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Gonzalo Maier, escritor chileno: "La única idea que me interesa defender es que no tengo por qué tener una idea"

  • En Una mano invisible, reúne sus novelas Piña y Mal de altura
  • Maier es una de las plumas más destacadas de la literatura chilena
El escritor chileno Gonzalo Maier aúna en 'Una mano invisible' -Random House- sus novelas 'Piña' y 'Mal de altura'.
El escritor chileno Gonzalo Maier aúna en 'Una mano invisible' -Random House- sus novelas 'Piña' y 'Mal de altura'. Lorena Palavecino
Adrián Masa de Vega*

En la cabaña de un centro de esquí cercano a Santiago de Chile, un empresario corrupto dedicado a financiar partidos políticos se encierra con un fusil en una mano y un libro de ética en la otra. Sócrates Saavedra -un nombre inverosímil para un profesor de filosofía- debe detener esa locura.

Por su parte, Horacio Piña es un artista visual chileno dedicado a recorrer cafés berlineses y conseguir fondos concursables para sus proyectos. Es el perfecto paradigma del trabajador neoliberal. Todo hasta que el fantasma de Ingrid Mora, una crítica de arte fallecida, comienza a aparecérsele, haciéndole caer en una neurosis que tambalea su mundo.

Estos son, a grandes rasgos, los argumentos de Mal de altura y Piña, las dos novelas del escritor Gonzalo Maier (Talcahuano, 1981) aunadas en el volumen Una mano invisible, recientemente publicado por Random House. Maier se ha consagrado como una de las plumas más destacadas de la actual literatura chilena. Su estilo mordaz e irónico, despegado de los requerimientos del mercado editorial, se destaca por su frescura y una distancia narrativa con regusto a higiénica autocrítica.

'Una mano invisible' es el nuevo libro de Gonzalo Maier publicado por Random House. Incluye sus dos novelas: 'Piña' y 'Mal de altura'.

'Una mano invisible' es el nuevo libro de Gonzalo Maier publicado por Random House. Incluye sus dos novelas: 'Piña' y 'Mal de altura'. Random House

¿Filántropo ruso o futbolista brasileño?

Sócrates Saavedra, el protagonista y narrador de Mal de altura, soñaba con ser filántropo ruso o futbolista brasileño. Se tuvo que conformar, en cambio, con ser un simple profesor de filosofía. Al preguntarle a Gonzalo Maier en una videoconferencia por cuál de las dos opciones se decantaría, atravesando los más de 10.000 kilómetros que separan Madrid de la capital del país más largo del mundo, su voz sostiene que se inclinaría por ser futbolista brasileño porque es un trabajo "lleno de belleza".

Para él, el fútbol -como el arte- está lleno de "bellezas gratuitas". El escritor chileno piensa en "esas jugadas maravillosas. El pase de Messi en la final del Mundial que tú dices: ‘Claro, acá hay una belleza verdadera, real, concreta, que uno puede ver".

A Maier le interesa "esa franja donde algo es pelotudo, pero igual sigue siendo posible. El límite de la verosimilitud". Se mueve en los límites, en las fronteras, porque son la metáfora de una separación, pero también de un encuentro.

Un militante de la no-militancia

Es esa distancia entre el narrador y lo que cuenta la que, en su opinión, sostiene el componente irónico de sus novelas. Para Maier, la ironía es "un espacio de higiene, de puesta en perspectiva para poder autocriticarse". El escritor chileno trata de centrarse en esas distancias que abren un espacio para la evaluación, más que en "discursos o narradores mucho más militantes que están defendiendo algo".

La única idea que me interesa defender es que no tengo por qué tener una idea

Gonzalo Maier declara abiertamente que "si fuera militante de algo, debiera ser militante de la no-militancia". Su única reivindicación busca poder cambiar de idea, tener la posibilidad de contradecirse. Ha encontrado "una militancia por llevar la contra, por intentar pensar desde fuera o desde otro lado". Su postura es clara y directa: "La única idea que me interesa defender es que no tengo por qué tener una idea".

Detalle de la portada de la edición individual de 'Piña', la novela de Gonzalo Maier.

Detalle de la portada de la edición individual de 'Piña', la novela de Gonzalo Maier. Random House

La mano invisible

Adam Smith -el padre del liberalismo- utilizó la metáfora de la mano invisible para hablar de la economía de mercado. Una imagen que, para Maier, tiene un paralelismo con los juegos infantiles. "Cuando los niños están jugando con los monitos, con un feature figure, con un lego… Están jugando, pero la mano es invisible. Existen solo los monitos que van moviendo", explica.

Hoy empieza todo 2 - Aloma de secano: 'Una mano invisible' - 14/7/25

Esa voluntad invisible, que nos condiciona por medio del dinero y el poder, atraviesa ambas novelas. Los antojos de esa fuerza superior, de ese sistema económico que permea en cada uno de los aspectos del día a día, se hacen muy evidentes. "Tengo la sensación de que mi vida la controlan constantemente. Como que hay una mano guiándome a hacer cosas, a escribir cosas", reconoce Gonzalo Maier.

