Enlaces accesibilidad
Dentro de Guantánamo (III)

Viaje a tierra de nadie: bienvenidos a la base militar de Guantánamo, sede de la cárcel más kafkiana

  • RTVE visita la base militar que Estados Unidos mantiene en la isla de Cuba
  • Es un limbo legal, está en un lugar de difícil acceso y es la cárcel más cara del mundo

Por
Guantánamo, la cárcel más cara del mundo

"Bienvenidos a la Bahía de Guantánamo", suena la voz de una azafata en el avión. Acabamos de aterrizar. Tenemos una sensación extraña. Hemos hablado tantas veces de este lugar y ahora vamos a pisarlo.

La prisión ocupa sólo una pequeña parte de la base militar que Estados Unidos mantiene en la isla de Cuba desde hace más de un siglo.

Un limbo legal en un lugar de difícil acceso

Ubicaron la cárcel en este lugar remoto para esquivar la ley. Eso la convirtió en un limbo legal y también en un atolladero logístico. Para empezar, acceder aquí no es sencillo.

Hemos llegado en un vuelo del Pentágono, desde la base militar de Joint Base Andrews, en Maryland. Es el avión que toman los abogados de los presos, familiares de las víctimas y miembros de ONG que vienen a observar los procesos judiciales que todavía están en fase preliminar.

Lugar lleno de contradicciones

Guantánamo es un lugar lleno de contradicciones. Las playas nos recuerdan que estamos en el Caribe, el atardecer junto al faro es bonito y apacible. En sus ratos libres los militares y trabajadores de la base, unas 6.000 personas, pueden bucear por los arrecifes de coral, alquilar un barco o ir a pescar. Ahí se acaba la experiencia caribeña.

Dentro de la base hay un restaurante de comida rápida de la cadena McDonald's, una bolera, un supermercado, un colegio… Sin relación con Cuba, todo viene en avión o en barco desde Estados Unidos, desde la fruta hasta el combustible o el material de construcción.

Las obras en la base son continuas. Muchas están relacionadas con los presos. Todo empezó para ellos de manera provisional. En plena conmoción por los atentados del 11S, Estados Unidos lanzó su "guerra contra el terror" y levantó apresuradamente un campo de prisioneros alejado del territorio estadounidense.

El lugar no fue una elección casual: buscaban una tierra de nadie, un sitio donde poder decir que no tenían que aplicar la ley estadounidense.

En Guantánamo ya habían ensayado ese argumento en los años 90, para no conceder derecho al asilo a los refugiados haitianos que se lanzaron al mar y acabaron en la isla. Después del 11S, a los hombres capturados en medio mundo bajo la sospecha de ser terroristas, les otorgaron un estatus nuevo, 'combatientes ilegales', para poder detenerlos por tiempo indefinido.

Empezaron a llegar a Guantánamo en enero de 2002. Pronto se hizo evidente que las primeras celdas, poco más que jaulas a cielo abierto, no eran suficientes. Unos meses después, en primavera, trasladaron a los detenidos a unas instalaciones más estables.

La cárcel más cara del mundo

Guantánamo, con sus presos en monos color naranja, se había convertido ya en un símbolo de abusos, en un agujero negro para los derechos humanos.

Con los años, se convirtió también en la cárcel más cara del mundo. Llegaron más obras: hacía falta un recinto para juzgar a una decena de presos imputados, entre ellos cinco sospechosos de los atentados del 11S. Todavía no hay fecha para el juicio. Los procesos siguen encallados, entre otras cosas porque muchas declaraciones se obtuvieron bajo tortura.

Pero ya han empezado a utilizar una sala para las audiencias previas y están construyendo un pequeño barrio de casas diminutas prefabricadas para alojar a los equipos legales y miembros del jurado, por si el juicio llega a celebrarse algún día.

El Congreso prohibió trasladar a los presos de Guantánamo a territorio estadounidense, así que sólo pueden juzgarlos aquí.

