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Edificios malditos: ¿maldición o arquitectura marcada por la desgracia?

  • Desde Torrelavega hasta Vizcaya pasando por París, los edificios malditos se encuentran en todos sitios
  • En Terror en blanco, Mariano Fernández Urresti y Octavio Mestre nos sumergen en la parte oscura de la arquitectura
Ruinas de un edificio con un sofá antiguo, paredes descascarilladas, ventanas rotas y la frase "I see fire" escrita en una pared.  Imagen en blanco y negro.
El Palacio municipal de Torrelavega o la catedral de Notre Dame son dos ejemplos de edificios malditos. ISTOCK

La primera grieta apareció cuando se taló uno de los árboles que rodeaban el Palacio Municipal de Torrelavega. Bastó con incumplir una de las dos condiciones impuestas por Luciano Demetrio Herrero —no tocar ninguno de los troncos del paseo circundante al edificio ni abrir comercios a su alrededor— para que la construcción, levantada en 1888, comenzara a resquebrajarse "hasta tal punto de que tuviera que ser abandonada".

Si bien la vivienda se pensó para disfrute personal, Demetrio Herrero decidió donarla para convertirla en la sede del Ayuntamiento. Y así fue. "Durante muchas décadas —recuerda en Terror en blanco, con María Paredes, el colaborador Juan Gómez— se utilizó de este modo".

El empresario tan solo exigió que se respetaran sus deseos. Parecía un acuerdo sencillo, pero "el pacto no se acató y, a medida que se iban talando árboles e inaugurando negocios, aparecían también más fisuras. Tantas que obligaron a trasladar las oficinas del Consistorio a otros lugares" para huir de la supuesta maldición.

Igual que le ha sucedido al "Palacio de las brujas", a 129 kilómetros de distancia del municipio cántabro. En Güemes, Vizcaya, ni la riqueza ni el estatus impidieron que los muros de la mansión del noble Baltasar Hurtado de Amezaga empezaran a quebrarse tras una serie de promesas rotas.

El teniente general y primer Marqués de Riscal de Alegre lo mandó levantar en 1709 con la intención de impresionar al rey Felipe V para que "pasara alguna temporada allí". Sin embargo, falleció en Flandes antes de verlo acabado. "A partir de entonces se registraron varias muertes extrañas vinculadas con alguna condena que cercaría al palacio", explica Gómez.

Una de ellas, por ejemplo, sostiene que "un hechicero local embrujó a Hurtado provocándole la muerte e impidiéndole avanzar en la edificación".

Otra, sin embargo, responsabiliza a "una de las hijas de los obreros como la autora de tal maldición, por cuestiones con el derecho de pernada".

Aunque, también hay quien asegura que fue el mismo militar quien dictó la inconclusión eterna del inmueble. "Baltasar Hurtado tuvo al menos 13 hijos de los cuales seis, varios de ellos intentando continuar la obra, perecieron en extrañas circunstancias", relata Gómez. "Sus decesos se relacionaron con el palacio porque Baltasar esgrimió en su testamento que si él moría jamás se podría ni terminar ni vender, o de lo contrario caería un gran castigo".

Y en la actualidad nadie quiere correr ningún riesgo más. La mansión está totalmente abandonada. Sin proyecto alguno de reconstrucción. Tal vez por miedo. Quizá por la inquietud de escuchar, aún hoy, "los chillidos desesperados y llenos de dolor" de una vecina que perdió a su hijo al poco de heredar las ropas de uno de los retoños fallecidos de los Hurtado de Amezaga.

La arquitectura como medio de transmisión

Porque, como afirma el arquitecto Octavio Maestre, una construcción puede transmitir o, incluso guardar, un enigma en su propia concepción. "Un edificio tiene misterio y no únicamente en su resultado final, también en cómo se diseña, en cómo se construye y en cómo se proyecta", apunta.

Por eso, todos y cada uno de los pasos y planos del proceso arquitectónico importan. Nada resulta inservible.

"Los primeros planos son para enamorar y generar en la otra persona la ilusión de querer estar ahí. Los segundos —enumera Maestre— son los técnicos, relacionados con la normativa y licencias. Los otros son los que realizas en la propia obra, porque en ella siempre suceden cosas y cambios para mejorarla".

Mejorarla y darle sentido y existencia. Así, "cuando alguien deja el edificio, este adquiere vida propia. Quienes lo usan, lo hacen de una determinada manera", subraya Maestre.

Notre Dame de París vuelve a abrir sus puertas cinco años y medio después del incendio

En cualquiera de los croquis primero, y en las acciones después, hay misterios. ¿Por ejemplo? El que declara que los tres incendios de Notre Dame1219, 1871 y 2019— fueron el resultado del pacto que el herrero Biscornet selló con el diablo para ayudarle a terminar la Puerta de Santa Ana.

Y si no hay misterios, tendremos simbología. "Como arquitectos nos interesa el espacio y qué es lo que encierran los lugares. En el uso sagrado está clarísimo que la simbología es fundamental. En la Edad Media, antes de la invención de la imprenta, los grandes portalones de las catedrales eran como Biblias esculpidas en piedra para que la gente aprendiera", señala Maestre.

Y si no hay simbología, habrá historias. "Existen sitios en los que el pasado no goza de peso suficiente, y el diálogo puede ser muy superior. En cambio, en otras ocasiones, el pasado es tan importante que lo que se debe hacer es preservarlo". Porque si no hay historias, habrá Historia.

Aunque todavía no se conozca al completo. A pesar de que, seguramente, nunca se sabrá todo de ella. Aunque siempre queden secretos indescifrables. "El periodo comprendido entre 1118 y 1314, momento en el que la Orden del Temple desaparece, es el de mayor número de construcción de catedrales góticas", explica el historiador y escritor Mariano Fernández Urresti.

¿Qué significa esto? Para algunos investigadores, la respuesta es clara: "Hay autores que proponen la posibilidad de que las catedrales góticas hubieran sido el archivo de piedra donde el Temple ocultó distintas informaciones", añade.

La catedral de Chartres o los archivos de piedra

La catedral de Chartres, en Francia —"construida representado la constelación de Virgo y, bajo un templo de culto precristiano y pagano"—es uno de los ejemplos más citados al respecto.

"Su pórtico norte, al que llaman "Pórtico de los Iniciados" —detalla Fernández Urresti—, cuenta con unos capiteles que parecen representar el Arca de la Alianza acompañada de inscripciones en latín". De ahí que se sugiera que, tal vez, sus ladrillos oculten datos sobre el "paradero del ansiado y nunca encontrado cofre".

"Muchas catedrales son máquinas de piedra que parecen dormidas, pero tal vez puedan ser activadas", resume. Y es que, "todo nos indica que hay parajes que no fueron elegidos al azar".