Los niños y adolescentes se sienten poco valorados y escuchados por los adultos en su día a día
- El ninguneo a los más jóvenes vulnera los derechos que les reconocen las Naciones Unidas
- "Ridiculizar o hacer callar" pueden ser formas de violencia sutiles, según señala Educo
Los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a ser escuchados, participar en las decisiones que les afectan y recibir un trato basado en el respeto. Así lo reconoce la Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas, pero la realidad del día a día sigue lejos de ese ideal. En muchos espacios, a la infancia todavía se la trata con condescendencia. Se invisibiliza o incluso se silencia.
"Me han excluido de conversaciones solo por mi edad", asegura Pablo, un adolescente de 14 años, cansado de que no se le tenga en cuenta. Su testimonio, junto al de Ariadna, otra joven de su misma edad participante de la campaña 'El Mejor Trato' de la ONG Educo, pone el foco sobre el ninguneo que sufren. Según Educo, los niños y adolescentes no se sienten escuchados, respetados ni comprendidos.
El clásico "tú de esto no sabes", interrupciones constantes, bromas dañinas o la falta de confianza en su capacidad para opinar y decidir son formas de vulnerar sus derechos. La manera en la que las personas adultas se relacionan con la infancia puede tener un impacto muy negativo en su desarrollo.
Violencias invisibles contra la infancia
El maltrato físico o el abuso "son acciones evidentes de violencia", pero existen otras más sutiles que pasan desapercibidas, denuncia la responsable de Movilización Social de Educo, Miriam Torán, que recuerda que "ridiculizar o hacer callar de forma humillante está normalizado en la sociedad y afecta directamente al bienestar de niños y niñas". En los talleres que organiza la entidad, los menores les indican que estas actitudes "les provocan sufrimiento". Cuando no se les presta atención, se limita "su capacidad de decisión y eso tiene un efecto directo en su autoestima", subraya Torán.
Educo recuerda que proteger a la infancia no significa únicamente evitar lo evidente, sino también revisar los gestos cotidianos y cuidar cómo y cuánto se les mira, habla o escucha: "No se trata de disminuir sus competencias, sino de empoderarlos".
"Se presupone que no somos capaces de hacer algo o hablar sobre algo solo por nuestra edad", lamenta Pablo. Esa falta de confianza repercute directamente en su autopercepción. "Merma nuestra autoestima, porque, si no se nos da el poder de intentar las cosas, al final nos rendimos y no aprendemos. Queremos que se valoren nuestras ideas y no se nos prejuzgue", dice con una madurez que desmonta cualquier recelo sobre su edad. "Queremos que los adultos sean el reflejo de lo que esperan que seamos nosotros", añade su compañera Ariadna.
Derecho a estar informados
Otro de los obstáculos que señalan los menores participantes en la campaña de la ONG es la dificultad para comprender el lenguaje que utilizan los adultos, docentes, políticos o medios de comunicación. "No queremos que los adultos piensen que tenemos desinterés", insiste Ariadna. A menudo, expresan algunos participantes, recurren a redes sociales para informarse, aunque saben que no siempre son fuentes fiables.
Para evitar este riesgo, Pablo pide que se dirijan a ellos con menos tecnicismos. Respetar su derecho a estar informados sobre aquello que les afecta, resume Torán, pasa por adaptar el lenguaje a su edad. De lo contrario, se impide a los menores que comprendan el mundo en el que viven y tomen decisiones informadas, lo que limita el ejercicio de su ciudadanía.
Escuchar, confiar, acompañar
Los más jóvenes reclaman también espacios diseñados con su bienestar en mente. Quieren aulas más limpias, con más luz natural y un mayor contacto con el aire libre. Los espacios en los que se desarrollan deben ser "confortables", "cercanos", "accesibles" y hacerles sentir "fuera de peligro", explica Torán, que cree interesante que las niñas y los niños formen parte del proceso de diseño porque "les permitiría identificar necesidades y riesgos".