Por Guantánamo han pasado 779 prisioneros. Ahora quedan 30. La mayoría nunca han sido imputados, otros esperan la fecha de sus juicios. Mantener a cada uno de ellos encerrado en Guantánamo le cuesta a Estados Unidos más de 13 millones de dólares al año, según los cálculos que hizo el diario The New York Times en 2018.

33 trabajadores por cada preso

La cifra sale de sumar el dinero destinado al centro de detención y el recinto judicial, y los salarios del personal de la prisión.

En la cárcel trabajan unas mil personas: 33 trabajadores por cada preso.

Imagen de archivo de la prisión de Guantánamo, Cuba Lucas Jackson

La mayoría son militares que van rotando, y, a diferencia de lo que ocurre con los empleados de cualquier cárcel en territorio estadounidense, aquí les proporcionan alojamiento y transporte. Forma parte del precio a pagar por montar una prisión en un lugar remoto.

Los presos envejecen y su salud empeora

El Pentágono fleta un avión cada sábado para trasladar a los abogados, que van y vienen a ver a sus clientes. El material médico vuela también. Los presos envejecen y su salud empeora.

El preso de más edad de los que permanecen aquí tiene más de 60 años y tantos problemas de salud que se ha declarado culpable a cambio de que lo transfieran a un país donde puedan atenderlo mejor.

Su abogada, Susan Hensler, denuncia que en Guantánamo no están preparados. Su cliente llegó a la prisión en 2006, después de pasar por una cárcel clandestina donde la CIA aplicó un programa de torturas.

Desde entonces, lo han operado cinco veces de la columna. Para cada cirugía, han transportado el material y a los cirujanos desde Estados Unidos hasta la isla. Hensler denuncia que las instalaciones médicas no son adecuadas y que el efecto de operarse aquí "ha sido devastador".

Varios presos buscan un país que los acoja

Entró en Guantánamo andando y si algún día sale será en silla de ruedas. "Ya no puede caminar".

Cuenta que hace unos años, estando embarazada, se puso enferma en Guantánamo, "y me pidieron que saliera inmediatamente porque no están preparados para atender un parto. Si ni siquiera pueden atender a una embarazada… ¿cómo van a poder practicar una cirugía de la columna a un anciano inválido?".

Ahora él sigue esperando un país que lo acoja. Otros 16 presos buscan también un país. Nunca han tenido cargos en su contra y Estados Unidos ha dado luz verde para que los trasladen. Pero el proceso de buscar un destino puede ser muy largo.

Uno de los últimos presos que ha salido de Guantánamo, Majid Khan, se quedó durante casi un año en un limbo nuevo, cuando cumplió su condena pero no sabían dónde liberarlo. Su caso es una excepción.

La mayoría de los presos que han pasado por Guantánamo ni siquiera han llegado a estar imputados. Pero Majid Khan sí. Se declaró culpable en 2012, cumplió su pena en 2021, era un hombre libre pero… ¿a dónde trasladarlo?

"Había reconocido cargos muy graves y al mismo tiempo había cooperado con las autoridades estadounidenses durante una década, así que su familia y él estaban en peligro. No podía volver a Pakistán, su país de origen, y la ley impide trasladarlo a Estados Unidos", nos explica su abogado, J. Wells Dixon, que ha representado a más de 40 detenidos de Guantánamo.

Cada caso es complejo. Hay tres presos que llevan esperando su traslado desde 2010, cuando un tribunal que revisa periódicamente su estatus decidió que eran aptos para salir. Al parecer, dos de ellos no han querido cooperar para buscar un destino. No sabemos por qué.

"Esto es un libro de Kafka"

Aquí el trabajo de los abogados se complica. Andrea Prasow, abogada y defensora de los derechos humanos, representó a 12 presos de Guantánamo y recuerda el caos de los primeros años.

