Un paseo por Puerto Príncipe
- RTVE viaja a uno de los pocos barrios de la capital de Haití que no está controlado por las bandas
- El Consejo de Seguridad de la ONU ha aprobado la formación de un Ejército internacional para acabar con la violencia
El mercado de Petion Ville, uno de los pocos barrios de Puerto Príncipe no controlados por las pandillas, destila un profundo olor a vinagre. Intento descifrar el porqué, pero soy incapaz. Se vende de todo, menos vinagre. El suelo que pisan aquí los haitianos con sus pies a veces descalzos es una inmensa alfombra de cartón, basura, plásticos, ropas viejas y algún animal muerto. No creo que ese cóctel genere el olor a vinagre.
Vemos miles de vendedores. Pacientes. Cantan sus productos en un intento desesperado de llamar la atención del puñado de personas dispuestas a comprar. Hay orden dentro del caos. Una vez más, apreciamos las pocas ganas de los haitianos de hablar con periodistas. Lo entendemos.
Nos movemos en moto por la capital por varias razones. La más determinante, porque es habitual que las pandillas monten barricadas en calles por las que acabas de pasar y regresar al hotel se pueda convertir en un deseo inalcanzable, además de excesivamente arriesgado. En moto es más fácil encontrar salida en el enjambre de callejuelas. Eso nos explican, aunque nunca nos ocurre.
En busca del líder que planta cara a las pandillas
En el mercado nos asalta un vecino con ganas de armar un discurso. Le acerco el micrófono de TVE y descarga su verborrea en creol, el idioma afrancesado de los haitianos. Habla a gritos para defender al Gobierno que no gobierna Haití. Está claro que quiere que le oigan sus vecinos. Imagino que conoce a quien busco, al líder de las patrullas de autodefensa vecinales que han plantado cara a las pandillas. Nos guía por travesías estrechas y serpenteantes y nos topamos con el capo de los vecinos. Sentado y exhibiendo una oronda barriga que en Petion Ville es signo de distinción. Nos pide un minuto.
Me giro y descubro a decenas de haitianos atentos a una pantalla de televisión. Siguen un partido de fútbol de la Champions entre Barcelona y París Saint-Germain. Les fotografío con el móvil con la intención de enviar la imagen a mis amigos del Barça. Por encima del volumen del televisor se eleva un rumor de desaprobación. Entiendo que he metido la pata. Esbozo una sonrisa y les digo en francés: "Eh, que estáis viendo al Barcelona y yo me apellido Guardiola". El tipo que parece guiar a los demás me responde: "Y yo me apellido Messi. Lárgate de aquí". Me voy.
Haitianos ven un partido del Barça en Puerto Príncipe. RTVE / JOSÉ A. GUARDIOLA
El líder de las autodefensas nos permite entrevistarle. No le aprieto mucho, pero reconoce que están armados, que son muchos y que luchan y seguirán luchando contra las pandillas o cualquier otro grupo armado que moleste a la gente de su barrio. Entiendo lo que algunos ya apuntan: que las brigadas de autodefensa se están convirtiendo en algo parecido a las pandillas que quieren combatir.
Descendemos en moto por la avenida Lamartinière hacia tierra de nadie. A ambos lados, mujeres embarazadas (muchas), hombres sin oficio ni beneficio (muchos también), puestos de fruta, de recambios de todo tipo… Y, de vez en cuando, alguien que hace sus necesidades en plena calle.
Explosiones y tiroteos en las calles
Campo de Marte fue, hasta no hace mucho tiempo, el centro de poder de Haití. Allí estaba el Palacio Presidencial que redujo a escombros el terremoto de 2010. También el Tribunal de Casación, la catedral (que corrió el mismo destino que el Palacio) o el Ministerio de Economía. Hoy parece el escenario de una batalla sin cadáveres en el suelo. Desolador. Silencioso. Vacío. Peligroso.
Cruzamos la línea invisible que divide el alcance de las pistolas de la policía, a un lado, del alcance de los Kalashnikov de los pandilleros, al otro. Un vecino nos asegura que los bandidos están algo replegados y no hay peligro. Con muchas prevenciones, decidimos creerle. Avanzamos sin exponernos en la línea de tiro que marca la calle principal de la zona tomada por las bandas. Se escucha una explosión lejana y un tiroteo no tan lejano. Cruzan a toda velocidad vehículos blindados. Unos son de la policía, los otros no.
Vista del mercado de Petion Ville RTVE / JOSÉ A. GUARDIOLA
Deducimos que son algunos de los mercenarios de Blackwater que desde hace semanas están dándole duro a los pandilleros. Ese, recurrir a mercenarios, era el plan B de Donald Trump si no sacaba adelante una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para formar un Ejército internacional y acabar con las bandas. Rodamos rápido. Un par de entradillas, un par de entrevistas. Me acerco a un blindado de la policía. Le pregunto en un francés algo apresurado cómo está la situación más allá de lo que ven nuestros ojos. Se oculta con una braga náutica y me dice que no puede hablar conmigo y que lo mejor es que me vaya. Nos vamos.
Un perro vaga por las calles de Puerto Príncipe RTVE / JOSÉ A. GUARDIOLA
Llegamos a nuestro hotel Karibe y salta un urgente en mi móvil. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ha aprobado la resolución. Habrá una fuerza internacional. Los haitianos reaccionan con esperanza, una vez más. Cruzo el recibidor del hotel y me fijo en las fotos que lo adornan. Veo a Bill Clinton. Sonriente. A Nicolas Sarkozy, menos sonriente. Al príncipe Alberto, siempre enigmático. Y una cuarta foto, la del chef español José Andrés. Al verla, el que sonríe soy yo.