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¿Un empleo en Laponia? Los españoles no están ni más ni menos predispuestos al traslado

  • La movilidad de los trabajadores en España está en la media de Europa
  • Ni administraciones ni empresas facilitan un proceso traumático

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La movilidad y la ley

La última reforma laboral apenas modifica el procedimiento sobre traslados, individuales o colectivos, ni las indemnizaciones a las que tienen derecho quienes lo rechacen. No obstante, facilita mucho a la empresa imponer esta medida de “flexibilidad interna” ya que añade a la antigua regulación una coletilla en el apartado que describe las circunstancias que pueden alegarse para iniciar los traslados. Ahora basta con que estén “relacionadas con la competitividad, productividad u organización técnica o del trabajo”, es decir, casi cualquier causa, según los expertos.

La norma al completo y los detalles del proceso se pueden ver consultando el artículo 41 del Estatuto de los Trabajadores en su nueva redacción tras el decreto aprobado por el Gobierno el 10 de febrero.

Datos de movilidad

No hay estadísticas oficiales sobre movilidad por motivos laborales. Sin embargo, el Instituto Nacional de Estadística registró en 2011 la emigración de 62.000 españoles. En cuanto a movimientos entre distintas comunidades autónomas en España, en 2010 lo hicieron más de 1.200.000 personas, independientemente de sus motivos.

“Se habla mucho de la resistencia de la población a la movilidad, pero no se tiene ni idea del balance entre costes y beneficios que hacen los individuos para tomar esa decisión”. Son palabras de uno de los mayores expertos en el tema, el catedrático de Sociología Gerardo Meil, coautor de un estudio según el cual los españoles se comportan en esta cuestión de forma parecida a los países de su entorno.

Es cierto que si se considera solamente el hecho de mudarse de localidad, la tasa de movilidad es muy baja. Pero “con el desarrollo del transporte, son posibles otras formas de movilidad laboral preferidas por los trabajadores”, recuerda el profesor de la Universidad Autónoma de Madrid. El caso más común: quien va todos los días a trabajar a una ciudad y regresa a la suya para dormir.

“Mucha gente está dispuesta a asumir desplazamientos muy largos cada día en lugar de mudarse, y eso también es movilidad”, explica Meil. Considerando así no solo la mudanza, sino los trayectos para ir al trabajo de más de dos hora cada día, o pernoctar más de 60 días al año fuera de casa, los resultados de la única encuesta que ha medido este fenómeno a escala europea demuestra que los españoles se comportan parecido a sus vecinos.

Más que Suiza, menos que Alemania

En concreto, en 2007 un 14% de los españoles trabajaba en alguno de esos tres supuestos. En Suiza había menos trabajadores desplazados, un 13%; en Francia un poco más, un 15%; y solo los alemanes despuntaban, con un 18%, según los datos de ese estudio aportados por el investigador.

Si a eso se suman las personas que decían haber trabajado en el pasado en esas circunstancias (un 38%), resulta que más de la mitad de los empleados en España aceptan la movilidad.

Son datos que chocan con las declaraciones que ha hecho esta semana José Luis Feito, dirigente de la patronal CEOE, según el cual “probablemente” el 80% de los desempleados rechaza una oferta porque el puesto de trabajo implica desplazarse a otro barrio.

Rechazan ofertas porque los servicios públicos de empleo funcionan desastrosamente

Otro experto en movilidad, el catedrático de Derecho del Trabajo Francisco Alemán, va más allá y apunta otra posible causa: “También rechazan ofertas porque los servicios públicos de empleo funcionan desastrosamente”.

Además, el profesor de la Universidad de Córdoba desacredita otra declaración de Feito según la cual los desempleados con prestación deberían aceptar la primera oferta que recibieran, “aunque fuera en Laponia”. El nuevo fenómeno de la emigración de españoles indica una disposición extrema a la movilidad en un tiempo en que “el empleo es un bien tan escaso”, según Alemán.

En todo caso, el autor de La movilidad geográfica. Problemática social y régimen jurídico (Tecnos, 2001) señala que hay perfiles más o menos proclives: los jóvenes ponen menos resistencia que los mayores, y los que tienen más estudios que los no titulados.

Su colega Meil añade que las encuestas indican además que la gente ha aumentado su disposición a trasladarse en los últimos años; aunque también, siempre según los sondeos que ha coordinado, las propuestas recibidas por los trabajadores han disminuido desde 2007. Dos datos que podrían parecer paradójicos, pero que se explican seguramente como consecuencia de la crisis económica.

Permisos, desgravaciones... otra mentalidad

En todo caso, para fomentar la movilidad se echan en falta un sinfín de medidas que deberían tomar tanto las administraciones como las empresas y los sindicatos.

Por ejemplo, Meil propone que los trabajadores puedan deducirse fiscalmente de alguna manera gastos que son imprescindibles para poder trabajar desplazado, tales como el transporte, del mismo modo que ya se hace con los gastos de guardería. Y como hacen las empresas con sus facturas de transporte o comidas, que pueden imputar a la cuenta de pérdidas y ganancias.

Las políticas públicas tienen que reducir los costes de la movilidad

“Las políticas públicas tienen que reducir los costes de la movilidad”, explica. Capítulo aparte merece el alquiler, y en ese sentido Alemán advierte de que las primeras medidas adoptadas por el nuevo Gobierno desincentivan de nuevo esta opción de vivienda, que en principio es la más normal en caso de un traslado no definitivo.

Por otra parte, las empresas pueden facilitar más las cosas. El consultor Juan Martínez de Salinas critica en su blog la poca deferencia que habitualmente tienen los departamentos de recursos humanos con los aspirantes a un puesto de otra provincia.

Pero también en la negociación colectiva se puede allanar este camino. Por ejemplo, otorgando el derecho al trabajador a un permiso previo al traslado para ocuparse de buscar colegio para sus hijos u otros trámites.

Porque más allá de las cuestiones económicas, apunta Alemán, “el problema principal es la inserción socio-laboral” subsiguiente, “vencer las resistencias psicológicas”: principalmente, alejamiento de los amigos, pareja y familia. No en vano, “después de la muerte o una separación, una mudanza es el tercer factor de estrés”, concluye.