"El neoliberalismo fue la religión chilena"

Desde el golpe de estado que dio comienzo a la dictadura de Pinochet, Chile ha vivido -por obra y gracia del grupo de economistas Chicago Boys- bajo un sistema neoliberal enfocado en la privatización y la reducción del papel económico del estado. En un país en el que no es pública ni el agua dulce, "la idea de que cada uno está solo y se rasca con sus propias manos está súper insertada en el ADN cultural", como resalta Maier.

"Nosotros somos el neoliberalismo y la lucha contra el neoliberalismo. Nos marcó radicalmente. El neoliberalismo está súper ligado a una idea de competencia, de que no hay una sociedad: hay individuos", como bien podría afirmar Margaret Thatcher. Gonzalo Maier sostiene que el ciudadano chileno está inserto irremediablemente en un sistema neoliberal. Se puede estar a favor o en contra, pero su papel es tan claro que, "en un sentido, el neoliberalismo fue la religión chilena".

El mejor trabajador

De esta manera, Horacio Piña, el protagonista de la primera de las dos novelas que conforman este volumen, "se transforma en el paradigma, en el ejemplo más prístino del mejor trabajador". Este artista visual "es independiente, proactivo, está siempre proponiendo cosas, todo el día posteando lo que está haciendo en Instagram". Se trata de "ese alguien que está siempre produciendo en una vitrina constante".

Piña presenta un personaje que manifiesta todas las virtudes del trabajador neoliberal. Si antes el artista era "un outsider, un tipo marginal o medio dandi", ahora "ya no quieren al burócrata oscuro, quieren un tipo que esté en forma, bello, que esté siempre intentando mejorar". Tal y como lo ve Gonzalo Maier, "la gracia de Piña es esta felicidad en entregarse a la autoexplotación".

Gonzalo Maier ha publicado otros libros como 'Hay un mundo en otra parte' (Random House), 'El libro de los bosillos' (Editorial minúscula) o 'Cuando cumplí cuarenta' (Editorial minúscula).

Gonzalo Maier ha publicado otros libros como 'Hay un mundo en otra parte' (Random House), 'El libro de los bosillos' (Editorial minúscula) o 'Cuando cumplí cuarenta' (Editorial minúscula). Andreu Dalmau/EFE

"La voluntad era sólo un punto de partida"

Ingrid Mora -la crítica cuyo fantasma se le aparece- dejó una huella imborrable en Piña. Mora reseñó en el periódico la última exposición del joven. Para ella, "querer ser un artista nunca antes había sido condición para serlo". Según Maier, "Mora apuntaba a esa gente que no tiene una obra clara, una obra consistente, pero está todo el rato robando de artista, como dicen en Argentina". Señala a todos aquellos que no quieren hacer arte, sino ser artistas.

"Hay mucha gente que no quiere escribir libros, quiere ser escritor. Quiere ser escritor para subir cosas a Instagram", dice Maier y se refiere a aquellos individuos cuyo producto artístico son ellos mismos. Ser artista se convierte en una posición aspiracional por el simple hecho de serlo y adoptar ese rol: "Lo que más le interesa es la performance, la performatividad de la experiencia".

"Como que hay olor a cheddar"

El título de la crítica de Mora era Demasiado queso. Siguiendo la lógica de las grandes escuelas culinarias, la periodista chilena sostiene: "Si un plato tiene queso es para esconder algo". Para ella, el queso es todo ese maquillaje que recubre una propuesta artística pobre y consigue hacerla digerible: "En lo de Piña, hay queso. Mucho. De repente es una fondue y nada más", escribe.

Gonzalo Maier observa ese queso por todas partes: "Es muy claro en la literatura. Cuando te venden un libro por el tema que trata y esconden la narración". En su opinión, el caso más paradigmático en España serían todas esas novelas que se venden so pretexto de tratar la Guerra Civil. "Si tú me ofreces una novela sobre la guerra civil española sin yo saber quién la escribe ni de qué se trata realmente. Bueno, como que hay olor a cheddar", señala el escritor chileno.

Pero, como cualquiera puede advertir en un supermercado, no todo el queso es malo, los hay de gran valor. Para Maier, el escritor es una suerte de cocinero que debe coquetear constantemente con el queso: "Piña pudo ser una novela sobre un burócrata de una empresa de agua potable, por ejemplo, pero si le pones un poco de queso, lo haces artista visual". En ese sentido, el queso lo hace más entretenido, directo y agradable. El queso, sentencia Gonzalo Maier, "es uno más de los elementos del taller literario".

Detalle de la portada de 'Una mano invisible' de Gonzalo Maier.

