Ana Asensio dirige 'La niña de la cabra', un viaje a los 80 a través de la amistad infantil
- La actriz presenta en Mañana más su segunda película, participada por RTVE, como directora: La niña de la cabra
- Ambientada en un barrio obrero del Madrid de 1988, cuenta una historia de descubrimiento y amistad infantil
Han pasado 37 años. El país ha cambiado. Madrid también. Donde antes estaba el Bar de Antonio, ahora hay un Starbucks. Lo que en su día fue Casa Pepe, hoy es una cadena multinacional que vende hamburguesas. Apenas quedan descampados llenos de niños y niñas jugando. Ya no se ven partidos de fútbol espontáneos; lo habitual es encontrarse con carteles que prohíben jugar a la pelota.
La actriz y directora Ana Asensio (Madrid, 1978) lo sabe bien: "Rodar el Madrid de los 80 en el de la actualidad fue muy difícil. Encontrar una plaza o un barrio donde grabar La niña de la cabra –su nueva película, que cuenta con la participación de RTVE– que nos devolviera a aquellos años fue complicado. Tenía que parecer de esa época y a la vez estar cuidado, sin estar todo cascado", explica en Mañana más de RNE.
Han pasado 37 años. Sin embargo, el Madrid de 1988 y el de 2025 siguen siendo iguales. Porque lo esencial permanece intacto. No ha cambiado. Y La niña de la cabra, lo rescata y nos lo recuerda. Es un aviso pero, sobre todo, una recomendación. Un consejo. Una invitación.
"Cuando eres pequeño, los complejos todavía no se han formado. Tienes todo por descubrir. ¿Por qué no vas a correr hasta hacerte daño? ¿Por qué no jugar en el parque con otros niños a los que no conoces? Tienen esa ingenuidad y esa libertad innata de descubrir el mundo por su propio instinto. Mientras que, nosotros, los mayores, nos comemos la cabeza con pensamientos como: "¿Le caeré bien a esta persona? ¿Le digo hola o pensará que soy pesado?"", reflexiona Asensio.
Porque sí, casi cuatro décadas después, los niños y las niñas continúan sin entender muchas cosas. Muchísimas. La inmensa mayoría de ellas, de hecho. Pero también es cierto que, 40 años más tarde, los adultos tampoco hemos aprendido demasiado. O al menos, no lo suficiente. No lo importante.
"Vivimos en la vergüenza, en la pereza y en el rechazo", afirma la directora. También en los prejuicios y en las prisas. Y, lo más grave, estamos atrapados en la amnesia. Olvidamos que los niños no comprenden todo, pero que lo sienten. Lo viven todo. Igual que los adultos. O quizá más.
Por eso, una vez encontrado el escenario perfecto —esa plaza de 2025 con grietas del 88—, la mitad del trabajo estaba hecha. Aunque quedaba lo más complejo. "Estaba todo desconchado. Reparemos lo que pudimos y quitamos grafitis. Lo bueno es que la cámara iba a la altura de la niña, y eso ayudó y agilizó la limpieza", confiesa Asensio.
Y es que en esta cinta todo se cuenta desde abajo. Desde un metro escaso de estatura. Desde los ojos de Elena (Alessandra González), una niña de ocho años que acaba de perder a su abuela —a la que estaba muy unida— y que se está preparando para hacer la Primera Comunión. Y desde su duelo y amistad con Serezade (Juncal Fernández), una niña gitana que no se separa de su cabra. Juntas, Elena y Serezade, desafían lo establecido. Ambas se preguntan —y nos preguntan— si el mundo es realmente como nos contaron que era.
Recuperar la mirada infantil
Lo que se busca La niña de la cabra no es solo la recreación de un tiempo y un lugar, sino la restitución de una mirada infantil, pura y sin filtros. Esa que te permite, sin miedo, dejar lo que no te hace bien. Lo que no te gusta. Romper con la norma. Como haría cualquier niño. Cualquier niña.
"Estábamos en pandemia y yo estaba escribiendo un thriller. Algo turbio. De repente pensé: "Mira, ya es bastante turbia la vida", relata Asensio. Fue entonces cuando empezaron a aflorar los recuerdos. Uno de ellos: el edificio que tenía enfrente de su casa cuando era niña, en las afueras de Madrid.
"Era un barrio muy limítrofe, con un descampado sin edificar al que iban los gitanos con el carrito y la música. Siempre miraba por la ventana y me imaginaba las vidas de esta gente, y en medio de este caos me dije: "Hay que construir y recordar algunas cosas, inventarme otras y buscar muchas más", concluye Ana Asensio.
¿El resultado? Una película, La niña de la cabra, que no es autobiográfica, pero sí íntima.