La responsable de la ONG añade que los tiempos también son importantes, sin embargo, "las agendas adultas amenazan los tiempos de la infancia", especialmente los de quienes tienen necesidades especiales.
Lo que más necesitan, aseguran los niños, es un trato basado en la confianza, con adultos que los acompañen, pero sin invadir su autonomía. "Piden abiertamente que no se esté tan encima, en definitiva, que se confíe en ellos y ellas porque ya pedirán ayuda cuando sea necesario", apunta Torán. A sus 14 años, Pablo sabe que "crecer sintiendo que no eres capaz de hacer las cosas es de lo peor que te puede pasar".
Los datos del "buen trato"
Este viernes, la ONG ha presentado los resultados de una encuesta realizada a 500 niñas, niños y adolescentes de entre 11 y 17 años sobre el trato que reciben por parte de las personas adultas en sus entornos más cercanos, especialmente el educativo. Uno de cada tres menores asegura haber recibido comentarios molestos o incómodos por parte de adultos. El porcentaje asciende hasta el 80% al sumar a los menores que han escuchado estos comentarios hacia sus compañeros y los que sienten que los adultos les "pican", aunque se lo tomen a broma.
La encuesta muestra que casi un 30% de los chicos y chicas tiene dificultades para entender el lenguaje de los adultos. Algo más del 16% no comprende lo que dicen políticos o medios de comunicación y un 14% se pierde en las explicaciones del profesorado. Aunque pueda parecer un dato bajo, Torán recuerda que "los docentes son personas de referencia para ellos", por lo que es fundamental que exista "una comunicación fluida".
Pablo reconoce que no es sencillo crear espacios compartidos con los profesores, principalmente por "la brecha generacional" y "la relación de poder" que existe, pero reivindica la necesidad de "encontrar un punto medio" para entenderse.
La campaña 'El Mejor Trato' nace con el objetivo de promover una cultura del respeto y el buen trato, que vaya más allá de proteger y pase también por reconocer, confiar y acompañar, especialmente en contextos como la escuela. A pesar de que los menores son mayoría en los centros educativos, más de un 60% siente que no se confía en su capacidad para resolver conflictos.
Además, tres cuartos de los menores encuestados aseguran que nunca han oído hablar de los derechos de la infancia, apenas los conocen o, aunque los han tratado en el colegio, no se acuerdan. Para Educo, es una situación grave que pone en riesgo a los niños y niñas, porque, si no conocen sus derechos, no "podrán ejercerlos o reconocer cuando se les están vulnerando". Por ello, Torán pide que, más allá de las aulas, esta cuestión "forme parte de una cultura de respeto y buen trato en todos los espacios donde crecen".
Un ejercicio de todos
La experta insiste en que no es cuestión de culpabilizar a nadie, pero recuerda la obligación legal y ética de atender a la infancia. Lo fundamental es tomar conciencia, porque "muchos de estos comentarios incómodos son involuntarios". Por eso, llama a la reflexión sobre la manera de relacionarse y "propiciar un entorno afectivo sano". La clave, apunta, es "interesarse por sus sentimientos desde el respeto y con total empatía". Para lograrlo, los adultos deben "pasar el límite" de sus propios prejuicios y tomar en serio a la infancia. Pablo cree que es sencillo, únicamente hay que adoptar "actitudes más respetuosas e igualitarias para todas las edades".
La campaña reclama que se implante adecuadamente la figura del coordinador o coordinadora de bienestar en los centros educativos, como plantea la Ley Orgánica de Protección Integral a la Infancia y la Adolescencia (LOPIVI).
"Cuando una comunidad apuesta por el buen trato, todo el mundo disfruta de una atmósfera más justa y acogedora", recuerda Torán. Ariadna, como muchos de su edad, también quiere "saber cómo funciona el mundo", pero, para eso, hay que abrirles la puerta.