Detalle de la portada de 'Una mano invisible' de Gonzalo Maier. Random House

"La justicia que tiene fe en la ética es una cosa muy rara"

En 2014, los tribunales del largo y estrecho país, condenaron -en el contexto del Caso Penta- a dos empresarios corruptos a lecciones de ética. Gonzalo Maier reconoce que Mal de altura está inspirado en ese caso, pero que no le interesa en absoluto. Centra el tiro en otro lugar: "La justicia que tiene fe en la ética es una cosa muy rara. Me gusta mucho ese absurdo".

Aunque parezca una broma, el profesor de filosofía encargado de las clases de ética al corrupto Echaurren se llama Sócrates Saavedra. Durante sus encuentros en una universidad privada situada en la precordillera santiaguina, ambos vivirán una transformación en la que la filosofía y el dinero jugarán un papel esencial. Ambos, a su vez, sufrirán los efectos de la altitud en la montaña.

Apunarse: mal de montaña

"El concepto del mal de altura nosotros también lo conocemos como apunarse", cuenta Gonzalo Maier. "Me da la impresión de que el mal de altura de Saavedra es creer que iba a ser un gran filósofo. Su mal de altura es cumplir cierta edad, separarse, estar medio a la deriva en la vida y empezar a darse cuenta de que quizá lo que él creía que era importante, no lo era tanto.

Sin embargo, en constante relación con el mundo del dinero, para el autor, "el mal de altura de Echaurren es tener el poder y no poderse desprender de él". Para el empresario, son todo puertas abiertas. Maier reconoce que, en un momento, "coquetea con salir de ese mundo del dinero, pero no puede salir. Esa es la gracia que tiene el capital: puede con todo".

Ese es el gran tema que atraviesa la novela: el dinero como fuerza incontestable. Según Maier: "Puede hacer merchandising del anticapitalismo, te puede vender la polera del Che Guevara, te puede vender libros sobre cómo destrozar el capitalismo. Tiene esa capacidad de ofrecértelo todo y de hacerse más fuerte. Tipos como Echaurren son el ejemplo de la oligarquía perfecta: están por encima de la ley".

Entre la resignación y el cinismo

Con esa manera de retirarse del bullicio de Santiago, uno podría considerar a Saavedra como un Fray Luis de León del siglo XXI, pero el escritor chileno observa una diferencia fundamental: "A diferencia de Fray Luis, Saavedra está muy confundido. Hay un coqueteo con la vida sencilla, la vida de campo, bajarse de un poco de la rueda del hámster, pero, en ese sentido, Sócrates también se resigna al neoliberalismo".

No pueden creer en las ideologías, ni en el dinero

La resignación y el cinismo son dos de los puntos en común entre Horacio Piña y Sócrates Saavedra. Para Maier, "la resignación tiene que ver con, por un lado, el cansancio neoliberal, ese hartazgo como de ‘déjenme bajarme del tren’. Y, por otro lado, la pasividad: mis personajes están poco politizados, no creen en nada. No pueden creer en las ideologías, ni en el dinero".

El desencanto, fruto del sistema neoliberal, lleva a los personajes a un cierto tipo de cinismo, puesto que a Maier le "interesan mucho los cínicos, pero el cinismo griego, el de Diógenes, el de alguien que no cree en el futuro". El autor chileno busca a ese cínico "que hace una alharaca frente a la resignación, que hace una cosa más teatral. Ese que se ríe un poco de este no-futuro".

Cumplir con la misión

Gonzalo Maier propone en Una mano invisible dos encantadoras, rocambolescas y crudas historias atravesadas por el trabajo y el poder. Un artista visual que se convierte en el paradigma del trabajador neoliberal y un desencantado profesor que da lecciones de ética a un empresario neurótico son, contra todo pronóstico y rozando con ternura la inverosimilitud, dos de las más pertinentes tramas que pueden encontrarse en una librería.

Un fragmento del libro dice lo siguiente: Piña sabía que a esas alturas del siglo —¿de la historia?— las críticas o las columnas de arte que publicaban los diarios no le importaban a casi nadie —¿alguien aún leía diarios?—. Al preguntarle a Gonzalo Maier si esta entrevista, en efecto, le importará a alguien, respondía así:

"Es como hacer clases: tienes a 20 alumnos y siempre le haces la clase solo a uno o dos, que son los que te dan bola. El resto está en el teléfono o pensando en cualquier cosa. Tú estás todo el semestre haciéndole clase a esas dos personas y te das por pagado con eso. O sea, si una chica de no sé dónde llega a esto por error y algo le hace sentido, me parece que ya está, que ya se cumplió con la misión".

*Adrián Masa de Vega es alumno de Doble Grado en Periodismo y Humanidades en la Universidad Carlos III de Madrid. Esteban Ramón, coordinador de Cultura, ha supervisado la elaboración completa de este texto.