Las distintas almas de la Iglesia se miden en el cónclave más abierto y "desconcertante"
- De la elección papal con más electores y más diversos podría salir un papa reformista como Francisco o uno conservador
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En cuanto se cierre con llave la puerta de la Capilla Sixtina —cónclave significa, literalmente, con llave— las distintas almas que alberga la Iglesia católica pondrán a prueba sus apoyos a la hora de elegir al nuevo papa. 133 cardenales de 71 países, el grupo más amplio y heterogéneo en orígenes de la historia, decidirán el nombre del sucesor de Francisco, con muchas incógnitas sobrevolando el cielo de Roma.
La principal de ellas, si el próximo pontífice formará parte del ala reformista de la iglesia, en la línea de Francisco, o bien de la conservadora. Aunque todo ello se dará en un cónclave impredecible, el "más desconcertante de la historia", según el historiador de la Iglesia Juan María Laboa, ya que "nunca ha habido tantos cardenales y tantos con poca relación con Europa".
La mayoría de los purpurados que se encuentran ya en la capital italiana son desconocidos dentro de los círculos de poder vaticanos y poco o nada se sabe de sus posturas, al venir de diócesis pequeñas de países como Mongolia o Timor Oriental, pero también son "desconocidos entre ellos", apunta Mateo González, sacerdote salesiano y periodista de la revista católica 'Vida Nueva'. "Son cardenales que tienen poco que ver entre sí, tanto de procedencias eclesiales, familias, órdenes o lugares de origen. Tenemos cardenales de lugares donde no había habido nunca", detalla Isidro Catela, director de Testimonio, programa de TVE sobre la religión católica.
Francisco nombró al 79% de estos electores, pero esto no quiere decir que todos ellos sigan su línea renovadora. "Muchos de los nombramientos han sido por reconocer a iglesias de países pequeños" y otras razones, pero no tanto por aupar a nombres concretos, señala González. Además, "hay personas que Francisco las nombró con una intención y luego se ha dado cuenta que no respondían a lo que él pensaba", señala este experto.
¿Un péndulo hacia un papa conservador o uno continuista?
A grandes rasgos, dos teorías emergen sobre el rumbo que puede tomar la Iglesia en los próximos años. Una es la del movimiento pendular: siguiendo la tradición del Vaticano —aunque no siempre se cumpla—, tras un papa reformista como Francisco, es el momento de un pontífice más conservador.
Otra posibilidad es que el sucesor del jesuita siga con su línea aperturista. "El papa que venga, desde mi punto de vista, no va a suponer un cambio de actitud ni de mentalidad", señala Laboa. Cree que el sentir mayoritario de la iglesia va en la línea de lo que pregonó Francisco, y se pudo ver en los distintos sínodos de obispos convocados por Francisco. "Algunas cosas han dicho que no han estado todos de acuerdo, pero se veía que la mentalidad era bastante parecida", destaca.
En la misma línea se pronuncia el jesuita, teólogo y escritor José María Olaizola, quien señala que "hay cambios que se han puesto en marcha que no tienen vuelta atrás", aunque "otra cosa es el ritmo" al que se den estos cambios. Entre ellos, ejemplifica, está la sinodalidad: la "corresponsabilidad en la toma de decisiones", diálogos abiertos a "los laicos" o "las mujeres" y no solo a las élites de la Iglesia.
La "actualización" de la Iglesia, en marcha desde hace 60 años
Para Olaizola, hay que ampliar el foco y no preguntarse tanto si el nuevo papa seguirá con las reformas de Francisco, sino que la "gran referencia" es el Concilio Vaticano II, celebrado entre 1962 y 1965, y que actualizó la Iglesia al mundo contemporáneo. "Doce años en tiempo de Iglesia no es demasiado", señala en referencia al papado del jesuita. La institución debería enfocarse, en su opinión, en seguir con el "aggiornamento [actualización]" que activó aquel concilio, "la mirada pastoral al mundo de hoy, la misión como algo compartido por todos, un lenguaje comprensible para anunciar el evangelio", detalla.
También Laboa considera que "el problema ahora ya no es volver a la tradición", sino la posibilidad de que un papa más conservador limite cambios que Francisco dejó entrever pero que puso en marcha por falta de voluntad, tiempo o apoyos, como la ordenación de sacerdotes casados.
Algunos de los cardenales que elegirán al nuevo papa —y que pueden ser elegidos—, como el español Carlos Osoro, se muestran convencidos de que la Iglesia seguirá la misma "dirección" reformista marcada por Francisco, que es la de "anunciar el Evangelio con todas las consecuencias".
Entre el sector más aperturista suenan nombres como el del máximo dirigente de los obispos italianos, el cardenal Matteo Zuppi, el filipino Luis Antonio Tagle —aunque se ha pronunciado con dureza contra el aborto y la eutanasia—, o el arzobispo de Marsella Jean-Marc Aveline, centrado como Bergoglio en las "periferias" y la migración. Otra opción de consenso, difícil de encasillar entre conservadores y progresistas, es el dialogante Pietro Parolin, secretario de Estado de Francisco —cargo equivalente al de primer ministro del Vaticano—. En todo caso, y siguiendo con el péndulo, lo que es improbable es que el nuevo papa sea jesuita y latinoamericano, como Francisco.
