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Análisis | 'Brexit'

Irlanda del Norte: más que un símbolo

  • Por primera vez presidirá el gobierno autonómico el nacionalismo católico 
  • El nacionalismo protestante termina su boicot de casi dos años

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Irlanda del Norte: la bandera de la Union Jack y la del Ulters en Kilcooley (Bangor)
La Union Jack y la bandera del Ulster en Kilcooley, Bangor, antes de la celebración del 11 de julio organizada por miembros de las Loyalists Orders.

La política en Irlanda del Norte alcanza un triple hito esta semana, al desbloquearse la formación del gobierno autonómico. Por primera vez una mujer, Michelle O’Neill, encabezará un ejecutivo norilandés, será también la primera nacionalista católica y, además, del Sinn Féin, el partido que hasta los acuerdos de paz de 1998 tenía un brazo armado, el IRA, corresponsable junto con el terrorismo protestante pro-británico (con connivencia del Estado) de matar a más de 3.000 personas en tres décadas. El partido que nunca ha aceptado que el precio a la independencia de Irlanda fuera la partición de la isla.  

Un poco de historia 

La República de Irlanda tiene apenas un siglo como Estado independiente del Imperio Británico. No fue fácil, hizo falta un levantamiento armado y una guerra. Al final, entre 1921 y 1922, el gobierno británico cedió y aceptó esa independencia con una condición: se independizaría la parte abrumadoramente católica, el sur, pero seis de los nueve condados de la provincia del Ulster, el noreste, que eran de mayoría protestante, seguirían bajo dominio británico. Por ello cada aniversario de la independencia tiene sabor agridulce para los irlandeses, es una celebración, pero también el recuerdo de la Partición de la isla.  

Hasta los acuerdos de paz de 1998, los Acuerdos de Viernes Santo, la Constitución irlandesa reivindicaba el norte como parte de la República de Irlanda. Tras los acuerdos tuvieron que cambiar los textos porque británicos e irlandeses habían acordado que Irlanda del Norte seguirá siendo parte del Reino Unido mientras así lo desee la mayoría de su población. 

Demografía cambiante 

Hace un siglo, cuando se dividió la isla, los católicos eran un 93% en el sur, la actual república, pero eran apenas un tercio de la población en la actual Irlanda del Norte. Coincidiendo con el centenario de la soberanía irlandesa el censo del Norte en 2021 dio un vuelco: por primera vez los católicos (practicantes o de cultura) eran más que los protestantes, 45,7% y 43,5% respectivamente. 

En las elecciones autonómicas del año siguiente, mayo de 2022, el partido más votado fue el Sinn Féin, a él, por lo tanto, le toca encabezar el gobierno norirlandés. Una píldora muy difícil de tragar para el DUP, el partido protestante radical, que había presidido el ejecutivo en los últimos años. 

Desde 1998 el voto se ha desplazado a los extremos en ambas comunidades, la católica pro unificación de la isla y la protestante pro británica. Arguyendo su rechazo a la situación de Irlanda del Norte post Brexit el DUP ha bloqueado durante dos años la formación de gobierno. Una duda razonable es si el escollo eran realmente los efectos del Brexit o que la presidencia del gobierno pasara a los nacionalistas católicos.  

No ha sido el primer paréntesis de la autonomía norirlandesa. La imposibilidad de mantener ese poder compartido, el enfrentamiento entre dos nacionalismos opuestos, ha llevado en varias ocasiones a la parálisis autonómica. 

Cómo funciona el gobierno autonómico 

Los acuerdos de paz de 1998 establecieron las normas para el gobierno autonómico con el concepto de power sharing, poder compartido. Partiendo de la presunción de una sociedad partida en dos, el gobierno debe formarse con un equilibrio entre católicos y protestantes. El cargo de First Minister, ministro principal (equivalente a la Presidencia autonómica en España), es para el partido más votado, y el de vicepresidente, para el más votado de la otra comunidad.  

Hasta ahora el partido más votado, y con ello la presidencia autonómica, había sido protestante, unionista. Y la vicepresidencia, para el partido católico más votado. 

Importante: la diferencia es de terminología porque, en aras del equilibrio en ese poder compartido, First Minister y vice tienen las mismas competencias, pero la carga simbólica de ser el, en este caso, la, First (primera) es muy importante en un conflicto como el de Irlanda del Norte. 

Este es el segundo gran paso simbólico de una pacificación, y una convivencia, que avanza a trancas y barrancas. El primero, no lo olvidemos, fue ver a un exmando del IRA, Martin Mc Guiness, como viceministro principal, y, en calidad de tal, saludar a la reina Isabel II, representación máxima del Estado contra el que McGuinness había atentado. 

SF ya está unificando Irlanda 

El Sinn Féin no ha sido sólo el partido más votado en Irlanda del Norte, también lo ha sido en las últimas elecciones en el sur, en la República de Irlanda. Con un 24,5% de los votos superó en 2020 a los dos grandes partidos desde la independencia, el Fianna Fáil y el Fianna Gael, y casi cuatro años después sigue en esa posición de cabeza en los sondeos. Este hecho, más la evolución demográfica en el norte y las consecuencias de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el Brexit, hacen que la unificación política de la isla ya no parezca una quimera, sino un futurible.  

Así lo entienden el Sinn Féin, el partido que con más ahínco la defiende, y la prensa irlandesa, que aborda frecuentemente cuestiones sobre esa hipotética Irlanda unificada, como, por ejemplo, si deberían mantener la actual bandera o cambiarla por una nueva para dejar atrás atrás su simbolismo católico (y terrorista para los protestantes).  

La paradoja del Brexit o el tiro por la culata  

El referéndum sobre el futuro del Reino Unido en la UE volvió a evidenciar la división de la sociedad en Irlanda del Norte. En las zonas de mayoría católica ganó seguir en la UE, mientras que en las protestantes ganó salir.  

Como es bien sabido en el conjunto del Reino Unido (aunque no en Irlanda del Norte ni Escocia) ganó salir y la consecuencia -¿no pensada previamente?- puso Irlanda del Norte en una cuadratura imposible del círculo, como reflejó el reportaje de En Portada La frontera del Brexit.

El Brexit volvió a partir la isla, echó más sal sobre la herida. ¿Por qué? Porque esa frontera, cuya irrelevancia es un pilar de los acuerdos de paz, volvió, y lo hizo convertida en una frontera no ya entre dos Estados socios (el Reino Unido y la República de Irlanda), sino entre un Estado (el Reino Unido) y un bloque de 27 estados, la Unión Europea. 

La libertad de movimiento entre los miembros de la Unión contribuyó durante dos décadas a la desaparición física de esa frontera, pero la salida del Reino Unido de la UE, del mercado único y la unión aduanera hace imposible mantener la libertad de movimiento.  

¿Por qué? Porque, como el Reino Unido ya no tiene obligación de cumplir la normativa de la UE, la UE quiere y tiene derecho a controlar qué entra en ella, qué va, por ejemplo, en un camión que circula de Belfast (Reino Unido) a Dublín (Unión Europea). Pero -y ahí está la cuadratura del círculo- restablecer controles dentro de la isla pondría en peligro la paz frágil en ese rincón de Europa, y va contra el mandato de los acuerdos de paz.   

Paradójicamente para sus adalides, los protestantes más radicales, la salida de la Unión Europea puede haber debilitado el unionismo con Gran Bretaña y reforzado la unificación de la isla como manera de volver a las cuatro famosas libertades de movimiento dentro la UE: de trabajadores, capitales, servicios y mercancías.