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Sexo 24 horas, a un clic: así funcionan los anuncios y reseñas de la prostitución en internet

  • El mercado de la prostitución digital concentra el sexo de pago en el centro de las ciudades
  • El riesgo aumenta cuando hay gestión de terceros; un mismo teléfono puede estar asociado a cientos de mujeres
Así funcionan los anuncios y reseñas de la prostitución en internet

Se llama Alejandra, viene de Colombia, y su número y dirección aparecen en la primera línea de uno de los anuncios publicados en un portal digital de prostitución. Lo que antes se reducía a anuncios clasificados en los periódicos ahora se ha amplificado en internet: miles de perfiles online, disponibles a cualquier hora y en cualquier lugar, incluso en la calle más concurrida de la ciudad.

¿Cuántas Alejandras habrá en España? ¿Cuántas son arrastradas por redes de trata? ¿Y quién está al otro lado, dispuesto a pagar? ¿Son tan invisibles como parece o, simplemente, no queremos verlas? Para saberlo, nos adentramos en el mundo de la prostitución digital, un ‘mercado’ donde el cuerpo es un producto que se vende y se compra a golpe de clic.

La inmediatez y el riesgo de la prostitución digital

Para entrar en páginas de prostitución no hace falta gran cosa: basta con conocer la jerga y pulsar un botón que asegura que se es mayor de edad —aunque cualquiera puede mentir—. En cuestión de segundos aparece un catálogo de cuerpos, como si se hojeasen las ofertas de un supermercado. Y sí, Consumo ya amenazó con multas de hasta 100.000 euros y cierre si publicitaban la prostitución o “servicios” similares —escort, acompañante, masajista…—, pero la realidad es que siguen operando y el acceso sigue siendo inmediato.

En la primera web, desfilan cuerpos “premium” en un carrusel de fotos que cambian cada segundo, con nombre, WhatsApp, ubicación y eslóganes como “ideal para una noche” o “reinas del masaje 24/7”. Debajo aparecen cientos de anuncios con mensajes como “nueva en tu ciudad”, “me desplazo” o “servicial y cariñosa”. Solo en esa web, hay más de un millón de anuncios al alcance de un clic.

Siguiente web, la misma historia. Esta vez la mercantilización es aún más explícita: incluso antes de entrar en el perfil ya se despliegan edad, municipio, tarifa y lista de “servicios”. Y no solo eso: también se puede buscar ‘trabajo’. Las ofertas incluyen puestos en “chalets de lujo en el centro de Madrid” o casas “con muchos años de clientela y buen ambiente”. Prometen a las mujeres “alojamiento gratis” y “empoderamiento” porque, supuestamente, “tú marcas tus horas” y “vas a ganar mucho dinero”. La letra pequeña está en los criterios de selección: se valoran la “actitud” sumisa y la “disponibilidad 24 horas”.

El macroestudio más reciente del Ministerio de Igualdad ofrece una radiografía de este escaparate digital. Tras analizar más de 650.000 publicaciones, identificó seis rasgos que aumentan la vulnerabilidad de las mujeres y que la Comisión Europea reconoce como indicadores de riesgo de trata. El riesgo más frecuente es que aparezcan fotografías sin rostro: en cuatro de cada diez anuncios aparecen pixeladas, recortadas o ausentes, lo que aumenta la ocultación de su situación. Le siguen las prácticas sexuales de riesgo (“sadomasoquismo extremo” o “sexo sin condón”), juventud (“colegiala”), exotismo (“latina”, “asiática”), sumisión (“complaciente”, “servicial”) o disponibilidad total.

Ese modelo se repite web tras web y refleja también la magnitud de este mercado: solo una de estas páginas recibió en agosto más de 7,5 millones de visitas y figura entre las 115 más consultadas de España. Tras depurar los datos de diez de los principales portales —donde muchas personas aparecen en varias webs o renuevan periódicamente sus anuncios—, el estudio identificó más de 114.000 mujeres publicitadas online, además de más de 3.700 hombres y unas 3.200 personas trans. Una cifra que contrasta con la estadística oficial del CITCO, que apenas registra 8.000 personas ejerciendo la prostitución en clubes, pisos y locales en todo el país.