Asedio del sector ultraconservador
Del otro lado están quienes defienden la teoría del movimiento del péndulo. "Hay una involución general en la política, y la Iglesia, que no es una institución progresista, no se va a apuntar a la línea que empezó con Francisco y ahora volverá el conservadurismo", opina el excorresponsal de RNE en Roma Guillermo Orduna.
Lo cierto es que en los 12 años de papado del jesuita argentino, las críticas de las facciones tradicionalistas han alcanzado una virulencia insólita en comparación con los anteriores papados.
"Han sido ataques muy visibles y que han venido de dentro", explica González. A diferencia de otras críticas, como en tiempos de Juan Pablo II, "más suaves y diplomáticas" o que se producían desde fuera del seno de la Iglesia, lo que ha sufrido Francisco ha sido "fuego amigo".
Algunos de los oponentes más visibles de las reformas de Francisco estarán presentes en el cónclave, y, de hecho, tienen papeletas para ser elegidos, como el guineano Robert Sarah, muy crítico con la apertura de la iglesia hacia homosexuales o mujeres. Llegó a comparar la "ideología de género" con el Estado islámico, calificando ambas de "bestias apocalípticas".
Dentro del sector más tradicional, y también posibles favoritos, se sitúan también el alemán Gerhard Ludwig Müller, o el estadounidense Raymond Burke, este último partidario de Donald Trump y vinculado a su ideólogo Steve Bannon.
Pero la oposición a la reforma de la Iglesia no se encarna solo en los purpurados del Colegio Cardenalicio, sino que viene de fuera. "Hay grupos de presión que llevan varios años invirtiendo dinero en establecer etiquetas para determinados candidatos", señala González, grupos generalmente vinculados a los "movimientos tradicionalistas". Estas maniobras llegan incluso a detalles como editar las páginas de Wikipedia de los cardenales papables, para favorecer a su facción y "oscurecer" a la contraria.
Este sacerdote, que ha vivido muchos años en Roma, recuerda que ahora los cardenales "tienen más presiones externas por aupar a determinados candidatos" que las que se puedan dar dentro del cónclave.
Ni "un clon" de Francisco ni una personalidad opuesta
Mientras, Catela cree que es un error poner las etiquetas de conservador y progresista en el caso de los papas. Si acaso, cada pontífice tiene "acentos propios" dentro de una "continuidad" siempre presente en la Iglesia.
El propio Francisco, a pesar de sus posturas reformistas, llegó a calificar de "sicarios" a quienes practicaban abortos, recuerda. En la Iglesia "no hay ruptura, hay reforma". Por ello, "esperar que alguien sea un clon de Francisco es iluso, y esperar a que venga un papa a que no se parezca en absolutamente nada a Francisco sería mirar con muy poca perspectiva", expresa.
El contexto global: guerras y oleada reaccionaria
En todo caso, la elección del papa no se limita solo a lo que ocurre dentro del Vaticano. En sus 12 años de papado, Francisco ha asistido —y se ha enfrentado— a una oleada reaccionaria global, con el ascenso de gobernantes de extrema derecha como Trump o Javier Milei, en la Argentina natal de Bergoglio.
La postura social de Francisco, especialmente su defensa de los derechos de los migrantes, provocó una oposición frontal de muchos de estos líderes hacia el papa recién fallecido. ¿Cómo se enfrentará a este mundo polarizado su sucesor? "Teniendo la autoridad personal del papa que ha muerto", responde el teólogo e historiador Laboa. Francisco ha sido un papa que "ha dialogado con todos", y que se hizo respetar incluso entre sus adversarios, quienes reconocían su "coherencia".
En la misma línea se expresa González, periodista de 'Vida Nueva'. "El papa que surja del nuevo cónclave tiene el ejemplo de actitud de Francisco", señala. Él "experimentó esta polarización y sin embargo no se movió de sus posturas, que han sido de encuentro, de diálogo, de reconciliación".
La relación del papado con los asuntos terrenales siempre ha sido compleja, aunque Francisco se implicó de lleno en su defensa de la paz en conflictos como el de Ucrania o el de Gaza —a cuya parroquia católica llamaba cada día sin falta—. Catela defiende que "la Iglesia no está para adaptarse al mundo, está para anunciar el Evangelio al mundo", por lo que considera "un error pensar en clave política, de estrategia geopolítica" la elección del pontífice.
Eso no significa que la Iglesia se muestre "ajena" a lo que ocurre fuera de sus muros. Y en ese sentido, destaca la labor de otro cardenal que suena en las quinielas como papable, Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, con su "gran experiencia en un lugar del mundo como Tierra Santa, en conflicto perpetuado y donde están desapareciendo los cristianos".
Pero, como siempre que se habla de nombres de papables, resuena una conocida advertencia antes de cada concilio: "Quien entra papa, sale cardenal". Solo el término del encierro de los 133 cardenales en la Capilla Sixtina permitirá conocer al sucesor de Francisco en la silla de San Pedro.