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El G-20 acuerda reducir el déficit en tres años y estabilizar la deuda en seis

  • Esa consolidación fiscal será "ajustada a las circunstancias nacionales"
  • El G-20 apoya los impuestos a la banca pero a la carta
  • Zapatero defiende la apuesta por el crecimiento como irrenunciable

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G-20 da libertad para la tasa bancaria

El G-20 ha conseguido alcanzar un acuerdo de mínimos que equilibra, es la palabra clave en esta cumbre, la disciplina fiscal que propugna Alemania con la apuesta por el estímulo económico que defiende Estados Unidos. "Francamente, es más de lo que pensaba", ha sentenciado la canciller alemana, Angela Merkel, sentada junto a Zapatero.

En el borrador de declaración final, las mayores economías del planeta se comprometen a reducir "al menos a la mitad" el déficit en sus cuentas públicas. El objetivo es a tres años y no plantea problemas especiales dado que es el mínimo que se ha marcado Europa y es el nivel al que aspiraba Obama.

Asimismo, los miembros del G-20 han acordado "estabilizar o reducir la deuda pública" en seis años. Un compromiso más complicado de materializar, ya que el agujero ha crecido por el rescate del sistema financiero y los planes de estímulo, amén de los problemas endémicos del coste de las pensiones y la Sanidad.

Juego de equilibrios

La austeridad fiscal ha provocado fuertes tensiones en la cumbre, incluso antes de su comienzo, y la división interna contrasta con el consenso que hubo hace menos de un año en la cumbre de Pittsburgh. Entonces todos estaban de acuerdo y satisfechos por las recetas y los resultados.

El borrador del comunicado refleja esa tensión: "el ritmo del ajuste (fiscal) debe calibrarse cuidadosamente para sostener la recuperación de la demanda privada". Existe el riesgo de que "un ajuste fiscal sincronizado entre varias grandes economías pueda afectar de forma adversa la recuperación".

El puente para unir las dos orillas se basa en la flexibilidad de cada país para alcanzar los objetivos. La consolidación fiscal será "diferenciada y ajustada a las circunstancias nacionales". O de otra forma: "Algunos países necesitan hacer una consolidación fiscal, pero todos necesitan impulsar el crecimiento; a eso no se puede renunciar", ha defendido Zapatero.

La mayoría de los miembros de la UE han metido la tijera en sus cuentas públicas, azuzados por el ataque de los mercados a la deuda soberana. Consideran que ha llegado la hora de apretarse el cinturón para recuperar la confianza. Y la tormenta no ha desparecido. El presidente de China, Hu Jintao, ha señalado que "los riesgos sobre la deuda soberana seguirán incrementándose en algunos países".

Pero Washington tiene todavía margen de maniobra -gracias a la huida de capital de Europa, que abarata su deuda- y teme que un ajuste sincronizado en todo el mundo acabe estrangulando la recuperación "frágil y desigual". De ahí que apoyado por los emergentes haya conseguido introducir su posición en el comunicado. Todos satisfechos, pero la receta es distinta.

Impuestos a la carta

Si el equilibrio ha sido difícil de alcanzar en la receta para salir de la crisis, el desacuerdo de fondo es más patente incluso en los impuestos a la banca. Se deja libertad a cada país para implantar una tasa bancaria y ni siquiera se propone un marco común para gravar las transacciones financieras, que exigen un consenso global para que sea efectivo.

El G20 admite que el sector bancario debe pagar el coste de la crisis para el contribuyente, pero reconoce que existen "distintos planteamientos" para que las entidades "contribuyan de manera justa y sustancial" a su rescate.

De hecho, Alemania, Francia y Gran Bretaña ya han decidido recaudar un impuesto para nutrir un fondo de rescate y evitar que los contribuyentes vuelvan a pagar el pato. Obama lo propuso el pasado mes de enero pero no figura en su reforma financiera, aunque el Congreso podría implantarlo este mismo año.

Por contra, otros países como Canadá y buena parte de los emergentes, argumentan que su sistema financiero ha salido relativamente indemne de la crisis y no fue en ningún caso responsable de ella, y por eso se oponen a gravar a la banca.

El fútbol es el denominador común

Quizás el único punto en el que todos han estado de acuerdo en esta cumbre es la pasión por el fútbol. La canciller alemana, Angela Merkel, y el premier británico, David Cameron, se han escabullido del plenario para ver el partido entre sus respectivas selecciones nacionales.

Alemania ha ganado por 4 a 1 a Inglaterra, con una actuación dudosa del árbitro. Merkel ha mostrado su alegría de una forma nada prusiana y Cameron, más comedido, la ha felicitado al final del partido.

No han sido los únicos. Obama también encontró tiempo el sábado para ver retazos del partido de EE.UU. contra Ghana, que derrotó a la primera potencia -económica, no futbolística-. Y la inmensa sala de prensa en Toronto ha estado más pendiente del Mundial que de los debates económicos. Se han escuchado sin recato los gritos de gol. Según iba la feria por barrios.