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La cultura festivalera, el fenómeno turístico milmillonario que cotiza al alza en nuestro país

  • La música en vivo contribuye a la economía española con 4.200 millones de euros
  • Más de 16 millones de turistas acuden a España por motivos culturales
Asistentes al Festival Arenal Sound de Burriana (Castellón).
Asistentes al Festival Arenal Sound de Burriana (Castellón). EFE/Doménech Castelló
Adrián Masa de Vega*

Más de 28 millones de personas asistieron, en 2023, a conciertos y festivales, según el anuario de la SGAE. Una cifra que, tras los efectos de la pandemia, continúa estando al alza y que representa el 58,3 % de la población española. Eventos como el Arenal Sound en Burriana (Castellón), el BBK de Bilbao o el Primavera Sound de Barcelona -entre los más de 800 que se celebran al año- son imperdibles para gran cantidad de aficionados en nuestro país.

Un ejemplo de ello es el Medusa Festival en Cullera (Valencia) que, el pasado domingo 10 de agosto, cerró su undécima edición con un total de 180.000 asistentes acumulados en sus cuatro jornadas, convirtiéndose, según sus organizadores, en el festival de música electrónica más grande jamás realizado en España.

Destinos vacacionales

Para Patricio, un joven de 26 años, los festivales de música se han convertido en una parte fundamental de sus vacaciones de verano. Ya ha podido disfrutar de los ritmos de siete de las grandes citas festivaleras de nuestro país. Entre su experiencia, se encuentran el Sonorama Ribera, el ContemPOPranea o el Arenal Sound, el festival más popular de España según Asociación de Promotores Musicales (APM).

En su opinión, "la primera vez que vas suele ser por un artista en concreto". Pero, poco a poco, se va confiando cada vez más en el criterio de la organización y se termina por convertir el festival en una parada vacacional obligatoria, repitiendo año tras año. Es el caso de Álvaro, de 25, que suele acudir a estas citas "más por el festival que por los artistas".

Asistentes a la primera jornada del Arenal Sound que se celebró el pasado mes de julio en la localidad castellonense de Burriana.

Asistentes a la primera jornada del Arenal Sound que se celebró el pasado 30 de julio en la localidad castellonense de Burriana. EFE/Andreu Esteban

De hecho, no es solo que los festivales se hayan transformado en verdaderas atracciones turísticas, sino que lo han hecho en un tipo de turismo cada vez más popular entre "jóvenes y no tan jóvenes", como afirma Rebeca, de 27 años. Aunque, para Álvaro, este tipo de turismo es meramente joven. Las pocas horas de sueño, sumadas a la necesidad de dormir en campings, exigen un nivel de entusiasmo y energía que, con los años, "se va pasando".

Junto a sus amigos, Patricio suele ir a varios festivales en el mismo verano, llegando a gastar entre 300 y 400 euros de media en cada uno de ellos. Sin embargo, Rebeca y Álvaro acotan un poco más su presupuesto, inclinándose por festivales de un solo día y limitando su gasto a los 100 euros entre comida, bebida y entradas.

Más allá de las decisiones presupuestarias de cada cual, según SFTL -compañía especializada en gestión legal y financiera del negocio musical-, la contribución de la música en vivo a la economía española en el año 2023 estuvo cerca de los 4.200 millones de euros. Una estimación realizada considerando el impacto directo (venta de entradas, consumiciones, merchandising...), el indirecto (hoteles, transporte...) y el inducido (el aporte que los empleados y proveedores del sector realizan a la economía).

Un tipo de turismo en sí mismo

Existen el turismo gastronómico, el enológico y hasta el turismo de pantalla, que consiste en visitar los lugares donde se han rodado series y películas. Lo que muchos no sabían es que también existe el turismo de festivales. Es el que practica Rebeca, que ha decidido que este 2025 debe ser su "año de los festivales", visitando el Conexión Valladolid, el Festival Gigante de Guadalajara, el Son Rías Baixas y el Mad Cool de Madrid.

Además, suele aprovechar para disfrutar de los entornos en los que se realizan los festivales. "El año pasado fui al Atlantic Fest y fue la excusa perfecta para conocer mejor las Rías Baixas de Galicia", comenta Rebeca. Para ella, el festival es un motivo para emprender un viaje y, de ese modo, suele quedarse varios días en el lugar para descubrir sus encantos. "¿Qué mejor combinación para viajar que escuchar música en directo y conocer sitios nuevos?", añade.

"De hecho, suele gustarme más todavía cuando se celebran en localidades pequeñas, no tan conocidas, porque te permite conocer zonas que no son tan típicas ni están tan turistificadas". Como es el caso del Luminaria Sound, el festival que se llevó a cabo el pasado 10 de agosto en el pueblo de Pedro (Soria), de tan solo 3 habitantes.

El público durante el concierto de Arde Bogotá en la última edición del Mad Cool.