Las vidas detrás de los anuncios

“Cierras los ojos, aprietas los puños e intentas pensar en otra cosa para que el tiempo, que parece detenido, pase con mayor rapidez; pero es imposible: los minutos se multiplican y se vuelven eternos mientras te invaden un dolor y un asco que no se irán nunca. De pronto, cuando sientes que no puedes más, él, por fin, termina y se va”, relata Mabel Lozano en el primer capítulo de El proxeneta, libro convertido en documental sobre el negocio de la prostitución en España. Esa experiencia, narrada en primera persona, no es una excepción. Detrás hay cifras que estremecen: 189 de cada 10.000 mujeres en España aparecen publicitadas en los diez portales analizados. Y la mayoría tiene entre 18 y 30 años, sobre todo 25.

¿De dónde vienen? ¿Son extranjeras como Alejandra? Más de la mitad proceden de Latinoamérica —una de cada tres, de Colombia— mientras que las españolas representan el 13%. Muchas llegan atrapadas en redes de trata, con deudas imposibles de saldar o en situación irregular, lo que las hace especialmente vulnerables. El estudio ‘La prostitución en la Comunitat Valenciana: una mirada sociológica’, de Antonio Ariño y Rubén Rodríguez-Casañ, completa ese retrato: suelen tener bajo o medio nivel educativo y, en muchos casos, cargas familiares que las atan a este circuito.

Detrás de muchos de estos anuncios no hay una mujer decidiendo por sí misma, sino estructuras con ánimo de lucro: agencias, centros de masajes, locales y pisos controlados por terceros concentran el 43% del total. Las otras 59.000 parecen actuar de forma autónoma, pero eso no implica que no haya por detrás una red, una coacción o deudas.

Y aquí surge otra pregunta: ¿cuántas son víctimas de trata o explotación sexual? El macroestudio del Ministerio de Igualdad revela que más del 80% de las mujeres analizadas presentan al menos un indicador —de los seis mencionados— de riesgo de trata; entre ellas, una de cada cuatro acumula más de tres. Entre los anuncios gestionados por terceros, el riesgo se dispara: un tercio concentra tres o más indicadores. En total, se estima que hasta 17.600 mujeres podrían estar en situación de trata con fines de explotación sexual.

Bajamos un escalón más: el estudio también detectó un solo teléfono asociado a 363 mujeres distintas. Y no es un caso aislado, es un patrón: decenas de miles de anunciantes aparecen vinculadas a contactos compartidos. No son pruebas ante un juzgado, pero sí pistas que permiten vislumbrar lo que esconden los datos.

De lo marginal al centro: el mapa de la prostitución

Internet ha transformado por completo el mapa del sexo de pago en España. La prostitución ya no se oculta en clubes de carretera ni en barrios apartados: ahora aparece incrustada en pleno centro urbano. Los más de 14.700 anuncios analizados por Ariño y Rodríguez-Casañ localizan las ubicaciones de encuentro, que a menudo señalan directamente el piso donde se ejerce. Habitualmente, según Rodríguez-Casañ, “los códigos postales que más destacan son los típicos destinos turísticos”.

Al sumergirse en esos anuncios, se descubre que la ubicación es en sí misma un reclamo: se prefieren encuentros en sitios céntricos, accesibles y con aparcamiento cercano. Y es ahí cuando se entiende hasta qué punto la prostitución está incrustada en la vida cotidiana.