"Cuando los detenidos nos veían, nos preguntaban si podían cambiarlos de celda, cómo podían conseguir lápiz y papel o una comida mejor. Sus necesidades básicas eran lo que más les importaba. Como abogados, nosotros no teníamos ningún control sobre eso. Otra gran pregunta era: ¿por qué estoy aquí y qué puedo hacer para salir? ¿Voy a volver a casa algún día?".

Ahora, las condiciones de la prisión han mejorado, pero los abogados lamentan lo complicado que es acceder a sus clientes.

Guantánamo, a espera de la Justicia desde hace dos décadas

"En cualquier otro caso, yo puedo ir a la cárcel, hablar con mi cliente una o dos veces a la semana, puedo llamarlo por teléfono… Aquí no podemos hablar por teléfono, si quiero hablar con él tengo que coger un avión, llegar hasta aquí, pedir permiso para verlo, si nuestro intérprete no está con nosotros es muy difícil hacernos entender…", nos cuenta Cristina Curl, comandante de la Fuerza Aérea y miembro de la defensa de Encep Nurjaman, un hombre acusado por los atentados de Indonesia, que lleva dos décadas encerrado y sigue sin fecha de juicio.

"Esto es un libro de Kafka", resume James Hodes, el abogado principal del equipo.

Informar en Guantánamo tampoco es fácil

Para los periodistas, informar en Guantánamo tampoco es fácil. Nos acompaña siempre un escolta del Pentágono y sólo podemos grabar en algunas áreas autorizadas: la playa, el faro, los restaurantes…

No podemos mostrar ningún rostro y algunos militares no nos dicen su nombre. Muchos prefieren que no se sepa que trabajan en Guantánamo.

Hace años que los periodistas no podemos entrar en el centro de detención. Sí nos dejan grabar en el campo Rayos X, la prisión original, que ahora está abandonada. Nos dicen que seremos el último equipo de televisión en retratar esas jaulas vacías. Ya no darán más permisos para grabar aquí, hasta nueva orden.

El Pentágono revisa cada uno de los planos que grabamos en la base. Nos piden que borremos algunos por motivos de seguridad, para no mostrar dónde están las cámaras o las infraestructuras esenciales, como los tanques de combustible.

También nos borran algunas cosas "que dan mala imagen". En el campo Rayos X nos hemos tropezado con algunos huesos de animales en el suelo… pero ustedes no los verán, esos planos no han pasado la revisión.

Bajo el cartel del McDonald's nos hemos topado una secuencia épica: un grupo de buitres devorando un gato muerto. Esa imagen, los buitres entregados a su festín bajo una marca tan estadounidense, es poderosa, y a algunos puede parecerles metafórica. Ustedes tampoco la verán, también la han borrado de nuestro ordenador.

Hasta las iguanas tienen más derechos que los detenidos

Cuando asistimos al izado de bandera, los marines salen tarde, y la ceremonia no cuadra con el himno. La música empieza a sonar antes de que la bandera empiece a ascender por el mástil y esto, nos dicen, es un error que no pueden permitir que se vea. Así que tampoco lo verán.

Nos piden que volvamos al día siguiente y entonces los marines cumplen a la perfección con todos los pasos de la ceremonia. Esta secuencia sí la verán.

La bandera estadounidense ondea en varios puntos de la base. Y cada mañana, a las 8 en punto, cuando suena el himno y la izan, todo el mundo se para en silencio mirando hacia ella, hasta que la música deja de sonar.

A pesar de este despliegue de patriotismo, la ley estadounidense no impera aquí para los detenidos. Ellos tienen un estatus especial.

Una señal en la que se ve una iguana y se lee "Despacio especies protegidas".

En las carreteras, nos topamos con muchos carteles que rezan: "Cuidado con las iguanas". Son una especie protegida. La multa por atropellarlas pueden ser 10.000 dólares… por eso en Guantánamo se ha hecho popular el dicho de que la ley estadounidense concede más derechos a las iguanas que a los detenidos.