Arte e historia alimentan la pasión por el turismo fúnebre: "Salgo más viva de lo que entro"
- "Si admiras a un artista muerto, puedes presentarle tus respetos ante su tumba", cuenta una apasionada
- El matrimonio de Pedro Sevilla y Paqui Ruiz han visitado más de 300 cementerios
El cuerpo de Antonio Andión es uno de los miles que alberga el cementerio de la Sacramental de San Justo, en Madrid. Su epitafio recoge que había conseguido una plaza en Correos y que había sido poeta durante el siglo XX. Entre los numerosos nichos, aquel fue el que captó la atención de Ainara Ariztoy, que comenzó a indagar en la historia del poeta.
Antonio Andión (1883-1923) había sido la eterna promesa poética del siglo XX. Publicó varios textos, aunque ahora resulta una yincana encontrarlos en cualquier librería. Nieve, sol y tomillo es uno de ellos, y su prólogo está escrito por Manuel Machado, lo que demuestra los lazos que el poeta mantenía con los hermanos literatos. "Esta es una de las historias que te enganchan y que siento que me buscó a mí porque levanté la vista hacia un nicho y ahí estaba", confiesa esta turista de cementerios.
“Del cementerio salgo más viva de lo que entro“
Ariztoy visitó la primera necrópolis durante su infancia. La pérdida de su padre cuando ella tenía diez años supuso un antes y un después en su relación con la muerte, que siempre ha percibido de un modo natural. Sin embargo, la pasión por adentrarse en ellos se incrementó conforme más visitaba y admiraba el arte que esconden: "Salgo más viva de lo que entro".
"Para mí, es un lugar en el que poder reflexionar. El hecho de estar viendo de cerca la muerte también te hace valorar lo que es la vida". Tempus fugit, al fin y al cabo. "Estar en el cementerio es como un baremo que lo equilibra todo. La realidad está enfrente, es el final. Por eso me digo que hay que aprovechar el camino y vivir el día a día", reflexiona.
Ariztoy forma parte de FunerArte, una asociación cultural cuya función es ilustrar y difundir el patrimonio funerario de Madrid. A. ARIZTOY
Esta turista de cementerios podría pasarse horas y horas paseando por los largos pasillos con nichos y tumbas o los distintos mausoleos. Recorre cada rincón del camposanto en busca de arte e historias, por ello se detiene a leer los epitafios. En ellos, versos que despiden a los seres queridos, palabras de amor y admiración que se escriben desde el corazón con lástima, como los clásicos "te queremos" o "no te olvidamos". Aunque también hay hueco para el humor, como el "Perdone que no me levante". En el de San Justo, encontró uno que irónicamente rezaba "No comments (Sin comentarios)".
Ariztoy forma parte de FunerArte, una asociación cultural cuya función es ilustrar y difundir el patrimonio funerario de Madrid. Junto a su compañera Paloma Contreras, persiguen convertir el camposanto en un lugar de cultura y de alegría: "El cementerio tiene historias divertidas, anécdotas, obras escultóricas y arquitectura". Y no hay lugar más seguro que este, defiende.
"Son como las bibliotecas y los mercados: todos merecen ser visitados"
La imagen del camposanto como un lugar apacible y seguro también la comparte Roberto González: "Es más fácil que te roben la cartera en la Puerta del Sol que en un cementerio, donde no te va a molestar nadie". Este otro apasionado por estos lugares vive la experiencia como una catarsis propia. "Para mí visitar uno no tiene relación con la muerte, pero sí con el silencio, la paz y el amor. Ahí vas a recordar a quienes ya están contigo porque les quieres seguir teniendo presente", asegura.
“Para mí visitar uno no tiene relación con la muerte, pero sí con el silencio, la paz y el amor“
Roberto González visitó el primero durante su infancia porque en su familia es tradición juntarse el 1 de noviembre, Día de Todos los Santos. Lo hacen en la localidad de Onís, en Asturias; el cementerio está situado junto a la iglesia, así que es parada obligatoria cada año.
Desde aquella primera incursión en su niñez, González no ha parado de recorrerlos. Ha viajado al extranjero para visitar aquellos más célebres y ha recorrido kilómetros en carreteras españolas hasta llegar a un municipio cualquiera y adentrarse su cementerio durante interminables horas. "Son como las bibliotecas y los mercados: todos merecen ser visitados. Si tú vas a un mercado, sabes qué comen; si vas a la biblioteca, cómo piensan, y si vas al cementerio, cómo se tratan a sí mismos como sociedad", razona.
En sus visitas, este turista de camposantos ha dado con historias que le llamaban la atención y que le invitaban a reflexionar. Ha descubierto personas que perecieron durante la gripe española del siglo XVIII, soldados caídos en el campo de batalla durante una guerra, civiles que murieron por las penurias derivadas tras el crac de la bolsa de Nueva York en 1929. Los viajes a otros países, como Portugal, Francia o Italia, le han permitido también conocer una cultura distinta en las necrópolis. En concreto, le impactó que en Portugal los ataúdes estuvieran diseñados para que no hubiera problemas de salubridad o que los panteones tuvieran los nichos abiertos. También atrajo su atención la cripta de los capuchinos de Palermo (Italia), en el que las momias inhumadas están a la vista de los turistas.
