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Luces, cámara, ¿maldición? Las leyendas detrás de las películas malditas

  • Poltergeist (1982) o El conquistador de Mongolia (1952) son algunas de esas cintas marcadas por leyendas sangrientas
  • Patricia Prida y Mikel Navarro analizan el universo del cine maldito en Terror en blanco
Mujer con cabello oscuro arrastrándose, expresión de terror, televisor antiguo al fondo, atmósfera de película de terror.
A lo largo de la historia, numerosas películas se han ganado la fama de "malditas" tras dejar un reguero de sangre y tragedias. ISTOCK

Primero, el silencio. Luego, la claqueta. Y a continuación, el ruido: efectos de sonido y diálogos perfectamente orquestados. Una grabación más de una película más. Todo parece normal. El guion fluye, los actores interpretan y el relato se queda dentro del plano. En teoría.

Porque, de repente algo —o alguien— se sale del guion. Improvisa una historia que nadie escribió, que nadie imaginó y que nadie quiere protagonizar. Un accidente absurdo con consecuencias devastadoras, una muerte prematura sin aparente explicación, sucesos extraños dentro y fuera del set. Un piloto rojo que jamás se vuelve apagar. Una escena infinita.

Y entonces, surge la duda: luces, cámara y ¿maldición? El cine es solo ficción. Aunque haya cintas basadas en hechos reales, todo sigue siendo una recreación. Un escenario, unas cámaras, unos focos y un equipo trabajando. Nada más. Cuando las luces se encienden, todo se debería acabar, ¿o no?

A veces, la ficción traspasa la realidad. Hay películas en las que el punto y final del guion es literal. Para algunos de sus protagonistas, no hay desenlace feliz. Nadie come perdices, ni siquiera palomitas. Porque hay quienes ni siquiera llegan a ver el estreno. En Terror en Blanco, María Paredes, se adentra en este inquietante universo del cine maldito junto a la autora Patricia Prida y el periodista Mikel Navarro. ¿Te atreves a darle al play?

Lo que en pantalla pueden ser risas, detrás de los focos son lágrimas. Lágrimas de angustia, de desesperación y de terror. Porque Los Ángeles, la ciudad de los sueños, también es escenario de pesadillas. El cartel con las reconocibles letras de Hollywood, lo cuenta. Solo hay que saber leerlo.

"Dice la leyenda que, de vez en cuando, en plena noche, aparece por allí la figura etérea de Peg Entwistle", explica Prida. Una joven que se mudó en los años 20 del siglo XX a tierras californias con el objetivo de convertirse en una estrella.

"Lo intentó una y otra vez –relata Prida–. Sin embargo, no lo consiguió y cayó en una profunda depresión que le llevó a quitarse la vida al lanzarse desde la letra H de Hollywood". Desde entonces, su fantasma vaga por la colina. No busca venganza. Ni es violenta, pero sí inquietante. Un recordatorio de la oscuridad del séptimo arte.

La semilla del diablo, La familia y el edificio Dakota

Como también lo es el asesinato de la actriz Sharon Tate (1943-1969), embarazada de ocho meses, y todos sus amigos a manos de La familia, la secta de Charles Manson. "Su muerte marcó un antes y un después en Hollywood", apunta la autora. La tragedia rápidamente quedó envuelta en un aura de supersticiones. Muchas casualidades juntas. Demasiadas coincidencias.

"Se llegó a comentar que el fallecimiento de Tate era un castigo por la película dirigida por su marido, Roman Polanski, La semilla del diablo (1968) la cual, además, se rodó en el edificio Dakota que tiene una leyenda negra muy grande. Se hablaba incluso del demonio", señala Prida.

Para muchos, de hecho, esa era —y sigue siendo— la única explicación con algo de lógica. Porque, ¿cómo puede ser que, sobre una sola cinta, sus protagonistas, su director, su mujer y sus amigos cayera todo el peso de una maldición?

Poltergeist: la película maldita por excelencia

Nunca se sabrá. Puede que La semilla del diablo sea unos de los largometrajes más numerosos en cuanto a fallecidos, cinco, pero no es el único. Ni tampoco el más "famoso". Ni siquiera el más inquietante. Porque si hay una cinta que ostenta el título de película maldita por excelencia, esa es, tanto para Prida como para Navarro, la exitosa Poltergeist (1982).

Su atmósfera, su estética y algunas de sus escenas –como aquella en la que la madre cae en una piscina a medio construir y empiezan a flotar esqueletos– siguen grabadas en la memoria colectiva. ¿Lo más perturbador? "Se dice que esos esqueletos eran reales", resalta Prida. Sin duda, una buena metáfora de lo que supondría para varios integrantes del equipo más adelante.

Durante o poco después del rodaje de la cinta dirigida por Tobe Hooper y producida por Steven Spielberg, cuatro actores de la franquicia fallecieron, y otro salvó su vida de milagro en un accidente aéreo.

"La que más ha calado es la de esa niña rubia inocente, Heather O’Rourke (1975-1988) la pequeña Carol Anne", matiza Navarro. "Murió en 1988 a causa de una infección intestinal fulminante", detalla y se convirtió en una especie de símbolo de esa supuesta maldición.

Y es que, el también temprano deceso de Dominique Dunne (1959-1982) a los 22 años estrangulada por su ex novio, o los de Julian Beck (1925-1085) o Will Sampson (1933-1987) "han contribuido a acrecentar la leyenda" de la película.

Aunque las causas de sus muertes fueran distintas –desde asesinatos hasta enfermedades como el cáncer o el infarto–, lo que inquieta es su acumulación. Demasiadas en muy poco tiempo, y todas conectadas con una misma producción.

El conquistador de Mongolia, una maldición explicada por la ciencia

Sin embargo, ni siquiera los hechos probados pueden acallar los misterios. Las leyendas y el miedo siempre se imponen. La ciencia no necesita de lo paranormal para helar la sangre.

"Siempre he dicho que el El conquistador de Mongolia (1956) es la película realmente maldita porque hay una explicación científica que así lo demuestra: la radiación", explica el experto.

"La cinta fue rodada en una zona cerca del desierto de Nevada, en la que se habían hecho pruebas nucleares", cuenta Navarro. Durante 13 semanas —justamente el número de la mala suerte— el equipo estuvo expuesto a niveles químicos muy elevados. Y las consecuencias fueron devastadoras. Tanto por la rapidez con las que se dieron como por su cuantía.

"El primero en fallecer fue Victor Young, el compositor de la banda sonora, víctima de un tumor cerebral". Luego, uno tras otro, en cuestión de meses, cayeron más miembros del set: "el director Dick Powell, de un linfoma; el actor mexicano Pedro Armendáriz, diagnosticado de un cáncer terminal —que, sin embargo, se suicidó— ; la actriz Agnes Moorehead; Lee van Clift, que murió por un infarto, pero tenía cáncer de garganta…"

La lista sigue. El conquistador de Mongolia involucró a 220 persona en su realización, de las cuales 91 enfermaron de cáncer y 46 murieron.

Respirar aquel polvo atómico resultó letal. Una casualidad estadística, según algunos. Un castigo invisible, según otros. Pero lo cierto es que, más allá del mito, la película tiene tras de sí una realidad documentada que pone los pelos de punta. Y no es la primera, ni será la última.