Veamos el caso de Madrid. La capital concentra más de 3.800 anuncios con puntos de encuentro repartidos por toda la ciudad. Pero uno de cada cinco encuentros se produce en el distrito Centro, con la Puerta del Sol como punto central: cerca de 200 encuentros en torno al kilómetro cero. Otros focos sobresalen en la plaza de Castilla y en el distrito de Tetuán, donde las inmediaciones de la calle Alonso Castrillo concentran uno de los núcleos más activos.

En Barcelona, las localizaciones están más concentradas. Más de 3.100 anuncios se ubican dentro del municipio, y casi el 60% se agrupan en el Eixample (Ensanche). Sobresale la plaza de Carles Pi i Sunyer, entre plaza Nova y plaza de Cataluña, que es el punto con más encuentros geolocalizados de toda España. Muy cerca, la Sagrada Familia y la vecina plaza de Gaudí conforman otro gran núcleo de actividad.

Y no se limita a Madrid y Barcelona. Málaga es la siguiente provincia con más ubicaciones, especialmente en la zona de Puerto Banús, en Marbella, uno de los principales ejes turísticos de lujo de la Costa del Sol. Le sigue Valencia, con un importante foco en la plaza del Ayuntamiento, y Alicante, donde destaca la plaza de los Luceros, ambas en el corazón de la ciudad.

A todo ello se suma un rasgo clave de este mercado: la movilidad. El sector funciona como un sistema de “plazas”: mujeres que cambian de ciudad cada pocas semanas —generalmente 21 días— para garantizar ‘novedades’ a los clientes y evitar lo que llaman el “efecto cara quemada”. El macroestudio del Ministerio de Igualdad confirma esta dinámica: uno de cada tres anuncios incluye la referencia a ser “nueva” en la zona.

El informe 'Prostitución en la era digital' también demuestra que no se trata de casos aislados: de 15.000 perfiles, una de cada cinco mujeres se anunció en distintas ciudades en un solo año. Madrid y Barcelona actúan como los dos grandes nodos de esta red: más de mil anunciantes registradas en Madrid acabaron trasladándose a otra provincia, y más de 750 lo hicieron desde Barcelona, con flujos continuos también hacia Málaga, Valencia, Alicante o Baleares.

La mercantilización de la mujer en forma de reseña

¿Quién está al otro lado? El estudio de Ariño y Rodríguez-Casañ revela que el 99% de los demandantes son hombres, con una edad media cercana a los 40 años, y que entre un 4% y un 6% ha pagado en el último año alguna vez por sexo —y al menos uno de cada cinco hombres habría pagado por ello a lo largo de su vida—. No hay un único perfil, aunque es más habitual entre hombres separados, consumidores de pornografía o con actitudes machistas.

Lejos de ser encuentros clandestinos y puntuales, para algunos se ha convertido en una experiencia comunitaria. En los foros, miles de usuarios comparten a diario consejos, advertencias y valoraciones, como si se tratara de una página de reseñas de hoteles o restaurantes. Las puntuaciones refuerzan esta lógica mercantil: evalúan el “rendimiento” de las mujeres y comentan todo tipo de detalles sobre su cuerpo, personalidad o las prácticas realizadas.

Cada perfil se fragmenta en atributos corporales —altura, peso, color de pelo, tamaño del pecho— y se clasifica con etiquetas como “jovencita”, “madura” o “exótica”. Junto a esa descripción aparecen los precios, la lista de ‘servicios’ y hasta la dirección exacta. Las reseñas relatan con detalle la experiencia: el ambiente de la casa, la limpieza, el recibimiento, la facilidad de aparcamiento, las prácticas sexuales realizadas, si las mujeres se corresponden con las fotos, si les hicieron alguna otra oferta… Reconstruyen el encuentro paso a paso, desde el primer contacto hasta la hora exacta a la que se fueron.

Pese a ello, persiste una amplia tolerancia social: el 60% de los españoles cree que pagar por sexo no debería ser castigado por ley, según el CIS. Y lo cierto es que todo esto apenas deja entrever una mínima parte de un mercado extenso, complejo y difícil de rastrear.