Pedro y Paqui, un matrimonio apasionado de los camposantos
Hay quien prefiere ir solo, pero otros optan por hacerlo en compañía. Es el caso de Pedro Sevilla y Paqui Ruiz, un matrimonio valenciano que comparte el fervor por el turismo de cementerios desde hace 30 años. "Una amiga nos dijo que había estado en París y nos contó una anécdota de la necrópolis de Père-Lachaise. Al poco, fuimos y como nos había dejado aquella historia, lo visitamos por curiosidad", cuentan. A partir de entonces, descubrieron un mundo de lo más interesante. Hasta el momento, juntos han recorrido más de 300 camposantos; el más reciente, el de Génova. "Es el más bonito que hemos visto".
El matrimonio compuesto por Pedro Sevilla y Paqui Ruiz comparte el fervor por el turismo de cementerios desde hace 30 años. P. SEVILLA / P. RUIZ
Esta pareja es fiel seguidora de los contenidos que difunde la periodista Nieves Concostrina, conocida por abordar curiosidades sobre distintos camposantos. Fue gracias a ella que conocieron la historia del más pequeño de España, ubicado en Bausen (Lleida). En él descansa únicamente el cuerpo de Teresa, que da nombre al cementerio. Esta mujer era considerada pecadora por querer casarse con su primo; el párroco negó la posibilidad de inhumarla en el cementerio y, por ello, los vecinos construyeron uno para ella.
Todavía les quedan kilómetros que recorrer, en coche, autobús o avión, para completar la larga lista que tienen pendiente. Ahí está el cementerio alegre de Săpânța, en Rumanía, cuyos féretros están decorados con pinturas de lo más coloridas e imágenes que recrean la vida de la persona fallecida.
Y cuando llegue el final de sus días, cuando en vez de visitarla sean ellos los que reposen en la necrópolis, tienen claro cómo quieren descansar para el resto de sus vidas: juntos. La idea deriva de una visita al camposanto de Bruselas, que les despertó una infinidad de emociones. Quieren un féretro ornamentado con unas manos entrelazadas que simbolicen su unión.
La tumba de Oscar Wilde, colmada de besos
Las tumbas donde descansan los cuerpos de María Teresa I de Austria, Amelia Rosselli, Juan Pablo II u Oscar Wilde son algunas de las que Beatriz Alcaná ha podido contemplar durante sus viajes turísticos. "Si tú admiras a un artista que murió, como un escritor o un pintor, no puedes ir a que te firmen autógrafos o asistir a un pase especial. Lo único que puedes hacer es ir a presentarles tus respetos ante su tumba", cuenta.
Así, viajó hasta el cementerio de Père-Lachaise, en París, para ver la sepultura del autor de El retrato de Dorian Gray, aunque lo que comprobó in situ la sorprendió aún más. Aquella tumba, que imita un monumento egipcio, estaba sellada con besos, labios rojos que colmaban cada espacio del mármol. "No sabía que habían tenido que ponerle una vitrina alrededor porque la gente se la estaba cargando a fuerza de darle besos. Ahora quienes la visitan besan la cristalera, no la sepultura".
La tumba de Oscar Wilde, que imita un monumento egipcio, está sellada con besos GETTY IMAGES
Greyfriars, una de las necrópolis de Edimburgo, es otra de las más singulares, añade. Curiosamente, la autora superventas de la saga juvenil Harry Potter, J. K. Rowling, se inspiró en los nombres de las lápidas para crear a los personajes de su universo. A la entrada de este camposanto, hay una tumba que destaca entre todas las demás. Es la de Bobby. No es una persona, es un perro que vivió en el siglo XIX. "Su dueño falleció y este no quería separarse de él. Cuando lo enterraron, el perro se quedó haciendo guardia hasta que murió", cuenta esta turista. "Para rendir homenaje a la fidelidad de esta mascota, la ciudad le hizo una estatua a la entrada del cementerio".
Aquellas historias son las que alimentan su pasión por los lugares sagrados, pero reconoce que no le gusta visitar aquellos en los que sus seres queridos descansan. "Hay gente para la que es muy importante ir este día a visitar las tumbas de sus familiares, pero a mí no me gusta". De este modo, esta turista de cementerios prefiere caminar sobre las tumbas de desconocidos, y más si existe la posibilidad de ir acompañada de un guía que recopile curiosidades del lugar, de las expresiones artísticas y de los difuntos ahí enterrados. "Creo que así se tiene una experiencia más completa y se entiende mejor la relación que tiene el cementerio con la ciudad", indica.
En un contexto en el que cada vez más personas en las grandes ciudades optan por el rito de la incineración, ahí están los camposantos. Con sus esculturas de ángeles caídos, sus nichos con poéticas —o humorísticas— despedidas, sus coloridos ramos de flores, su lamento y su alegría, con sus lápidas. Y, sobre todo, con el silencio y el amor que esta pasión despierta entre los que visitan estos lugares.