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Lazos de sangre

'Martes y trece', la dura infancia que marcó a Millán Salcedo y Josema Yuste

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Lazos de sangre - 'Martes y trece', las difíciles infancias de Millán y Josema

La infancia de Josema Yuste y Millán Salcedo no puede ser más distinta, tenían modos de vida totalmente diferentes, algo que hemos podido ver en el documental de Lazos de sangre. Sin embargo, hay algo que ambos tienen en común: la muerte de uno de sus progenitores.

Josema pierde su gran apoyo

Josema pierde a su madre cuando él es aún un niño. Su padre le da la noticia y le cambia la vida: "lo recuerdo como uno de los momentos más tristes". Tenía una conexión muy especial con ella y la sigue echando de menos. Cuenta, que a veces cuando pasa por una panadería y tienen colines, los compra y los huele "para sentirla más cerca". Ella siempre le daba el capricho de comprarle uno.

Fue con ella con quien se confesó y un día, tras acabar una actuación en el colegio, le dijo que quería ser actor. En aquel momento le pareció una chiquillada, pero esa idea no se le fue de la cabeza jamás.

Su padre no fue tan comprensivo cuando a los 15 años le contó cuál era su intención, comenzó entonces un conflicto entre ambos porque lo veía como un riesgo para su hijo. A los 17 años Josema tuvo que abandonar su casa y buscar refugio en su tía Isabel, hermana de su madre, quien el actor ve como "una segunda madre".

En la actualidad padre e hijo han recuperado la relación, "solo necesitaba ver que me podía ganar la vida con esto" nos explica Josema.

Millán ingresa en un internado

Millán pierde a su padre, dejando a su madre viuda con tres hijos. Y aunque a Millán no le gusta la idea, su madre no encuentra otra solución que dejarle en un internado. Su madre estaba apenada, pero no podía atenderles a todos. En el internado Millán intentó tener una vida normal, pero fue difícil, ya que "convivíamos unas personas muy raras, niños abandonados con falta de cariño".

Los únicos momentos de plena felicidad en el internado son sobre el escenario, es ahí cuando descubre su verdadera pasión: actuar. Pero no puede evitar una mezcla de recuerdos agridulces cuando habla de la religión. "No puedo ser creyente después de lo que he pasado", aunque no quiere hablar más sobre el tema.

Millán vuelve a Madrid con su familia y reconoce que aquello le cambia la vida, "por fin tenía una casa con su madre y sus hermanos". Y aunque tuvo que trabajar para ayudar en casa con su sueldo, el día que anunció en su casa que había dejado el trabajo para dedicarse a actuar su madre le apoyó desde el primer momento.