El público durante el concierto de Arde Bogotá en la última edición del Mad Cool. EFE/Fernando Villar

Un resurgir post-pandemia

Rebeca advierte un factor fundamental para este auge de los festivales en nuestro país en los últimos años. Para ella, la experiencia de la pandemia ha hecho que le demos más valor a este tipo de eventos. "Ahora es muy raro tener un amigo o amiga que, en verano, no vaya a ir a un festival. Es como un ingrediente que nunca falta entre junio y agosto", sostiene.

"Creo que hay fiebre de festivales (por no decir que hay mucho FOMO), pero también de conciertos en grandes espacios y en salas pequeñas", señala Rebeca. El FOMO -Fear Of Missing Out- se refiere a la angustia por perderse algún evento y quedar fuera de algo que otros están disfrutando. Desde el final de la pandemia, "es muy normal ver cómo se agotan muy rápidamente las entradas de grupos que a lo mejor antes no vendían tan rápido". Esto, para la joven, evidencia ese reciente auge en la demanda de música en vivo y festivales.

La cantante y compositora argentina Nathy Peluso durante el concierto que ofreció en la pasada edición del festival BBK Live que se celebra en el monte Kobetamendi de Bilbao.

La cantante y compositora argentina Nathy Peluso durante el concierto que ofreció en la pasada edición del festival BBK Live que se celebra cada año en el monte Kobetamendi de Bilbao. EFE/Miguel Toña

Citas internacionales

Pero no es un fenómeno que afecte solo al público español. Según el Anuario de la Música en Vivo de la APM, 16,6 millones de turistas internacionales llegaron a España motivados principalmente por razones culturales en 2023. Un turismo que, de acuerdo con el INE, se tradujo en un gasto de 3.800 millones de euros en nuestro país.

Es el caso de Stefano, un joven italiano que, el pasado 26 de julio, viajó hasta Huesca para acudir al Monegros Desert Festival. Se trata de una rave, en mitad del desierto de los Monegros, en la que, con once escenarios, más de 150 DJs y decorados gigantescos, los asistentes disfrutan de 22 horas ininterrumpidas de música electrónica.

Para él, "es una experiencia bastante costosa, pero vale la pena el esfuerzo y los 300-400 euros que, al final, tienes que gastarte". Además, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid -como reza el refrán-, turistas como Stefano visitan otros rincones de nuestro país. "El vuelo de ida aterrizó en Valencia y nos quedamos dos días por la ciudad y, para el de vuelta, decidimos pasar cuatro días en Barcelona", añade el italiano.

Un camino de ida y vuelta

No solo millones de turistas vienen a nuestro país para disfrutar de una inabarcable oferta cultural, también nuestros aficionados toman aviones para disfrutar de señaladas citas internacionales. Esto lo facilita, entre otros aspectos, el hecho de que celebrados festivales españoles decidan ampliar sus horizontes y organizar eventos en otros países. Es el caso del Primavera Sound que, además de su sede en Barcelona, reúne a miles de personas alrededor de la música en Oporto (Portugal).

Hay festivales legendarios que llenan los sueños de aficionados de todo el mundo, como buen ejemplo es Tomorrowland en Bélgica, que recibe a más de 400.000 personas cada año. Para Patricio, un festival soñado es el de Glastonbury, en el Reino Unido, que, en su pasada edición, presentó a artistas de la talla de Olivia Rodrigo, Rod Steward o Charli XCX.

Olivia Rodrigo durante su actuación en la pasada edición del Glastonbury Festival.

Olivia Rodrigo durante su actuación en la pasada edición del Glastonbury Festival. Kevin Mazur/Getty Images

En el caso de Álvaro, él sueña con visitar la ciudad de Budapest para dirigirse al Sziget Festival. Este evento se realiza en la isla de Óbuda -llamada "la Isla de la libertad" por su apertura a la diversidad en un país como Hungría- y recibió hasta el pasado 11 de agosto las actuaciones de Post Malone, Chappell Roan y Shawn Mendes, entre otros muchos.

Coachella es el festival ideal para Rebeca que desea disfrutar de artistas como Lady Gaga o el grupo Green Day en California (EE.UU). Este tipo de aspiraciones muestran que la música en vivo y, más concretamente, los festivales de gran formato se han convertido en fenómenos capaces de incentivar el turismo en una magnitud semejante a la de los eventos deportivos como el Mundial de Fútbol o los Juegos Olímpicos.

España es el segundo país más visitado del mundo -solo detrás de Francia- y los festivales de música son uno de los aspectos que lo vuelven una opción tan atractiva en el extranjero. Además, estos eventos multitudinarios sirven también para activar el ocio y el consumo en regiones de nuestro país azotadas por la despoblación. La cultura festivalera ha venido para quedarse y para generar un impacto milmillonario en la economía española.