Bárbara Rey: "Recomiendo mi biografía porque he sido muy maltratada en los últimos tiempos"
- Bárbara Rey presenta en No es un día cualquiera su autobiografía, Yo, Bárbara. Mis memorias
- La ex vedette aborda los episodios más polémicos de su vida y desvela otros que hasta ahora nunca había contado
Marita, María, Bárbara. García, García, Rey. Tres nombres y tres apellidos para una sola mujer —Bárbara Rey (Totana, 1950)— que, en realidad, son muchas más.
La niña que soñaba con ser artista y arrancaba sonrisas con su empeño a sus vecinos. "Cuando era muy pequeña la gente se lo tomaba a broma, como diciendo 'qué graciosa la cría'", recuerda la murciana en No es un día cualquiera, con Salvador Jiménez, donde presenta su autobiografía Yo, Bárbara. Mis memorias.
La adolescente que, por ese mismo objetivo, empezó a notar miradas de recelo. "Había críticas de '¿en serio se cree que porque en el pueblo sea guapa, cuando llegué a Madrid con toda la gente que hay, va a seguir llamando la atención?' Está mal de la cabeza".
Y la joven de 18 años que, pese a esos "muchos comentarios feos", se plantó en la capital con su padre decidida a triunfar. "Él sabía que ser actriz era lo me hacía feliz. Pensó que podía conseguirlo, pero, sobre todo, lo hizo por el amor que me tenía".
No se equivocó. Marita, María y Bárbara fueron también la vedette que llenaba escenarios, aunque antes de acaparar flashes y aplausos tuviera que dormir en los sofás de los locales de moda de la época, como el Piccadilly o el J&J.
Fue la actriz que rodó con Luis García Berlanga (La escopeta nacional, 1978), Pedro Lazaga (París bien vale una moza, 1972) o Francesc Betriú (La viuda andaluza, 1977) entre otros. También la cantante y la presentadora de televisión. Incluso la dobladora de sí misma. De su propia voz.
"Hasta el Especial de Nochevieja de TVE con Valero Lazarov en 1975 y el programa Palmarés (1976) la gente no se acostumbra a mi voz", explica.
Antes de esa etapa, "como cuando hacía cine consideraban que tenía una voz muy grave, me ponían otras más agudas. Así, —cuenta—cada vez que hacía una película en el contrato se me exigía que me doblara yo, y nunca lo dejé. Me encanta. De hecho, me ofrecieron dedicarme al doblaje. Sin embargo, la vida transcurrió de una forma distinta a cómo había pensado", confiesa
En 1979, sin ir más lejos, cuando menos se lo esperaba, viró por completo. Conoció al empresario y dueño del Circo Ruso, Ángel Cristo —su futuro marido y padre de sus dos hijos—.
"Unas tenemos la fama y otras carden la lana. A mí no me habría quedado tiempo casi ni para novios. No he parado de trabajar en toda mi vida, pero en aquel momento me enamoré. Nunca pensé que me pudiera ocurrir porque estaba muy centrada en mi trabajo y estaba teniendo mucho éxito", asegura.
Sin embargo, sucedió. Y la murciana se bajó de las tablas para subirse a la arena de las pistas. Cambió los camerinos por una roulotte con la que recorrer todo el país. Fue la Bárbara domadora de elefantes. La artista circense.
"Él vino a verme actuar. Su negocio no iba nada bien y necesitaba personas con un nombre como el mío para realizar unas galas especiales para televisión", rememora.
Poco después, tras un noviazgo de dos meses, se casaron y ella renunció a todo por amor. Aparcó su carrera. Su éxito. Su fama. Desgraciadamente también su salud. Fue víctima de malos tratos.
"Sufrí mucho más de todo lo que se ha contado", lamenta. "Es muy difícil salir de algo así. Te hacen creer que eres la culpable de todo, te van minando hasta que no tienes autoestima ni fuerza. Te sientes muy poca cosa y aguantas lo inaguantable", denuncia.
Afortunadamente, hay recursos, instituciones y personas que pueden ayudar —el 016 es el teléfono de atención a víctimas de la violencia de género: es gratuito y no deja huella en la factura—. "Las mujeres somos mucho más fuertes y valientes que este tipo de personas", destaca la actriz. Existe salida.
Una vida de libro y de película
Ella pudo volver a ser Marita, María y Bárbara. La artista. La mujer libre. Pisó de nuevo platós y escenarios y regresó a revistas y titulares. Y es que Bárbara Rey ha hecho y vivido tanto que ni en las 432 páginas de su autobiografía cabe entera.
"En el libro no se puede recoger todo porque sería larguísimo", bromea. "Lo básico y fundamental está, pero he tenido una vida muy intensa. Se piensa que ha estado resumida a dos o tres cosas puntuales y no", señala. Por eso, invita a leer su obra: "La recomiendo enormemente porque en estos últimos tiempos he sido muy maltratada".
En sus memorias "marcadas por el amor, el dolor, las pasiones y la traición", no solo reconstruye éxitos, sino también heridas y luchas. Conocidas y desconocidas.
Y lo hace narrando con la voz de Marita, "la que siempre he tenido más cerca", la que aparece cuando todo se apaga, "en la cercanía con mi gente, mis amigos y sola en casa". Con la fuerza de María, que nunca la ha abandonado, y con la experiencia de Bárbara: "El nombre artístico conlleva muchas cosas: popularidad, relación con algunas personas, atender a los medios y comportamientos en determinados lugares, pero sigo siendo la misma de siempre", puntualiza.
Sigue siendo las tres mujeres en una –o en muchas— que hablan al unísono, solo que esta vez con la certeza de haber cumplido su objetivo. "Me criticaron por mi físico y por mi forma de vestir, pero el tiempo y la vida han cambiado. Ahora soy hija predilecta de mi pueblo y han visto que lo que me propuse al final, de una forma u otra, lo he llevado a la práctica".
No es un día cualquiera