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'Solito': los 5.000 km de viaje de un niño para reencontrarse con sus padres

  • El poeta y activista Javier Zamora narra en Solito un viaje de El Salvador a Estados Unidos para encontrar a sus padres
  • El recorrido de 5.000 kilómetros, que iba a durar dos semanas, se convirtió en una imposible odisea de casi dos meses

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Página Dos - Javier Zamora y 'Solito'

Esperó décadas para contar su historia; primero la narró en forma de poema, y luego con una novela. El activista salvadoreño Javier Zamora habla de Solito (Random House/Periscopi) en 'Página Dos', y su presencia reabre en los medios el drama del migrante. Con tan solo nueve años, Javier emprendió un viaje de cinco mil kilómetros de El Salvador a Estados Unidos para reencontrarse con sus padres. El trayecto, que iba a durar dos semanas, se convirtió en una odisea de dos meses.

Hasta entonces, Javier se había criado con sus abuelos. Lo primero que aprendió al empezar la travesía con aquellos desconocidos —además de un coyote que les acompañó en parte del camino— es que tenía que dejar de ser un niño. Si hacía perder el tiempo a los demás resultaría un estorbo, y no podía permitirse eso. Ese brusco adiós a la infancia es parte crucial de un libro en el que hay tristeza pero también amor, bondad y agradecimiento. 

El escritor salvadoreño Javier Zamora, en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona.

Javier Zamora y Óscar López, en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona.

La migración, desde la mirada de un niño

Desde aquella vivencia, las cosas han cambiado mucho para Javier Zamora. Hoy es un autor respetado en los círculos culturales por su talento literario y su activismo político en migración. En 2018 recibió un visado por habilidades especiales (ese es su nombre literal) que otorga El Salvador a artistas y escritores con una obra destacable.

En Estados Unidos, el inmigrante ha dejado de ser humano.

«Lo que ocurre en Estados Unidos», cuenta Javier Zamora, «es que el inmigrante ha dejado de ser un ser humano. Te conviertes en lo que has hecho, el inmigrante pasa a ser solo el acto de inmigrar. Ya no somos verbos que pueden actuar, pasamos a ser personas en dos dimensiones. Me gustaría ser más que cifras, más que pasados.»

Como cualquier niño de nueve años, Javier no tenía una conciencia de la dimensión e importancia del viaje que estaba haciendo. Esa inocencia aporta momentos de camaradería y humor al libro, incluso en los pasajes más dramáticos, como los encontronazos con autoridades o las noches en el desierto de Sonora.

Soportar el miedo a través de la belleza. Así es como el niño Javier se distrae de los sinsabores del trayecto, que vienen uno detrás del otro. En lugar de eso, prefiere fijarse en el paisaje —las plantas, los animales, los cielos llenos de estrellas— y en la liturgia de compartir la comida en una situación tan extrema. Honrar los pocos momentos de alegría. En la vulnerabilidad más absoluta, Zamora siguió encontrando razones para salir adelante.