Enlaces accesibilidad

Ingrid Betancourt, un año fuera del 'infierno verde' de las FARC

  • Se cumple el aniversario de la liberación de la ex candidata a la presidencia de Colombia
  • Convertida en un símbolo, por el momento no ha querido regresar a la actividad política
  • En los últimos meses, su presencia en la prensa se debe sobre todo a su vida personal
  • Algunos de sus compañeros de cautiverio han criticado su comportamiento en la selva

Por
Primeras palabras de Ingrid Betancourt tras su rescate

"Acompáñenme primero a darle gracias a Dios, a la Virgen; mucho le recé, mucho me imagine este momento". Eran las primeras palabras de la ex candidata a la presidencia de Colombia, Ingrid Betancourt, poco después de ser rescatada en una espectacular operación del Ejército colombiano de su cautiverio de más de seis años en manos de la guerrilla de las FARC.

Un año después de su liberación, Betancourt, de 47 años, sigue dando gracias a Dios,  volcada en su vida personal, especialmente en sus hijos, y en su faceta religiosa, al tiempo que se aleja cada vez más de la política, pese a que es una de las piezas más codiciadas por los aspirantes a la presidencia de Colombia, que celebra elecciones en mayo de 2010.

Sólo tres meses después de la operación Jaque, Betancourt, que en los años 90 se había destacado por su rebeldía política, por su enfrentamiento constante con el poder, por su voluntad y su constancia, aseguraba que, tras escapar del infierno verde -como lo ha denominado su mejor amigo durante el cautiverio, el ex senador Luis Eladio Pérez-, quería dedicarse a su familia y a sí misma: "No quiero volver a ser política".

Esquivar la política

En esos tres meses, sin embargo, se había convertido ya en un símbolo, con el que todos los políticos del mundo deseaban hacerse una foto. En unas semanas se reunió, entre otros, con el presidente francés, Nicolas Sarkozy, con su predecesor, Jacques Chirac, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, o el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero.

Se daba por hecho, puesto que ya lo había intentado una vez, que Betancourt volvería tarde o temprano a probar el asalto a la presidencia de Colombia. Pero, por el momento, su única actividad política ha consistido en los actos a favor de la liberación de los secuestrados que aún siguen en manos de la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), ya fuera una marcha en París y Bogotá o un concierto solidario en Madrid.

Pero incluso esa militancia se ha visto superada por una vocación mística a la que se aferra con vehemencia. Es habitual que aparezca ataviada con el rosario que se fabricó en la selva, ha visitado el santuario de Lourdes y ha sido recibida por el papa Benedicto XVI. Y siempre, a pesar de las polémicas, evita la confrontación política.

Así lo hizo cuando recibió el premio Príncipe de Asturias de la Concordia y el Foro de Ermua le reprochó que defendiera la negociación con los terroristas; Betancourt reclamó "tolerancia" y que el galardón "no se instrumentalice por ningún lado político".

Familia

La principal preocupación de Betancourt en los últimos meses ha sido su familia, especialmente sus hijos, Melanie y Lorenzo Delloye -fruto de su primer matrimonio-, y su madre, Yolanda Pulecio. "Mi terapia es el amor de mi familia", ha dicho.

Por el contrario, su distanciamiento de su segundo esposo, el publicista Juan Carlos Lecompte, ha sido manifiesto desde su liberación: apenas se han visto unos minutos, poco después de la operación Jaque, antes de que ella saliera de Colombia. A los pocos meses, iniciaron el proceso de divorcio.

Ahora, su demanda de divorcio ocupa las portadas que antes se dedicaban a las especulaciones sobre su futuro político. Él le acusa a ella de infidelidad -los rumores elevan la categoría de Luis Eladio Pérez durante el cautiverio de amigo a amante- mientras que ella le achaca a él no sólo infidelidad, sino consumo de drogas. La pelea sigue en los tribunales.

También sus posibles parejas han pasado a primer plano, sobre todo desde que la revista  Caras publicara un supuesto romance a partir de una fotografía de Betancourt junto a un hombre, no identificado, en una playa de Miami, con el llamativo titular: "En la playa y ¿enamorada?".

Silencio sobre la selva

Mientras tanto, Betancourt mantiene un escrupuloso silencio sobre los más de seis años que permaneció en la selva. Mantiene un bloqueo emocional que le impide rememorar muchas de las vivencias que sufrió en manos de las FARC.

No así algunos de sus compañeros, como su directora de campaña, Clara Rojas, secuestrada junto a ella, o los tres contratistas estadounidenses liberados en la misma operación que Betancourt, que han escrito un libro sobre su vivencia.

En ambos casos aparecen los reproches por el comportamiento de Betancourt. Libres de cautiverioel libro de Marc Gonsalves, Keith Stansell y Tom Howes, le reprocha que les denunciara como agentes de la CIA ante los guerrilleros y le acusa, entre otras cosas, de robar comida. Clara Rojas se limita a señalar su alejamiento en la selva: "Pensaba que era mi amiga pero me ha demostrado que no lo era. La selva nos distanció".

Luis Eladio Pérez, por el contrario, resalta en su Infierno Verde el compañerismo de Betancourt o su entereza en el cautiverio, pese a las privaciones y las enfermedades sufridas. Diversas versiones sobre la epopeya que cambió la vida de Ingrid Betancourt y la convirtió en un símbolo de la lucha por la paz en Colombia.