnam ha sido la excepción en estos 60 años de matrimonio trastlántico.

El abandono de su fiel escudero obliga a Obama a buscar nuevos aliados aunque no descarte embarcarse él solo en esta aventura. No parece que sea necesario. Kerry ha resaltado que cuentan con Francia, al que califica ahora como su "aliado más antiguo" en el Viejo Continente. También respaldan la intervención la Liga Árabe, Turquía y Australia.

Sin factor sorpresa

Como no es una operación para decantar la guerra, al igual que hace 15 años, tampoco existe el factor sorpresa. Estrategas militares como Sun Tzu o Napoleón Bonaparte se echarían las manos a la cabeza pero “anunciar públicamente cómo, dónde y cuándo EE.UU. (y sus aliados) probablemente tiene sentido dado lo que Obama quiere lograr”, señala Max Fischer en The Washington Post.

De ahí que, como Sadam hizo en su momento, Al Asad esté moviendo todo el material sensible de ser bombardeado a lugares seguros.

Pero, sobre todo, más allá de una acción militar estamos ante una operación política. “No son los sirios, lo que hoy moviliza la maquinaria militar de Estados Unidos sino es básicamente el intento de garantizar que cuando Estados Unidos da un ultimátum, eso tiene consecuencias para quien lo traspasa...”, subraya Jesús Núñez.

Los expertos consideran que para Barack Obama no intervenir tendría un coste político más alto que una intervención limitada porque mandaría el mensaje de que cualquiera puede saltarse sus líneas rojas. Empezando por Irán y su programa nuclear. Aunque, según un análisis de Edward N. Luttwak en The New York Times, a EE.UU. lo que realmente le interesa es que la guerra siga igual porque la restauración del régimen de Al Asad aumentaría el poder de Irán en todo en Oriente Medio, mientras que una victoria de los rebeldes, dominados por facciones extremistas, dejaría el país en manos de Al Qaeda.

Obama asegura que "sigue reflexionando" sobre cuál es la repuesta para los "crímenes de guerra" cometidos en Siria. Bill Clinton le ha aconsejado que reescriba su guion, azuzado por la mala conciencia de no intervenir en Ruanda, un genocidio que dejó el mismo número de refugiados que ya han huido de la barbarie siria.