¿Seguro que eras tú? El inquietante fenómeno de los doppelgängers o dobles malvados
- Los doppelgängers son apariciones que nos imitan y se nos aparecen trayendo consigo un oscuro presagio
- Desde Lincoln hasta Isabel I de Inglaterra, en Terror en blanco Pablo Tresgallo nos descubre los casos más inquietantes


¿Dónde estabas ayer? Dices que pasaste el día en casa. Fue tarde de sofá, peli y manta. Hacía frío, llovía y no te apetecía estar fuera de la comodidad de tu piso. Estás convencido. No te gusta salir cuando hace mal tiempo.
Por eso, cuando hoy tu vecino te suelta un "¿qué tal estás? Me alegró verte ayer. Vaya fuerza de voluntad tienes ¿eh?", te quedas perplejo. Más aún cuando menciona una conversación sobre tu preparación para una maratón a final de mes. ¿Qué charla? ¿Qué maratón? Tú no corres. Y no recuerdas nada. Porque, claro, nada de eso ocurrió. Ayer no saliste. Estás segurísimo.
"Será un error", piensas. Pero no es solo él. Te lo dice tu compañera del trabajo, tu prima, incluso el del bar de la esquina. Todos aseguran haberte visto. Todos afirman haber hablado contigo. Qué raro. Tú, ayer, estuviste en casa. O eso crees, porque entonces lo ves. Y lo entiendes. No es un reflejo. Tampoco una ilusión. Caminando por tu acera. Misma estatura, mismo pelo, mismos rasgos físicos. Ropa casi idéntica. Misma voz. Mismo "hola".
¿Quién es esa persona? Algunos lo llaman gemelo malvado. Otros, skinwalker o doppelgänger. Pero no se trata de un "hermano perdido". Es algo perturbador. Una copia exacta que te imita, que te reemplaza. Según la leyenda, encontrarte al tuyo es presagio de muerte. O algo peor. Porque no siempre se limita a observar. A veces, actúa. Y no con buenas intenciones.
En Terror en blanco, María Paredes se adentra junto a Pablo Tresgallo en el oscuro universo de estas figuras malignas, y nos trae algunos casos de quienes afirman haberse topado con su doble. Por primera... y última vez.
Un término ancestral
Aunque suene a paranoia, los doppelgängers no son una invención moderna ni una moda de Hollywood. Mucho menos un trend de TikTok. Estas figuras llevan siglos entre nosotros, camufladas en creencias populares y testimonios inquietantes, evolucionado con el tiempo.
"El término se ha ido magnificando con los años. Hoy se usa para cualquier tipo de doble", explica Tresgallo. Sin embargo, lo perturbador no es tanto el uso que se le de a la palabra como el miedo que provoca. Su significado original, "doble fantasmagórico", está vinculado a la muerte y al infortunio.
"En la mitología nórdica y germánica, de la que proviene, se describe como una figura sin sombra, incapaz de reflejarse en los espejos o en el agua. Un mal presagio", indica Tresgallo.
Y en principio, nada más que eso. Una corazonada. Un presentimiento turbio. Algo que la ciencia no puede confirmar. "No hay evidencias de que todos tengamos un doble recorriendo el mundo", insiste Tresgallo. No es biología. No es física. Pero, el miedo no necesita pruebas y no impide que mucha gente, en diferentes lugares del planeta, jure haberlo visto.
"Lo relatan con tanta seguridad que la angustia puede durarles años", dice Tresgallo. No obstante, lo más escalofriante son los casos en los que, tras el encuentro, no queda nadie para contarlo.
¿Coincidencias o advertencias?
Y es que, si se trata solo de un mito, ¿cómo se explican ciertos episodios? Porque sí, los ha habido. Y no son pocos. Algunos incluso tienen nombre y apellidos concretos. Y muy famosos. El del presidente estadounidense Abraham Lincoln (1809-1865), por ejemplo, es uno de ellos.
En la noche de su primera elección, en 1860, vio reflejado en el espejo un segundo rostro suyo pálido y fantasmal. Borroso y desdibujado. Su esposa Mary Todd, lo interpretó como una señal de muerte. No se equivocaba. Cinco años después, Lincoln fue asesinado.
El perturbador caso del rey Humberto I de Saboya
Algo parecido le sucedió al rey Humberto I de Saboya (1844-1900). "En 1900, durante una visita oficial a Monza –detalla Tresgallo–, "el monarca entró en un restaurante y quedó impactado: el dueño era exactamente igual a él. Mismo pelo, altura, bigote. Idéntico porte", apunta. "Si no fuera por las ropas, habría sido imposible distinguirlos".
Aunque leyendo sus biografías, también se habría concurrido en error. Eran calcadas. "Nacieron el mismo día del mismo año, en la misma ciudad, Turín. Ambos estaban casados con una mujer llamada Margarita. Incluso la boda había sido el mismo día, como también la inauguración del local de uno y de la coronación del otro: 9 de enero de 1878", recuerda Tresgallo.
Sus circunstancias de vida eran iguales, y las de sus muertes no iban a ser menos.
Aquel 29 de julio de 1900, Humberto, el dueño del restaurante murió acribillado en la puerta de su local tan solo unas horas antes de que al rey lo asesinara, también a balazos y en Monza, un anarquista. "Fue el tercer atentado que sufría y, esta vez, fue fatal", resalta el Tresgallo.
Isabel I de Inglaterra y Catalina de Rusia: dos apariciones y dos muertes inminentes
No fue la única. El fenómeno no distingue clases ni coronas. A Isabel I de Inglaterra (1533-1603) su doppelgänger también le anunció su final. "Estaba ya mayor cuando, días antes de morir, confesó que se había visto así misma acostada en su cama, inmóvil, en situación de reposo, como si ya estuviese muerta", comenta Tresgallo.
¿Alucinación de una anciana? Quizá. No se sabe. Nunca lo averiguaremos. Pero lo cierto es que, "a los pocos días de la aparición, falleció".
Tampoco se libra Catalina la Grande (1729-1796). Una leyenda del siglo XVIII, recogida por cronistas e historiadores, cuenta que una noche, mientras la emperatriz descansaba en su palacio de San Petersburgo, varios cortesanos la vieron deambular hacia el salón del trono. Extrañados —porque sabían que estaba en sus aposentos—, la siguieron. Al llegar, se encontraron a una figura idéntica a Catalina, sentada. Quieta. Pero con un aire siniestro. Inhumano.
Asustados, corrieron a avisar a la monarca, que fue hasta allí y, al verla, ordenó disparar. Sin embargo, la figura desapareció. Días después, Catalina fue hallada muerta en su bañera. Un ataque de apoplejía, dijeron.
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