Policías y sucesos paranormales: ¿Y si el sospechoso no es humano?
- ¿Qué sucede cuando los cuerpos de seguridad se enfrentan a algo que no es humano, ni lógico o explicable?
- Cristian Puig, policía nacional, analiza en Terror en blanco algunas investigaciones policiales paranormales inquietantes
Están entrenados para no temer. Para ver, escuchar y actuar sin vacilar ante el peligro. Casi a diario se topan con la cara más cruda de la realidad: disputas, robos, secuestros, asesinatos. Tan habituados están a ello que su propia vida queda expuesta. Su deber es proteger. Y lo tienen claro.
Pero no todo está en los manuales. Hay días —sobre todo, noches—, en los que los protocolos no sirven. Se tambalean. Directamente, no existen. La lógica se desvanece. Informes que no se redactan. Grabaciones que desparecen. Pistolas que tiemblan en manos firmes. Porque hay cosas, y casos, que no deberían suceder. Y, sin embargo, ocurren.
Hay turnos en los que las fuerzas de seguridad patrullan un territorio donde los códigos penales no se aplican. En lo sobrenatural, no hay orden ni leyes. Lo paranormal no distingue entre el bien y el mal. Tampoco reconoce uniformes.
Y aunque los agentes están ejercitados para lo peor, nadie los prepara para enfrentarse a lo inexplicable. En Terror en Blanco, María Paredes cruza esa línea que separa el deber y el misterio, junto a Cristian Puig, policía nacional con 20 años de experiencia y autor del libro Tras la pista del misterio: dossier extraoficial de un policía nacional.
¿Cómo se arresta a quien no se ve? ¿Cómo se encierra en un calabozo lo imposible? ¿Y cómo se olvida?
Porque que algo no quede registrado, no significa que no haya sucedido. "Estas experiencias no se suelen contar”, explica Juan Gómez, colaborador del programa. A veces, se calla por confidencialidad. Es una cuestión de protección. Ahora bien, esto también funciona como excusa.
"En multitud de ocasiones, no se habla por miedo a que el entorno dude de su profesionalidad o incluso de su cordura o capacidades", apunta. "Arriesgarse a revelar un supuesto suceso sobrenatural puede provocar recelos", matiza. ¿Quién confiaría en un agente que ve fantasmas?
Caso Los Villares: seres extraños que regalan piedras malditas
Seguramente nadie. Por eso, cuando en 2007 Cristian Puig comenzó a investigar el caso Los Villares, lo mantuvo en secreto. "Estaba de prácticas en Castellón y decir lo que estaba haciendo me podía suponer un problema", admite.
Si bien es cierto que ese "encuentro del tercer tipo" vivido por Dioniso Ávila durante el verano de 1996 en el municipio Los Villares, Jaén, era conocido y fue "ampliamente documento por Juan José Benítez", Puig quiso ir más allá.
No podía entender cómo a ese anciano, durante un paseo, tres seres —dos mujeres y un hombre con trajes plateados—, le entregaron unas piedras con unos símbolos extraños. Intuía que había algo más detrás de todo ello.
No se equivocaba. Había más, muchísimo más.
"Descubrí que aquel no había sido el único encuentro que había vivido", resalta. De hecho, el propio Dionisio se lo confesó. "Por lo menos, tuvo tres apariciones". Aunque la estimación es muy a la baja.
"Tanto familiares como personas que se habían quedado a dormir en su casa contaban que habían recibido visitas de seres encapuchados por la noche", señala Puig. Entre ellos, su hijo mayor, Gregorio, quien estaba convencido de que todos los males de su vida estaban causados por esos seres. Uno seres que decía que incluso habían llegado a pegarle palizas cuando era pequeño. Lo achacaba a un "mal heredado" de su padre.
Varios familiares respaldaban su teoría. "Algunos tenían las piedras de Dionisio en sus domicilios. Pero cuando los menores de las casas empezaron a recibir esas visitas raras, se las devolvieron", relata Puig, que aún era escéptico. Hasta que lo vivió en primera persona.
"Poco después de regresar de Jaén, recibí un sms de Gregorio: ‘Ten cuidado, que ya van a por ti’. Horas más tarde, en la comisaría, un joven empezó a llamarme. Con un lenguaje vulgar y en un tono diabólico, me dijo el nombre de uno de los niños del caso Los Villares. Me exigió que me apartara de la familia y que lo dejara en paz, que él lo poseía todas las noches", rememora.
Caso del capitán Miñano: luces, radares y silencio oficial
Y en ese momento, todo cambió. Cristian Puig se lo creyó. "Me quedé en shock", reconoce. Como también, en una noche de 1974, le sucedió al capitán Miñano y a sus compañeros en la Base militar EVA-5 de Aitana (Alicante).
De madrugada, detectaron un movimiento extraño. Para cerciorarse, salieron a la terraza de la propia base. Al salir vieron una luz en el cielo que desapareció en segundos. Fue entonces, narra Puig, "cuando una especie de pelota de rugby metálica saltó la valla, avanzando hacia su posición. Mientras el resto huía, Miñano corrió en paralelo al objeto. Una compuerta se abrió y un haz de luz lo paralizó evitando que se precipitara al vacío".
Pero lo más perturbador vino después. Al informar del suceso a la base de Torrejón, donde se registraban estos incidentes, recibieron una orden clara: "No hagáis nada. Se reportan muchos casos como este. Sabemos que pasan".
De una vigilancia rutinaria a una experiencia sobrenatural
No son los únicos. También en Jaén, una pareja de guardias civiles quedó marcada tras una noche de vigilancia rutinaria en una finca de olivos.
"Había habido robos en la zona y nos ocultamos con el coche en un lugar tranquilo para vigilar", explica uno de ellos. "Estábamos solos. De repente, oímos tres golpes secos en la puerta del vehículo. Salí porque pensé que sería el teniente o el capitán para hacer una firma de vigilancia. Pero no había nadie", agrega.
Tanto él como su compañero fueron a inspeccionar. Y confirmaron sus sospechas. Nada. Ni huellas, ni rastros. "Los golpes fueron físicos, pero no creo los causara nada humano o animal", confiesa el agente.
Más tarde, vecinos del lugar les hablaron de apariciones en la zona. Sucesos paranormales. "Son cosas que te cambian. Te hacen ver que existe otra realidad", concluye el agente.
Terror en blanco